Los habitantes de Black Rock están sorprendidos, quizá asustados, y se preguntan por qué el expreso se ha detenido en su pueblo tras cuatro años sin hacerlo. Del tren se baja un desconocido, un tipo silencioso que pregunta por un tal Komaco. Ese nombre reabre viejas heridas y provoca la hostilidad en varios de los vecinos, quienes amenazan, hostigan e intentan provocar a un hombre que no cree que el individuo que busca se haya marchado. La situación es tensa, el peligro amenaza a MacReeady (Spencer Tracy), un individuo que tan solo pretende entregar la medalla póstuma concedida al hijo de Komaco y en su lugar descubre una terrible sospecha, el más que probable asesinato del estadounidense de origen japonés a manos de Smith (Robert Ryan) y sus secuaces. Entre el thriller y el western moderno, John Sturges realizó en Conspiración de silencio (Bad Day at Black Rock, 1955) una película de excelente factura, de ritmo tenso y amenazante, donde la acción se desenvuelve en un solo día y, prácticamente, en una sola ubicación: ese pueblo del oeste que semeja anclado en un tiempo pasado, donde la ley no la representa quien luce la estrella (Dean Jagger), sino por el poderoso terrateniente que lo ha elegido; y no precisamente por sus cualidades.
En ciertos aspectos similar a lo realizado por Fred Zinnemann en Solo ante el peligro (High Noom, 1952), como la soledad del protagonista frente a la violencia que le amenaza, este intenso thriller Sturges se centra en ese hombre, MacReaady, que se encuentra atrapado en un pueblo en el que tiene las horas contadas. Nadie se atreve a confesar la verdad de los hechos acaecidos al inicio de la guerra, y menos aún a ayudarle a escapar con vida de la trampa mortal que significa permanecer en Black Rock. No pasan trenes, no hay autobuses y los vehículos privados le son negados por orden de ese tal Smith, semeja el jefe del lugar, en quien se descubre un odio irracional hacia la figura de japonés desaparecido (que se podría generalizar a todo que le recordase el ataque a Pearl Harbor). A medida que avanza el día, MacReeady se relaciona, por decirlo de alguna manera, con diversos individuos, entre los que destaca el doctor del pueblo (Walter Brennan), quien encuentra en el forastero la posibilidad de redimirse de su no actuación cuatro años atrás. El doctor se posiciona, inicialmente, es el único que lo hace, ha llegado la hora de ser un buen ciudadano y romper el silencio y la vergüenza en la que ha vivido durante los últimos tiempos. Sin embargo, su ayuda es insuficiente, MacReedy continúa amenazado, se le acaba el tiempo y las provocaciones prosiguen. Sin embargo, este hombre de apariencia cansada, con un brazo inutilizado consecuencia de una herida de guerra, es más de lo que parece. Sabe defenderse, sabe controlarse y, lo que es más peligroso para él, sabe lo que ha ocurrido en un pueblo en el que la ley es elegida a dedo por ese cacique llamado Smith. Black Rock es un pueblo controlado, un lugar temeroso tanto de su dueño como del pasado que ha despertado MacReeady. Para Black Rock es un mal día, pero que podría empeorar y convertirse en un calco de otra jornada del pasado, aquella en la que nadie actúo, cuando decidieron que lo mejor sería permanecer impasible y guardar silencio.
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