martes, 1 de agosto de 2023

El silencio antes de Bach (2007)

En la historia de la humanidad, del arte y de la música, existe un antes y un después de Johann Sebastian Bach, y Pere Portabella así lo comprende y así intenta mostrarlo en su película El silencio antes de Bach (Die Stille vor Bach, 2007), que no es un documental ni una biopic; y si lo es, no hay otro que se le parezca. Como Huillet y Straub en Crónica de Anna Magdalena Bach (Chronik der Anna Magdalena Bach, 1968), el cineasta catalán crea al margen y rompe tópicos para construir un espacio cinematográfico de imposible o difícil catalogación, en todo caso original, por suyo, que va llenando con música, a partir de la cual nace lo demás. Su inicio de película descoloca y al tiempo ubica en el interior de un edificio de superficie vacía y paredes blancas. La cámara descubre una pianola mecánica. Se mueve a ritmo de la música que reproduce, llenando el primer espacio cinematográfico de este personalísimo acercamiento a la biografía de Bach, a la historia, al arte y a la música en particular, a como esta se encuentra presente en la vida cotidiana, en lo religioso y lo profano, en la construcción y en la destrucción, en lo humano y en lo que hemos dado en llamar divino. Forma parte de nuestros orígenes y nuestros presentes, posiblemente desde la primera y accidental interpretación armoniosa de los sonidos que nos rodeaban y nos descubrieron lo musical, sonidos que cambiaron la percepción del mundo antes de que entrásemos en la Historia. Pero fueron los genios como Bach los que llevaron lo musical al “lugar” que llamamos arte, más allá de lo común, de lo sacro y de lo profano, entre lo humano, lo diabólico y lo divino —signifique esto lo que signifique, pues, en realidad, quién alcanza a racionalizar con perfección musical el significado de este arte cuyos sonidos han sido definidos tantas veces como diabólicos o divinos—.

En su película, Portabella, representa pasado en el presente; rompe o juega con el orden y el tiempo cronológico y construye de cero: ese momento inicial del cual avanza para diversificar su atención, siempre representando en la pantalla. Toma del cine documental y de la ficción para no realizar ni lo uno ni lo otro. Realiza una construcción musical-visual, pues su material primigenio son la imagen y las composiciones de Bach —dos sonatas de Felox Mendelssohn y un estudio de Gyorg Ligety—, a partir de las cuales crea un film que nada tiene que ver con la biografía, aunque ofrezca datos sobre Bach e incluso cuente la leyenda del carnicero de Mendelssohn —según la cual, el compositor descubrió la partitura de La pasión según San Mateo en la envoltura de la carne que uno sus sirvientes había comprado en el mercado—, ni con el cine musical, ni con el documental. Su ruptura con lo convencional le viene de sus inicios profesionales, ya en su faceta de productor de Los golfos (Carlos Saura, 1949), El cochecito (Marco Ferreri, 1960) y Viridiana (Luis Buñuel, 1961), y en El silencio antes de Bach le proporciona la libertad y la riqueza artística suficientes para hablar y dejar que las imágenes y las voces hablen de Bach, de la música en la cotidianidad, sea la del transportista, la del dueño de la tienda de instrumentos musicales o la del guía turístico de Leipzig. También resulta cotidiana la música en el metro, mientras se viaja de un lugar a otro, acompaña, forma parte del panorama, aunque no del modo en el que Portabella la expone en el metro de Dresde, donde, en uno de los vagones, varios jóvenes tocan el violonchelo. Igual, aunque distinto, muestra una ficción con Bach tocando su música como una supuesta realidad y ya en este supuesto, Shuchart, el guía turístico, asume el rol del compositor ante un grupo de turistas que visita Leipzig y comenta que el músico fue “kantor” de la Iglesia de Santo Tomás y director musical de la ciudad alemana a la que llegó en 1723; y en la que estuvo hasta 1750. Declara que fue su periodo más fértil, con unas quinientas composiciones musicales, sacras y profanas. Allí está enterado y su tumba es lugar de peregrinación para miles de melómanos y admiradores.



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