En un primer momento de Las joyas de la familia se observa a Willard (Jerry Lewis) y a la pequeña Donna Peyton (Donna Butterworth) jugando en un campo de baseball como si fuesen padre e hija, y sin embargo resulta que él trabaja para ella como chófer y guardaespaldas, aunque no se tarda en comprender que su relación sí es paterno-filial, además se descubren como los únicos personajes que se muestran sin necesidad de máscaras o mentiras que oculten sus defectos o sus deseos, y lo hacen porque son ajenos a las apariencias, al dinero o al éxito que si rigen el comportamiento de los demás. La prioridad absoluta de Williard es el bienestar de la niña a quien cuida y atiende como si fuese su propia hija, sin embargo, Donna no puede escogerle como nuevo padre porque el testamento del auténtico deja claro que ha de elegir entre sus seis tíos, aunque mejor sería decir cinco, porque a Bugs, el gángster fantasma, se le da por muerto. El periplo familiar de la niña se inicia en compañía de su amigo, a quien escogería sin dudar como padre desde mucho antes del fallecimiento del biológico, pero, obligada por la última voluntad paterna, debe separarse de Willard y convivir durante dos semanas con cada uno de sus estrafalarios parientes. De ese modo, Donna descubre a su tío James, un viejo lobo de mar que miente sobre sus experiencias marinas, a Everett, el payaso que solo piensa en el dinero mientras habla de lo mucho que detesta la risa de los niños, a Julius y su dudoso talento para fotografiar a las modelos que lo aceptan por ser el fotógrafo, al capitán Eddie, que ni disfrazando su trimotor logra disimular sus carencias, y a Sheylock, que asume la personalidad de Sherlock Holmes hasta que se sumerge en una partida de billar a la que concede prioridad sobre la seguridad de su sobrina, en ese instante secuestrada por Bugs. Para demostrar que todos los tíos poseen un doble rostro, Lewis desarrolló una serie de gags que se encuentran entre los más logrados de su filmografía, destacando el recuerdo marino de tío James, en el que sus palabras se ven desmentidas por las imágenes que evoca, las peripecias aeronáuticas del capitán Eddie o la habilidad sobre el tapete de ese detective a quien siempre acompaña su querido Matson (Sebastian Cabot), aunque en todo su conjunto se descubre el ingenio y la personalidad de su creador, que llevó al extremo un discurso pesimista sobre las apariencias, así como el significado que estas tienen dentro del entorno que obliga a inocentes como Willard y Donna a dejar de serlo y aceptar el engaño como único medio para alcanzar aquello que saben verdadero.
lunes, 14 de abril de 2014
Las joyas de la familia (1965)
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