La que ganó los premios Oscar, Globo de Oro y David di Donatello (a la mejor actriz de reparto) fue Goldie Hawn, que debutaba en la gran pantalla con su interpretación de Toni, pero quien gana las simpatías y corrobora que también puede lucir en la comedia es Ingrid Bergman en su papel de auxiliar de clínica dentista para un odontólogo un tanto mujeriego. Julian (Walter Matthau) solo ve en la señorita Dickinson a la enfermera eficiente que atiende las llamadas y le saca de cualquier apuro en el trabajo. Laboralmente, ella le es imprescindible. Sabe que es eficiente, leal, resolutiva y que no se entromete en su vida de crápula; y la valora por ello. Pero la relación de ambos se lía debido a una mentira del dentista, con la que había pretendido ocultar su soltería, que obliga a la enfermera a hacerse pasar por su mujer. Julian es un hombre sin compromisos, ni los quiere, excepto el de tener amante: Toni, con quien lleva un año de relación y a quien ha pretendido abandonar sin éxito, pues se da cuenta de que quiere estar con ella. Y por eso se inventa que es casado y con tres hijos. El enredo pinta bien, de hecho, funciona sobre todo gracias a la labor del trío protagonista. La presencia de Walter Matthau y la del guionista I. A. L. Diamond se asocian con el cine de Billy Wilder, pero Flor de cactus (Cactus Flower, 1969) nada tiene que ver con el director de En bandeja de plata (The Fortune Cookie, 1966), pero esa asociación me lleva a la pregunta “¿cómo lo haría Wilder?” Distinto. Y ahí es donde se aprecia el trabajo de Wilder en el guion de sus films. Pero dejando a este genio tranquilo, ya que nada tiene que ver con esta comedia de enredo, de triángulo amoroso y de engaños y mentiras como ejes que permiten avanzar a los personajes hacia lo que ya se sospecha inevitable (desde prácticamente el inicio), Gene Saks, el director de todo el asunto, sale bien parado y realiza un film simpático, como ya había hecho en sus dos anteriores películas, ambas adaptaciones de las obras teatrales de Neil Simon —Descalzos por el parque (Barefoot in the Park, 1967) y La extraña pareja (The Odd Couple, 1968)—, y ahora lo hacía de la puesta en escena de Abe Burrows, quien, a su vez, había adaptado a Broadway la comedia de Pierre Barillet y Jean-Pierre Grédy…
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