jueves, 8 de abril de 2021

Algunos hombres buenos (1992)


Dudo que fuese la intención de los responsables de 
Algunos hombres buenos (A Few Good Men, 1992), pero la respuesta que Jo (Demi Moore) le da a Sam (Kevin Pollak) cuando este le pregunta por qué le gustan tanto los dos soldados acusados de asesinato, que ambos defienden formando equipo junto a Daniel Kaffee (Tom Cruise), resulta tan efectista como simplista. Ninguno de los dos se plantea si la contestación, que parece concederle razón moral a la capitana, encierra una realidad que deriva de la “filosofía” y la política internacional del país donde viven. Ella le responde con un <<porque vigilan el muro y dicen nadie os hará daño esta noche. Durante mi guardia, no>>.  Y ante tal respuesta, cabe pensar que Jo no es consciente de que la única guerra dentro de las fronteras estadounidenses fue la Civil, que el resto de las contiendas en las que ha participado su país se han librado dentro de las fronteras de otras naciones, en muros lejanos —el ataque japonés a Pearl Harbor se llevó a cabo sin declaración de guerra previa, lo que supone que se produjo en tiempo de paz; fue el único ataque militar de una fuerza extranjera en territorio estadounidense, pero tan traumatizante que probablemente permanezca en el subconsciente. Quizá Jo no comprenda que su respuesta le acerca al coronel Jessep (Jack Nicholson) o que haya contestado con esas palabras para contraatacar a Sam, que antes le dijo que sus defendidos no le gustan porque abusaron de alguien más débil; y para él, no hay orden que justifique los abusos a un inocente. El pensamiento de Jo es deudor del “América para los americanos”, de la ambigua doctrina promulgada por aquel presidente que pretendía “legitimar” y advertir al mundo de la irrupción estadounidense en el panorama internacional. La frase y la doctrina Monroe indicaba una postura expansionista, con la que se ponía fin a la intervención europea en América y daba luz verde al dominio e influencia estadounidense, que empezó a ser notable a partir de 1898. De ahí que, más de un siglo después, Jo asuma que los marines en la isla de Cuba están defendiendo y salvando vidas estadounidenses. Considera que su nación está en peligro, que podría ser atacada, sin pensar que quizá ellos sean agresores. En este punto se parece al coronel Jessep, quien asume que su misión es salvar vidas, como si de no estar él ahí, su nación fuese vulnerable. Son pensamientos plenamente estadounidenses, fruto de la guerra fría y del militarismo, pero, más allá de esto, no es una cuestión de defensa, sino de ocupación. Pero ahí se terminan las similitudes entre la abogada militar y el jefe de la base de Barlovento, puesto que la actitud de la capitana, más que simplista, es ingenua, mientras que la del coronel es totalitaria, arrogante e intransigente, ya que se encuentra plenamente convencido de que su verdad, su misión en la vida, <<salva vidas>>. Sin embargo, solo sabemos que un hombre bajo su mando ha muerto en circunstancias que apuntan que se ha cometido un homicidio, del cual se acusa a los defendidos por Danny, Jo y, de mala gala, Sam.


Senderos de gloria (Path of Glory; Stanley Kubrick, 1957) o Rey y patria (King and Country; Joseph Losey, 1967) desarrollan juicios militares sin juzgar a un militar concreto. Lo que ambas películas juzgan es a la propia institución militar. Esto no lo hace Rob Reiner en Algunos hombres buenos (A Few Good Men, 1992). No pretende un film antibelicista, ni lo desarrolla durante una guerra, tampoco el director de Misery (1991) expone una crítica, ni duda del modus operandi del ejército, ni de sus mandos, ni del orden a seguir. Reiner solo juzga el mando de un hombre. Prefiere individualizar y encontrar un culpable con rostro, que señalar a un pilar básico de su país, cuyo talante belicista se puede rastrear en su propia historia. Por otra parte, es consciente de que está realizando cine comercial, para nada reflexivo ni exigente. Busca espectáculo y el lucimiento de sus estrellas, encuentra ambos y los ofrece empleando una narrativa clásica y entretenida. Dicho “clasicismo” bebe antes de films como Anatomía de un asesinato (Anatomy for a Murder; Otto Preminger, 1959) que de las nombradas arriba, pero carece de la negrura y del calado psicológico y emocional del film de Preminger. Reiner no profundiza, da prioridad al personaje de Cruise, cuya superficialidad se maquilla con la sombra del padre, y el duelo en el tribunal donde el código rojo es la excusa para alcanzar el clímax, la victoria y el éxito en la maduración personal de Danny.




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