jueves, 15 de abril de 2021

1945 (2017)


Julio de 1945, la guerra en Europa ha concluido. ¿Y ahora qué? Un nuevo mapa político, una nueva era, una nueva inestabilidad, aunque, en realidad, nada es nuevo. Hungría es uno de esos países que se encuentra ante su reconstrucción. Pero ese no es el problema, sino el eco del pasado que alcanza el hoy para devolver al presente miedos, odios, crímenes, silencios, complicidades y culpas. El antisemitismo no fue una exclusiva nazi ni del siglo XX, sino que se extendía por toda Europa y desde siglos atrás. Pues, ¿acaso existe otra explicación para las persecuciones y expulsiones del pueblo judío a lo largo de la historia o los diferentes grados de complicidad en los distintos países ocupados por los nazis?


Esa única jornada en la que se desarrolla 1945 (2017) es un día, pero también son años, e incluso décadas de violencia, atropellos, injusticias, fanatismos, racismo, xenofobia. Eso es lo que se desprende de las imágenes y de la historia propuesta por Ferenc Török, que concentra el drama en un instante tenso y de violencia soterrada, pero son minutos que transcienden tanto el tiempo como la ubicación temporal, puesto que no se trata solo de sensaciones y características de una pequeña localidad ni de un país en particular. En realidad, el realizador húngaro no se limita a lo que muestra, expande con lo que insinúa a partir del antisemitismo y de la codicia de los gentiles del pueblo que vieron su oportunidad para medrar y enriquecerse a costa de sus vecinos judíos. Entonces nadie era culpable, porque nadie había para señalar su culpa. En su ensayo Sobre la violencia, Hannah Arendt escribió <<Si todos son culpables, nadie lo es; las confesiones de culpabilidad colectiva son la mejor protección contra el descubrimiento de culpables, y la magnitud del delito es la mejor excusa para no hacer nada.>> En 1945, los habitantes de la localidad son culpables, lo saben y lo han callado, ahora se justifican diciendo que todo fue legal, se apoyan en que, entonces, las leyes nazis y las escrituras de las propiedades legalizaron su expropiación, su crimen, pero la legalidad solo es fruto del orden que la establece. Si no, ¿por qué temen y ocultan? En su culpabilidad, la de un delito que sabe que han cometido y que tratan de dejar enterrado en el pasado, son iguales que los habitantes de Conspiración de silencio (Bad Day at Black Rock, John Sturges, 1955), que temen el eco de su criminalidad, de su culpa, de su racismo, cuando el forastero interpretado por Spencer Tracy devuelve, con sus preguntas, el fantasma del pasado que creían enterrado. Como en el film de Sturges, con el que no guarda parecido formal, 1945 se ubica una pequeña localidad, en la posguerra, y en una sola jornada. En ambas hay un pacto de silencio, que oculta un crimen, la tensión se palpa en el ambiente, igual que la amenaza de un brote violento, pero ahí concluye la semejanza. Al inicio del film, suena en la radio una voz que habla de la guerra, pero esta ya queda lejos, el conflicto del que se habla se desarrolla al otra lado del mundo, en Japón. En ese pueblo húngaro, donde la presencia de los soldados del Ejército Rojo, que pasa de fuerza liberadora a ocupante, se deja notar, es día de fiesta, un día de boda, pero también la jornada del regreso de dos judíos. Con ellos regresan los fantasmas, aparecen las culpas, se recuerdan las delaciones y las apropiaciones de bienes ajenos, el antisemitismo vuelve a la superficie y el remordimiento, por miedo al castigo, se une a los otros espectros, que nunca se habían ido, solo permanecían ocultos, a la espera de reaparecer para recordar a los habitantes del pueblo que se quedaron con las casas y los negocios de la comunidad hebrea, que se quedaron con sus bienes y que decidieron sobre sus vidas o, cuando menos, fueron cómplices del crímen.

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