domingo, 30 de mayo de 2021

French Cancan (1954)


<<El arte es por fuerza artificial>>,1 afirmó 
Jean Renoir en una entrevista que André Bazin le hizo, junto Roberto Rossellini. Y no sin razón, ya que el arte no nace natural, ni espontáneo, sino del proceso creativo del artista, en el caso del arte cinematográfico, del cineasta. Alegría, vitalidad, farsa son atributos comunes a La carreta de oro (La carrosse d’Or, 1952), French Cancan (1954) y Elena y los hombres (Elena et les hommes, 1956), tres películas que Jean Renoir rodó en decorados donde creó ensoñaciones coloristas, artificialidad y representación cinematográfica. Además, dos de las nombradas, La carroza de oro y French Cancan, cuentan con dos actrices (Anna Magnani y María Félix, respectivamente) que asoman en la pantalla como fuerzas de la naturaleza, viscerales y sensuales. Pero tampoco sorprende que María Félix se coma la pantalla, incluso cuando la comparte con un actor de la talla de Jean Gabin. Su arrolladora presencia es incapaz de contenerse y someterse, y ese descaro pasional lo asume Lola, su personaje en esta maravilla cómica, impresionista y musical que Renoir pinta con la ilusión y los colores de un adulto que, en su edad otoñal, fantasea y crea irrealidad y la esencia que existe detrás del sueño, mientras, insiste en no dejar de soñar. El artista Renoir hace cine, experimenta con el color y con las imágenes en busca de <<la verdad interior>> al tiempo que rinde homenaje al espectáculo —<<La respuesta ideal al problema del color está en evitar totalmente esta naturaleza, la verdad exterior, y trabajar únicamente en decorados [...] La verdad interior se oculta a veces detrás de un entorno puramente artificial>>2—, como parece confirmar sus personajes, que viven por y para el espectáculo; son el espectáculo, son sus ensoñaciones de amor y vida, como confirma que Nini (Françoise Arnoul) no desee regresar a su cotidianidad de lavandera, ni ser la esposa de Paulo o del príncipe Alexander; no quiere una vida “normal” ni de “princesa”, desea seguir viviendo el alegre y festivo cancán del colorista y vital Moulin Rouge.


<<Yo me daba cuenta de que tenía oportunidad de acercarme al cine importante. No quería desaprovechar la ocasión. Tengo fama de ser intransigente y pocos saben que soy capaz de pasarme horas estudiando algo que considero me puede enriquecer. Renoir era un maestro al que toda Francia admiraba y yo quería quedarme con sus secretos. Al fin que el cine también es mi oficio>>


María Félix: María Félix. 47 pasos por el cine.3


Lola es una mujer enamorada, belicosa, celosa, o quizá sus celos nazcan en la contrariedad que le genera que Danglard (
Jean Gabin) sea el único hombre a quien solo puede tener cuando él quiere, pues este es un descubridor/creador de talentos femeninos, de los que se enamora. Danglard es un “príncipe”, aunque no de la realeza, sino del espectáculo. Su reino se debe a la música, al teatro, a las mujeres, a sí mismo, a la ilusión de su propia libertad. Las ama a todas —llámense Lola, Nini o Esther (Anna Amendola)— y a ninguna, ya que, como creador del espectáculo, no puede atarse a sus musas; las utiliza para dar forma a su único amor. Para él solo existe la ilusión de crear y vivir el espectáculo o, yendo un paso más , sabe que él solo puede existir en constante estado de creación, aunque entremedias se tome algún respiro y susurre promesas de amor cuya validez es la brevedad del encuentro. La ilusión del amor y la alegría dominan este sueño pictórico y musical en el que Renoir juega con los detalles y con tonalidades alegres para dar color a su Moulin Rouge, sin prestar atención a la realidad externa y a los pormenores de tal empresa. Él lo hace impregnándose de la atmósfera popular que hereda el local en la explosión vital que domina en su apertura, cuando el empresario teatral logra dar forma física al júbilo y a la alegría. Danglard es un visionario, un creador de ilusiones, que no tiene un luis para llevar a cabo su visión, pero tiene otros recursos para crear su espectáculo. Tiene persuasión y elegancia, tiene una clase que no se observa salvo en él, puesto que obviamente es distinto al resto y así lo ven las mujeres. Es distinto en su búsqueda del constante sentir, de enamorarse de cada actriz, cantante y bailarina que descubre para su mundo teatral. Es distinto porque tiene la seguridad de poder hacerlo y, en el caso contrario, asume con caballerosidad que los contratiempos no impiden que todavía pueda hacerlo.


1.Rossellini, Roberto: El cine revelado (traducción de Clara Valle T. Figueras). Paidós Ibérica, Barcelona, 2000

2.Renoir, Jean: Mi vida y mi cine (traducción de Rafael Del Moral). Ediciones Akal. Madrid, 1993

3.Taibo, Paco Ignacio: María Félix. 47 pasos por el cine. Ediciones B. Barcelona, 2008.


2 comentarios:

  1. Renoir fue un orfebre, heredero, en buena medida, del talento que ya poseía su padre como pintor.

    Saludos

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