martes, 18 de julio de 2023

The Report (2019)

No somos tan originales como para andar inventando a diario nuevas formas y verdades, aunque todo sea novedad, pero sí se le pueden dar distintos nombres a lo mismo y así conferirle al asunto un aire novedoso. El cine repite formas desde sus orígenes, con pequeñas variaciones, que a veces son de apariencia enormes y determinantes para ofrecer algo original y único: son las obras maestras y otras sin magisterio que también marcan un antes y un después. Pero el fondo, los temas a tratar permanecen inalterables o apenas se alteran porque los cambios humanos son lentos y más de apariencia que de esencia. Las inquietudes, los miedos, los deseos, las fobias, las ambiciones y los intereses suelen ser similares, aunque difieran en las capas de barniz y en las variantes personales y temporales. Reduciendo lo dicho al cine, un ejemplo sería el actual fabricado en Hollywood sobre hechos reales que señalan directa o indirectamente al sistema. Dicha “actualidad” cinematográfica se inicia en Hollywood con Todos los hombres del presidente (All The President’s Men, 1974); y con anterioridad en Z (Costa-Gavras, 1969). En todo caso son films distintos, tanto en forma como fondo, salvo que ambas abordan los abusos y malos usos del Poder, de quienes tienen acceso al Poder, como ya se apunta en El político (All The King’s Men, Robert Rossen, 1948) —ficción dramática que no bebe directamente de la realidad, sino de la novela de Robert Warren Penn—, por citar un ejemplo. La década de 1970 fue prolífica en este tipo de cine, que decayó en la siguiente, para resurgir posteriormente en títulos como J. F. K. (Oliver Stone 1991) y Malcolm X (Spike Lee, 1992). En todas ellas hay actuaciones en la sombra que permanecen ocultas y que los autores a través de sus personajes pretenden sacar a la luz. El mundo no físico se compone de un número similar de verdades y de mentiras. Apenas conocemos ni unas ni otras, damos por hecho lo que nos dicen y seguimos con nuestras vidas. Es lo más cómodo para todos, pero en ocasiones hay individuos que no se conforman e investigan ese espacio más oscuro, al que la mayoría no tiene, no puede y no quiere tener acceso. No resulta fácil, porque cada sistema es como un organismo vivo que se defiende ante el intruso que le amenaza; en este caso, que pretende llegar al fondo del asunto. Algo así le sucede a Daniel J. Jones (Adam Drive) cuando investiga el Programa de Detención e Interrogación empleado por la Agencia de Inteligencia tras el 11-S.

Las torturas pueden llamarse “técnicas mejoradas” y buscar en la ambigüedad legislativa un lugar donde ajustarla: <<si funciona, es legal; si no funciona, ilegal>>. Curiosa forma de interpretar la ley y, sobre todo, los Derechos Humanos que cualquier democracia presume defender y practicar. Pero el miedo todo lo puede y, entre otras cuestiones, se relaciona con el orden y el desorden de los sistemas políticos y sociales que se repiten a lo largo de la historia. Lo hacen de distinta manera y con diferentes protagonistas, pero conservando su esencia, sobre todo si hablamos de la ambición de cualquier poder y del miedo, el cual, una vez nos domina, suele desatar los instintos primarios, y no pocos de ellos resultan monstruosos. Sin ir más lejos, el miedo a ser atacado precipita el ataque del miedoso o el temor a perder su modo de vida, empuja al vividor a eliminar otros, aunque sea empleando prácticas de prevención, que sin eufemismos serían medios de tortura, como las descubiertas por Daniel Jones durante su investigación. Este personaje es el protagonista absoluto de The Report (2019), un film que se inicia en el presente y que va desarrollándose a lo largo del pasado que va desde la aprobación de los métodos de interrogación hasta ese momento en el que el bien, la democracia y la justicia, desvela y vence. Lo interesante de un film como el de Scott Z. Burns ya no es la forma, el cómo se expone ni los personajes, ni prácticamente nada, si ya se conoce el asunto que trata (y este resultó bastante sonado), ya que no se aleja del cine de denuncia hecho en Hollywood desde la década de 1970, aunque con periodos intermitentes, como parece corroborar que en la década de 1980 apenas se desarrollase.

En The Report, Burns propone la enésima vuelta de tuerca cinematográfica a la investigación y exposición de trapos sucios administrativos que periodistas o, en este caso, funcionarios como Daniel Jones intentan sacar a la luz para que la democracia en la que creen salga victoriosa de las prácticas bochornosas, corruptas, delictivas, poco claras o faltas de ética que plantean films como Todos los hombres del presidente o más recientemente Los archivos del Pentágono (The Post, Steven Spielberg, 2017), y tantas otras producciones que vuelven y vuelcan su atención sobre situaciones que no son la misma. Por tanto, no se repiten, pero guardan aspectos comunes, tales como ambigüedad, mentiras, falta de ética, practicas ilegales e incluso, en casos señalados, criminalidad. La investigada por el demócrata a quien la senadora Feinstein (Annette Bening) encarga un informe sobre el Programa de Detención e Interrogación empleado por la Agencia de Inteligencia, de los métodos de fuerza bruta y condicionamiento psicológico empleados en los interrogatorios de sospechosos de terrorismo. El 11 de septiembre de 2001, implica un antes y un después en la historia, también en la del cine. El mundo occidental cambió ese día, porque el atentado sufrido por Estados Unidos, país que por entonces llevaba la voz cantante internacional, sembró temor donde antes había confianza y seguridad, presunción y cierta prepotencia, así como la creencia de superioridad moral, militar y económica; de modo que las reglas del juego variaron, al establecerse el miedo como punto de partida y, una vez arraigado, el ajuste de cuentas y la supuesta prevención de futuros atentados dan vía libre a situaciones ambiguas ya expuestas en Camino a Guantánamo (The Road to Guantanamo, Michael Winterbotton, 2006) o La noche más oscura (Zero Dark Thirty, Kathryn Bigelow, 2012), en las que se exponen las sombras antidemocráticas ocultas en un país que predica libertad y democracia. Es contradictorio, pero quizá solo sea la incongruencia de creer democrático aquello que llamamos como tal, pero cuyos usos parecen apuntar que los derechos lo son para unos y no para todos. Entonces ¿qué es un estado democrático? ¿Existen realmente o solo existe su posibilidad, su deseo, cuando todo va bien, es decir, cuando el estado de las cosas resulta al gusto de quien las dicta?



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