lunes, 17 de julio de 2023

Pedruscos, rocas y montañas

Hay que vivir atendiendo al presente, pero sin cerrar los ojos a los hechos del pasado, recordando y desvelando verdades ocultas, comprendiéndolas, para no golpearse cincuenta y tres veces con la misma piedra o que te aticen con ella el mismo número de ocasiones, ni resbalar una y otra vez sobre un piso resbaladizo, recién fregado porque estaba sucio, muy sucio, tanto, que para el fino olfato del sabueso, bajo el fuerte aroma artificial de pino o limón, la pestilencia todavía hiede. Qué fácil decirlo, y qué difícil practicarlo, porque siempre hay pedruscos, rocas y montañas que ciegan la visión del panorama al otro lado, y nunca un momento anterior se sospecha que pueda repetirse en uno posterior. Cierto, no puede, pero nada impide que se produzcan similares, fruto de acciones, decisiones y situaciones parejas que no evitamos, o no solemos evitar o no queremos hacerlo, porque los intereses e inquietudes de cada época, de cada sistema, de cada sociedad y de cada persona son otras o brillan por su ausencia, según cuando, donde y quien, o dicho más sencillo: carecemos de ganas y de memoria, o la tenemos selectiva o de pez, lo que supone novedad donde apenas hay ligeras diferencias, las naturales al momento, al individuo y al grupo. Me gusta el interrogante de Pío Baroja, también su respuesta: <<¿Somos como el animal que tira de una noria y que se hace la ilusión de que va por un camino nuevo, o somos pájaro que ve desde las alturas horizontes auténticamente desconocidos? No lo sabemos.>> (1) Y como no lo sabemos, quizá tampoco podamos saber si aquello que parece igual es totalmente diferente o viceversa. Sea como sea, la historia, la que podemos percibir e nuestro intervalo de vida, no se repite en nosotros ni en nuestro entorno (el que podemos abarcar y, de modo limitado, comprender), aunque haya hechos similares que apunten lo contrario y te susurren al oído “esto sucedió mañana”. En el individuo nada se repite, aunque nada nuevo asome en su cotidianidad; ni siquiera puede repetir de forma natural su pensamiento de antes, ahora —salvo que lo haya apuntado y lo lea o lo haya grabado y reproduzca, pero sospecho que esto no lo haría nadie o, quien sí lo hiciese, no le sonaría convincente—, aunque el pensamiento y el comportamiento de hoy sean similares a los de ayer y un reflejo de los de mañana...


(1) Pío Baroja: “Ayer y hoy”. Caro Raggio, Editores, Madrid, 1998.

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