jueves, 1 de septiembre de 2022

Los que no fuimos a la guerra (1962)


<<El único director que sin saber demasiado de mí tuvo la confianza de encomendarme un protagonista fue Julio Diamante. Me refiero a Los que no fuimos a la Guerra, su primer largometraje, que luego fue perseguido por la censura>>. Poco más habla Agustín González de este film en el libro-entrevista de Lola Millás, en el que también lo califica de film “maldito”, por esa persecución que se inició tiempo antes de presentar el guion a la aprobación de la censura. La sospecha de ser un subversivo, ya que había estado encarcelando por intervenir en protestas contra el régimen franquista, mantenía el ojo vigilante del orden sobre Diamante, lo que implicó que la película sufriese numerosos cortes y su accidentada exhibición —tardó cuatro años en mal estrenarse. El personaje de González, Javier, habla en tiempo pasado de su historia y la de la ciudad de provincias donde ninguno de sus habitantes participó en la contienda bélica que asolaba parte del mundo entre 1914 y 1918. Pero en Los que no fuimos a la guerra (1962), o Cuando estalló la paz, Diamante no habla de la Gran Guerra, aunque lo haga en apariencia, sino que se sirve de ella y de la novela de Wenceslao Fernández Flórez para satirizar e ironizar sobre los fanatismos más allá del periodo bélico que asoma en la pantalla.



La consecuencia de esta intención es doble. La primera, la artística: una destacada e irónica visión crítica de la sociedad, cuyos miembros prefieren enfrentarse y matarse entre ellos —aunque sea simbólicamente— que evolucionar, tolerar y cuidar del bienestar social —el que se le niega a Javier porque no es un fanático, solo alguien que necesita un empleo para casarse. Y la segunda, el primer encontronazo del cineasta con la censura oficial, que vio en el film una referencia clara a la Guerra Civil (1936-1939). Y en buena medida, la censura acertó al pensarlo, ya que Diamante, valiente, realiza un film contra las guerras y su sinsentido. Esto queda claro en la pantalla, como apunta la división de la ciudad en dos bandos, que podría ser también un país dividido en dos bandos irreconciliables entre los cuales Javier y Aguilera (Juanjo Menéndez), que solo pretenden vivir, se encuentran atrapados e imposibilitados.


Diamante
instala su comedia en un pequeño pueblo español donde la Gran Guerra ha dividido a las fuerzas vivas de la localidad en germanófilos y francoanglófilos lo que también depara sus víctimas colaterales: el amor de Javier y Aurora (Laura Valenzuela) o el deambular de Javier y su amigo para lograr un empleo que les permita subsistir. No cabe duda de que ya había films antibelicistas, pero Diamante realiza uno diferente, de un humor gris, por lo triste y amargo de su fondo, cuyo tono y crítica lo emparentan sin parecido formal ni temático con La gran guerra (La grande guerra, Mario Monicelli, 1959), ya que aquí no hay bombas, ni soldados ni trincheras, ni guerra. También es diferente al cine realizado entonces en España porque se aleja del realismo y de la vanguardia que dominan las apariencias de gran parte de los primeros largometrajes de los llamados Nuevos Cines de España. Diamante no busca revolucionar con formas cinematográficas ni plasmar la realidad del presente con el naturalismo que asoma en las calles y en los espacios cerrados de Los chicos (Marco Ferreri, 1958), Los golfos (Carlos Saura, 1959) o Los farsantes (Mario Camus, 1963), como ya indica que tome de base argumental el relato de Fernández Flórez, que dio el visto bueno al film y, aún así, Cuando estalle la paz fue perseguida y mutilada por la censura franquista.


<<Con Los que fuimos a la guerra (Cuando estalló la paz), me propuse hacer un film de humor sobre dos serios problemas: la guerra y la incomprensión. Un humor un poco amargo, como suele ser casi siempre el ibérico.


Hubo serios problemas de tipo económico, Se trataba de hacer una película de época, con un reparto amplio de actores, con numerosos decorados, y todo ello con un presupuesto que hubiera resultado casi exiguo para una película situada en la actualidad y con actores y escenarios naturales.


Otro problema de índole muy distinta fue el que se planteó con los organismos oficiales. A pesar de que la acción transcurre en 1914, dichos organismos juzgaron que la película trataba de criticar, mediante alusiones, la guerra civil. De entrada se prohibió el título primitivo y se prohibió hablar de ella a la prensa. En tal situación fue, no obstante, seleccionada oficialmente por la Mostra Internacionale d’Arte Cinematográfica de Venecia, festival que había por otra parte rechazado los títulos que los organismos oficiales españoles le habían propuesto. La película fue muy bien acogida en Venecia por público y crítica. Pero esto no evitó que en España continuase sufriendo casi una odisea. Cuando finalmente pudo ser proyectada, habían pasado cuatro años y sufrido más de media hora de cortes. Para esta copia que se envía a la Filmoteca de Varsovia, se han conseguido encontrar y restituir bastantes cortes (el sueño, por ejemplo).


Al margen de sus posibles valores cinematográficos, la película me parece que posee el interés de ser un testimonio de la estupidez y brutalidad de la censura franquista.>>


Texto escrito en 1979 por Julio Diamante; recogido por el propio autor en su libro De la idea al film. Cátedra, Madrid, 2010.




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