domingo, 4 de septiembre de 2022

Sweeny Todd (1936)


El cine posee su memoria y su histórica, pero muy pocos desean navegar por ellas, lo que supone quedarse en el lugar de siempre, donde muchas obras y muchos nombres no llegan o se pierdan en el olvido, que podría ser algo así como la desmemoria a la que van a parar un alto porcentaje de los títulos producidos a los largo de los años y los nombres de quienes los hicieron posibles. Con los medios tecnológicos y las decenas de plataformas que existen en la actualidad es más fácil recordar cine ahora que hace treinta o cuarenta años, cuando teníamos el acceso a los films por medio de uno o dos canales de televisión, los cines, el videoclub o alguna revista y libros especializados que nos pusiera sobre la pista de títulos y nombres que de otro modo nunca sabríamos de su existencia. Pero la cuestión no está en los medios al alcance, sino hasta dónde alcanzan las ganas de descubrir; y ni el público mayoritario de ayer ni el de hoy sienten necesidad ni tiene ganas de indagar en la memoria del cine. No les interesa, no buscan mayor conocimiento del medio, prefieren repetir más de lo mismo porque les resulta cómodo; esto también puede aplicarse a la literatura y a la música. Aunque los hay, pocos dedican algo de su tiempo a indagar y recuperar películas, directores, guionistas, actores, actrices y demás gentes del cine; más allá de aquellos films que su propia memoria, la de su generación, y la popular mitifican. Como he dicho arriba, se tiende a la comodidad, y solo una minoría parece molestarse en recuperarlos y disfrutar de esos trabajos cinematográficos perdidos o desconocidos. Para las generaciones recientes y no tan recientes, Sweeney Todd es el personaje interpretado por Johnny Deep en la película musical dirigida por Tim Burton en 2007, pero este sanguinario barbero de la calle Fleet ya había asomado en la pantalla para mostrarse como uno de los villanos referentes del cine de horror y de “sustos” inglés —schocker— de los primeros años del sonoro, aunque su primera aparición en la pantalla data de 1926, en el cortometraje rodado por George Dewhurst. Dos años después, Sweeney Todd volvería a hacer de las suyas en el largometraje silente de Walter West, que fue censurado por las escenas de asesinato que George King omite, empleando el sobrentendido, en Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street (1936) para no sufrir la intervención censora. A favor de King también jugaba el protagonismo de Tom Slaughter, estrella teatral que en la década de 1930 se convirtió en una de las grandes figuras del cine de terror inglés, y el de Stella Rho, cuyos personajes se descubren unidos por su relación delictiva y criminal.



Los dos socios son los más interesantes de un film en el que el resto —incluyo al héroe encarnado por Bruce Seton y a la heroína a quien da vida Eve Lister— funcionan para resaltar la diabólica personalidad de ese barbero asesino que se encapricha de Johanna. Ella es la heroína de la historia, la enamorada de Mark y la hija del armador con quien Todd se asocia para lograr sus fines amorosos y comerciales. También es la que desespera y la que se siente en la obligación de dar un paso que aborrece, pero que daría sí puede salvar a su padre, perdido por su trato con Sweeney Todd y la mezquindad que queda establecida al inicio, cuando se presenta en el puerto y amenaza a Mark, empleado suyo. Mezcla de ingenuidad, expresionismo y suspense, de ambientación victoriana, de influencias de Dickens y dosis de malestar, el que genera el amoral y asesino, hacen de la versión realizada por King una entretenida propuesta entre el terror y la comedia que logra superar su origen teatral —adapta la obra de George Dibdin-Pitt— a base de un montaje rápido, de sucesión de escenas breves, que dota de ritmo a un film que se inicia en el presente, en la barbería donde supuestamente cien años atrás trabajaba el protagonista. Esa circunstancia, la de ser narrada por alguien que habla de oídas, le confiere un tono irreal, cercano al expresionismo, pero solo de forma; ya que Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street no pretende expresar emociones de su época de rodaje, busca entretener con precisión, con algún momento cómico y algún instante de susto “angustioso”.




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