miércoles, 12 de mayo de 2021

V de Vendetta (2005)


Cualquier mente que realice una combinación simple de palabras obtiene de lo común el particular que cobra forma, nombre e imagen, en su pensamiento. Pues ya no son solo palabras, ni siquiera una frase simple, es la imagen de una persona, de un concreto, de un momento puntual que refiere un mundo de sensaciones, sentimientos, emociones, impresiones, esperanzas... La combinación en cada individuo señala lo obvio: la importancia de las palabras para representar el pensamiento, los recuerdos e incluso la identidad que cada quien confiere a las personas y a los instantes, incluso a uno mismo cuando entabla sus conversaciones íntimas. Sin palabras y sin otros signos lingüísticos desaparecería la posibilidad comunicativa. Y sin palabras (imagen de conceptos concretos y abstractos) careceríamos de referencias o de herramientas básicas para crear los espacios comunicativos interno y externo. En definitiva, las palabras son herramientas simples, pero necesarias para que cada pensamiento adquiera complejidad, objetividad y subjetividad, reduciendo o ampliando ideas, abstractas, complejas o sencillas. El lenguaje es neutro, no así quien lo emplea o lo censura, y quien le concede atributos e incluso sexo, pero esto sería atribuir en exceso a las palabras, aunque algunas tengan género y número. De cualquier manera, lo que me interesa señalar es que las mismas palabras son diferentes según quien las utilice y quien las interprete. Por ejemplo, recuerdo un día que me dije dividamos y simplifiquemos al máximo, y desaparecí. Mas todavía no para siempre —susurré antes de entrar en un espacio entre la consciencia y la inconsciencia. Al cabo de X minutos regresé de la siesta con la letra V en la mente. No me la quitaba de dentro. Insistía mientras tomaba café, y me invitaba a ver en ella mayor complejidad que la de su apariencia unitaria y solitaria me decía. Entonces, vi en ella al Imperio romano, a millones de británicos en guerra, a Nixon celebrando su ansiada victoria, a un amplio sector del público televisivo de la década de 1980, a lectores de viñetas y a espectadores de cine. Según quien la observe e interprete, y también según la época, la V puede ser más que una letra. Puede referir un pensamiento personal o colectivo, en mi caso un enlace entre la siesta y el café, pero también una reflexión que me recordó que la grafía V romana, hoy, sonaría mentirosa, y que la V formada por los dedos de Churchill durante la Segunda Guerra Mundial era doble. No me refiero a que fuese W, sino que era a la vez signo de victoria y de que os “den” nazis, pero, en realidad, era el ánimo y la confianza que brindaba al pueblo británico ante el miedo y la desesperación. Podría seguir con la V y llevarla a la pantalla televisiva, donde sugirió la amenaza de lagartos invasores liderados por Diana, la cazadora de roedores y de humanos, o a la V cinematográfica que remite al número de una celda y a la V de Vendetta (V for Vendetta, 2005), que James McTeigue dirigió a partir del guion en el que los hermanos, ahora hermanas, Wachowski adaptaban la novela gráfica escrita por Alan Moore e ilustrada por David Lloyd. Pero esa grafía, que algunos confunden y disfrazan de B cuando la escriben, tampoco es la única letra que puede implicar por sí sola pensamientos complejos, como corrobora la X anterior o la Z, que me cuenta la historia del Zorro, o la de una N que se niega a vivir postrada y ser parte del rebaño de enes, la de un borracho que regresa a casa o mismamente me refiere la curva peligrosa que viene después de la señal de tráfico. Y puede que en alguna ocasión me hable de muertos vivientes, que son los que ni usan letras ni palabras para crear ideas, reflexiones críticas y pensamientos complejos, pues prefieren perseguir a quienes todavía sueñan que piensan y se resisten a dejarse morder. En el Londres de Every Hammond (Natalie Portman) apenas nadie se resiste, ya que los han transformado en muertos vivientes que habitan una sociedad totalitaria y militarizada, una sociedad controlada por el líder Adam Sutler (John Hurt), mediante su sistema de vigilancia, propaganda y terror.



Poco o nada ha cambiado desde los tiempos de Z, la hormiga o el Zorro, respecto a los de V, ya que los tres luchan contra la tiranía y la opresión que esclaviza a las mayorías y condena a las minorías que los héroes liberarán, o con su ejemplo guiarán hacia la liberación que les lleve a otras manos, quizá mejores, quizá peores, quizá las mismas, pero con otros nombres. La sociedad en la que V (Hugo Weaving) despliega su arsenal pirotécnico, supuestamente para despertar conciencias dormidas y ofrecer una oportunidad de reinicio, es en ciertos aspectos mezcla de totalitarismos pasados y del Gran Hermano descrito por George Orwell en 1984, aunque también guarda similitudes con cualquier sociedad presente, pasada o futura, puesto que los humanos estamos definidos por egoísmos, miedos, intenciones, pasiones y deseos, por dudas y contradicciones, por el anhelo de poder en unos y el sueño de liberación de otros, por amores y traiciones, por la dudosa autodefensa que nos encadena más si cabe. De modo que el futuro expuesto en V de Vendetta no apunta nada nuevo ni viejo, solo toma lo que estuvo y está ahí, al alcance de cualquiera, y lo toma para realizar un film de acción que se disfraza ya no de V, sino de sesudo y revolucionario. Y desde esa apariencia realiza una distopia que se posiciona a favor de las diferencias, de la libre expresión de palabras y pensamientos, de la libertad en general, y de esa letra que posee significado complejo, puesto que es un símbolo o, como responde el enmascarado (cuando le preguntan por qué no muere después de ser acribillado), porque V es un ideal, y <<los ideales no mueren>>. Aunque omite que cualquier ideal está condenado a vivir por siempre en su isla de If, en la fantasía de sí mismo, la que nace en las mentes, que es el único lugar donde brilla esplendoroso. Su mundo es el de las palabras e ideas, el de los sueños e ilusiones; el lugar donde las imágenes mentales permiten que la compasión, la solidaridad, la justicia universal o la libertad sean posibles en su perfección. Fuera de ahí, en el mundo físico, lejos de Matrix y Vendettas, la compasión corre el riesgo de ser destruida por la opresión de mayorías y minorías, la solidaridad puede esconder intereses particulares y las libertades pueden verse amenazadas por tiranías que golpean derechos fundamentales como la libre expresión de palabras, pensamientos y letras tan “polisémicas” e idealistas como V y Z.




No hay comentarios:

Publicar un comentario