martes, 11 de mayo de 2021

Jarhead (2005)


La voz de Swoff (Jake Gyllenhaal) introduce su experiencia en los marines explicando que son jarhead, “cabezabote”, debido a su corte de pelo y a que sus cabezas son <<un recipiente vacío>>. Pero dudo que se refiera a que son idiotas o no solo eso, sino que en el campo de entrenamiento, a base de dosis de vejaciones y de sometimiento, los moldearán al gusto del ejército, en este caso de los marines, pues han entrado en un espacio totalitario y jerarquizado donde llenan esas cabezas para prepararlas para la guerra. Allí, sin andarse por las ramas, les entrenan para matar. Y los “cabezabote” lo aceptan como su fin, su para eso existo o para eso nací, el “Born to kill” escrito en el casco de uno de los personajes de La chaqueta metálica (Full Metal Jacket, Stanley Kubrick, 1987). Los Swoff y compañía no tienen mejores opciones que estar allí, escuchando como les insultan o les niegan derechos básicos, puesto que pertenecen a un totalitarismo dentro de la democrática. Puede que algunos busquen emociones fuertes, otros una paga y un lugar donde pertenecer, algunos habrá que huyan e incluso los habrá fanáticos de banderas. Pero todos ellos tienen en común que son hijos de la MTV y de John Rambo, y que serán enviados al desierto arábigo donde no harán más que esperar a que les suelten las cadenas y puedan guerrear, morder y matar al enemigo que amenaza los intereses petrolíferos de las potencias internacionales. La inacción, el no hacer nada, salvo masturbarse, entrenar, hidratarse y pensar en la posibilidad de que sus novias les engañen, desborda el aguante del más pintado. Ellos no han ido a eso, han ido a la guerra, ¿pero a qué tipo de guerra?


En la historia bélica estadounidense hay un antes y un después de Vietnam, una derrota que supuso mucho más que la salida de las tropas norteamericanas del país del sudeste asiático. Supuso la vergüenza y la marca que todavía colea cuando estalla el conflicto iraquí durante el cual se desarrolla Jarhead (2005) —ven Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979) o suena la música de The Doors—, un bélico consecuente con el conflicto que muestra y con los tiempos que corren. Durante todo su metraje, Sam Mendes se muestra crítico, incluso roza por momentos la sátira, mucho más ácido y valiente que en su bélico posterior y más épico e “infantil”, 1917 (2019), sobre otra guerra, una vista por alguien que la mitifica, puesto que la asume como la leyenda de la Historia. Aquella fue la Primera Guerra Mundial y la primera tecnológica, también la que acabaría cambiando las “normas” bélicas, aunque inicialmente se impregnase de romanticismo —coto ideal para héroes, épica y heroicidades. Pero nada de eso se encuentra al otro extremo del siglo XX, en el desierto árabe donde los marines de Jarhead llegan para formar parte de las operaciones Escudo del desiertoTormenta del desierto, y donde no disparan ni una sola vez (salvo concluido el conflicto), aunque sí ven cuerpos calcinados por las bombas arrojadas por sus aviones o pozos de petróleo ardiendo en la noche fotografiada por Roger Deakins. Como consecuencia de los tiempos que muestra, entre otras cuestiones que no voy a valorar ahora, Jarhead es una película mucho más agresiva y compleja que 1917, pues en ella no hay más opción que agudizar a cada paso el sinsentido que ya apunta en el cuartel, donde Mendes recuerda a Kubrick. Allí es donde les enseñan a matar —como hizo aquel sargento deshumanizado, en grado superlativo, con el recluta “Patoso” en la base de La chaqueta metálica—, pero en el frente kuwaití todavía no han matado a nadie, lo cual les desespera, porque, en realidad, no hay frente. Hay espacio, calor, aviones amigos que les sobrevuelan y la sangre que les hierve, aunque el sargento (Jamie Foxx) intenta calmarles a base de mantenerlos ocupados y con la promesa de que llegará el momento de salir a la arena y ser las máquinas de matar que creen y quieren ser. Mientras, las ganas se acumulan y la locura desborda; aunque, finalmente, parece que podrán liberarse, cuando les anuncian que de “escudo” pasan a ser “tormenta”. No obstante, continúan siendo los desesperados a la espera de siempre, los obligados a ingerir pastillas contra un posible ataque químico, a cavar trincheras, a caminar por la desorientación y a más verborrea que nada dice, salvo que se aburren y que la locura aflora, y que solo se tienen a ellos para divertirse y apoyarse.



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