martes, 20 de septiembre de 2022

En legítima defensa (1947)


Un crimen, tres sospechosos: dos mujeres y un hombre, pero no hay pruebas concluyentes que incriminen a alguno de los miembros de ese triangulo formado por un matrimonio, Jenny (Suzy Delair) y Maurice (Bernard Blier), y Dora (Simone Renant), la vecina enamorada de Jenny. Ninguno muestra dudas en sus declaraciones al inspector adjunto Antoine (Louis Jouvet), aunque los tres mienten y lo sabemos porque Henri-Georges Clouzot se encarga de dejarlo claro antes de la aparición del policía al que Jouvet aporta irónica humanidad, tras la que esconde su derrota personal y el rechazo constante que sufre por su oficio. Por otra parte, podría ser un film basado en una novela de Georges Simenon, de quien Jean Renoir tomó su Maigret para realizar la espléndida La noche de la encrucijada (La nuit du carrefour, 1932), pero el origen de En legitima defensa (Quai des orfevres, 1947) se encuentra en la novela de Stanislas-André Steeman, de la que Clouzot se sirve para crear un espacio cinematográfico ambiguo, ambigüedad que remite tanto a la época como a los individuos, en este caso a los personajes principales, que no son asesinos ni delincuentes, salvo Paulo, aunque Jenny confiese a su amiga haber matado al empresario teatral que intentó abusar de ella cuando fue a visitarlo. Lo cierto es que son personas que ocultan aspiraciones e imperfecciones, sentimientos, frustraciones, deseos, amores, mal de amores. Podría decirse que temen, aunque lo disimulen en un arrebato de celos, como Maurice, o en la aparente frialdad de Dora o en la tranquilidad que Jenny parece asumir para ocultar su verdad —suya porque existen aspectos de la realidad que se le escapan, y confunde los hechos con la interpretación que hace de los mismos. Probablemente, cualquiera de ellos sería capaz de matar en una situación límite, de igual modo que lo serían de matarse y de sacrificarse por quienes aman. Como cualquier sospechoso inocente, viven entre la inocencia y la culpa, creyendo que su silencio les protege. Intentan esconder su miedo a la policía, sobre todo en el caso de Maurice —la escena en la que el inspector enciende su pipa con el papel donde Jenny había apuntado la dirección de la víctima es clara al respecto—, que no logra disimular como lo hacen las dos mujeres, que en la lejanía me recuerdan a las dos protagonistas de Las diabólicas (Les diaboliques, 1955), quizá pudiesen ser ellas en un estado primigenio. La realidad es que no son inocentes, aunque lo sean de asesinato, ni la policía actúa siempre dentro de los márgenes de la legalidad o de lo que se considera ético —como parece apuntar la zancadilla a uno de los detenidos.


Lo escrito arriba podría ser una forma de introducir y comentar En legítima defensa, otra podría decir que se trataba del primer largometraje realizado por Clouzot después de ser apartado del cine francés —hubo quien le acusó de “antifrancés”— por haber rodado durante la ocupación alemana. La inmediata posguerra no le resultó agradable: más de tres años apartado del cine y un acoso injustificado e inmerecido, puesto que, de los cineastas franceses que continuaron rodando en Francia durante la guerra, fue quien con mayor ahínco intentó reflejar la situación de opresión y represión vivida durante la ocupación, sobre todo queda reflejada en El cuervo (Le corbeau, 1943) —Otto Preminger realizaría durante el mccarthismo una versión estadounidense titulada Cartas envenenadas (The 13th Letter, 1951)—, un film que no sentó nada bien a las autoridades alemanas. Lo cierto es que la posguerra resultó un periodo ambiguo, el de En legítima defensa podría ser su reflejo, pero ya una ambigüedad diferente a la que se viviría en Francia durante la ocupación. Pero en ambos casos, se trata de una realidad de claroscuros —cualquier periodo de la historia siempre ha sido así; a veces más oscuro, a veces más claro—, de temores y de silencio, de no querer confesar su inocencia por miedo a la autoridad y por desconfianza. Pero tanto una introducción como otra no cambian que se trate de un excelente policiaco que toma como excusa el crimen y la investigación para abordar el miedo, la mentira, el amor, la confianza, su ausencia, la culpa y, en definitiva, aquellos que se da en llamar la condición humana. En el film, los personajes están atrapados; da igual que sea el trio o mismamente el inspector adjunto que investiga el homicidio, un hombre entregado a su profesión y que se salva de la soledad absoluta gracias a su hijo, probablemente adoptado y quizá víctima de la guerra. El final resulta engañoso, ambiguo, ya que todo parece apuntar a uno feliz, pero nadie alcanzará la felicidad, ni siquiera el matrimonio que refuerza su amor y la promesa de una vida plena se abra para ellos, pero ¿por cuánto  tiempo? ¿Habrán aprendido a confiar?




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