martes, 20 de septiembre de 2011

La muerte tenía un precio (1965)


Sin más campaña publicitaria que el efectivo boca a boca extendiéndose por toda Italia y parte del extranjero, Por un puñado de dólares (Per un Pugno di Dollari, 1964) alcanzó un éxito inesperado para sus responsables. Pero lo fue, y lo fue tanto que desató la fiebre del western italiano que se propagó a lo largo de films que, con mayor o menor fortuna, tomaron como referencia la película de Sergio Leone. Con este panorama de admiración (y también de rechazo) el cineasta asumió la realización de su segundo western con un presupuesto de 600.000 dólares (el triple que en su anterior largometraje) y siguiendo las características mostradas con anterioridad, pero llevándolas un paso adelante: dos antihéroes en lugar de uno, la música como un personaje más y mayor ironía en el guion escrito en colaboración de Luciano Vincenzoni. Sucio y plagado de seres violentos, en el oeste de la trilogía del dólar los representantes de la ley son sustituidos por el mercenario y los cazarrecompensas interpretados por Clint Eastwood, hombres de pocas palabras y de gatillo rápido que no persiguen justicia ni venganza, tampoco se plantean encontrar su lugar en el mundo, solo buscan dinero, pues este se convierte en el motor existencial de los personajes. En La muerte tenía un precio (Per qualche dollaro in più, 1965), el cazador de forajidos interpretado por Eastwood comparte realidad existencial con el coronel a quien dio vida Lee Van Cleef (no sería descabellado decir que ambos son dos edades de la misma persona), aunque esta realidad se distancia por la diferencia de años que separa la ambición del primero de la desencantada madurez del segundo, una diferencia que se observa tanto en los métodos empleados como en las distintas motivaciones para su asociación en la caza de la banda del "Indio" (Gian Maria Volonté). La película se inicia presentando a sus tres protagonistas: el coronel Mortimer (Lee Van Cleef), que ha desarrollado un sistema propio, basado en la puntería, que le ha mantenido con vida hasta ese momento; "el manco" (Clint Eastwood), otro caza recompensas efectivo, rápido y letal, que recuerda en todos los aspectos al mercenario de Por un puñado de dólares, no en vano fue interpretado por el mismo actor, con el mismo atuendo y fumando la misma marca de cigarros toscanos, pero cobrando 50.000 dólares en lugar de los 15.000 que se había embolsado por su anterior trabajo; y por último, el "Indio", cuya adicción a las sustancias alucinógenas remarca su desequilibrio. En un primer momento Mortimer y "el manco" lo persiguen por separado, pero en su encuentro en El Paso, se evalúan y así se comprende que estos pistoleros son las dos caras del mismo antihéroe de Leone, un ser solitario y silencioso, cuyo carácter se muestra en sus movimientos y en sus miradas, nunca en sus palabras. Mortimer y el "manco" hablan cuando es preciso hacerlo, y no lo hacen para exteriorizar emociones, ni el pasado (en el caso del coronel) o la idea de futuro (un rancho para el joven) que les ha impulsado ha llevar una existencia que tasa la vida en un puñado de dólares. Sin embargo no son asesinos, al menos no como el Indio, que no duda en asesinar a su compañero de celda o a la familia de aquel que le había traicionado, para poco después ofrecerle la oportunidad inexistente de dispararle en cuanto la música de su inseparable reloj deje de sonar. En ese instante la cámara se detiene en un rostro, luego, en otro, vuelve al anterior y recorre al del resto de los presentes para regresar al primero mientras el tiempo avanza al compás de la banda sonora compuesta por Ennio Morricone, que se convierte en un complemento necesario en los enfrentamientos, porque ella anuncia lo inevitable, resaltando el agónico tiempo de espera que antecede al instante durante el cual los revólveres abandonan su fundas. Realizadas las presentaciones, Sergio Leone expuso los hechos que llevan a estos tres individuos hasta Santa Fe, donde el Indio pretende dar su siguiente golpe: asaltar un banco inexpugnable. Como consecuencia, los dos héroes se unen en su intención de darle caza, primero porque ellos son catorce, segundo porque podrían ser quince, y ese otro podría ser el coronel o el manco, y tercero porque, cuando dos ejércitos atacan desde posiciones enfrentadas, uno o los dos podrían resultar heridos. Estas tres razones son expuestas por Mortimer, lo que confirma que los años han hecho de él un ser juicioso, de ahí que su homólogo le pregunte si alguna vez fue joven o qué le sucedió en ese pasado al que nombra en un susurro. El Oeste de Leone es reconocible en todo momento en un entorno inhóspito, sucio y peligroso, tanto como lo son los seres que en él habitan, tipos que no muestran temor, porque ellos son quienes lo producen; es su oeste, un lugar donde las dudas y las emociones no tienen cabida, porque concluida la música que suena en el reloj solo hay un segundo para intentar desenfundar en ese espacio circular que representa el ruedo de la vida y de la muerte característico en los cuentos de hadas para adultos del realizador italiano.

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