“Una nueva esclavitud”, por Roberto Rossellini
<<Tal vez esto nos aleje de nuestra conversación, pero me gustaría decirles cuáles son mis preocupaciones de tipo moral. El arte abstracto se ha convertido en el arte oficial. Puedo entender a un artista abstracto, pero no puedo entender que el arte abstracto se haya convertido en arte oficial, puesto que es el arte menos inteligible. Estos fenómenos nunca se producen sin motivo. ¿Cuál es el motivo? Que se procura olvidar al hombre tanto como se pueda. El hombre, en la sociedad moderna y en el mundo entero, excepto probablemente en Asia, se ha convertido en el engranaje de una máquina inmensa, gigantesca.(1)
Se ha convertido en esclavo. Y toda la historia del hombre está hecha de pasos de la esclavitud a la libertad. Siempre ha habido un determinado momento en que la esclavitud se ha apoderado de él y después ha recuperado la libertad: muy raramente, o durante periodos muy breves, puesto que apenas ha alcanzado la libertad cuando inmediatamente después vuelve a caer en la esclavitud. Y esta esclavitud, ¿qué es? Es la esclavitud de ideas. Y esta se debe a todos los medios, que van desde la novela policíaca hasta la radio, el cine, etc. También gracias al hecho de que las técnicas se han desarrollado extremadamente y que los conocimientos amplios que podamos tener en un campo concreto, para ser eficaces desde el punto de vista social, impiden que el hombre tenga otros conocimientos. Ya no sé quién dijo: “Vivimos en el siglo de la invasión vertical de los bárbaros”.(2) Es decir, el estudio profundo de los conocimientos en una dirección determinada y una ignorancia inmensa en cualquier otra dirección.
Desde que me dedico al cine, he oído decir que se deben hacer películas para un público que tiene la mentalidad media de un niño de doce años. Es un hecho que el cine (habló de él en general), como la radio, la televisión, o todos los espectáculos que se dedican a las masas, cumple una especie de cretinización de los adultos y, por el otro lado, acelera enormemente el desarrollo de los niños. De ahí viene esta falta de equilibrio que se puede observar en el mundo entero: de la imposibilidad que hay de entenderse.>>
Roberto Rossellini, a Fereydoun Hoveyda y Jacques Rivette; para “Cahiers du cinema”, núm. 94, abril de 1959. Texto recogido en “Roberto Rossellini. El cine revelado” (traducción Clara Valle T. Figueras) pp 86-87. Paidós Ibérica, Barcelona, 2000.
Anotaciones propias (con la inestimable colaboración de Ortega y Gasset y de quien quiera añadir las suyas en los comentarios)
(1) El tema y el temor expuesto por Fritz Lang en Metrópolis (1927), René Clair en ¡Viva la Libertad! (1931) y Charles Chaplin en Tiempos modernos (1936) —el ser humano transformado <<en el engranaje de una máquina inmensa>>—; además, sospecho que si viviera, hoy Rossellini no haría excepciones asiáticas respecto a quienes formamos el “engranaje”.
(2) Rossellini hace referencia a José Ortega y Gasset; de hecho sus palabras sobre la especialización apuntan directamente al pensamiento de Ortega. En su ensayo La rebelión de las masas (1929), el filósofo madrileño escribe: <<El europeo que “empieza” a predominar —esta es mi hipótesis— sería, “relativamente a la compleja civilización en que ha nacido”, un hombre primitivo, un bárbaro emergiendo por escotillón, un “invasor bárbaro”>>. El pensador habla del hombre moderno, el hombre-masa, el hombre de ciencia actual. <<Pues bien: resulta que el hombre de ciencia actual es el prototipo de hombre-masa. Y no por casualidad ni por defecto unipersonal de cada hombre de ciencia, sino porque la ciencia misma —raíz de la civilización— lo convierte automáticamente en hombre-masa, es decir, hace de él un primitivo, un bárbaro moderno.>> Ortega continúa y, líneas después de explicar que el origen de la ciencia experimental se encuentra en Galileo y su afianzamiento en Newton, dice que <<para progresar, la ciencia necesitaba que los hombres de ciencia se especializasen. Los hombres de ciencia no ella misma. La ciencia no es especialista. “Ipso facto” dejaría de ser verdadera. Ni siquiera la ciencia empírica, tomada en su integridad, es verdadera si se la separa de la matemática, de la lógica, de la filosofía. Pero el trabajo en ella sí tiene —irremisiblemente— que ser especializado>>, produciéndose un proceso de especialización en las labores de investigación que explica en parte que, <<generación tras generación, el hombre de ciencia ha ido constriñéndose, recluyéndose, en un campo de ocupación intelectual cada vez más estrecho.>>
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