domingo, 30 de julio de 2023

Superman III (1983)


El inicio de Superman III (1983) homenajea al slapstick sin apenas prestar atención al héroe, que asoma despistado por esas calles de Metrópolis, mientras el caos tiene su orden cómico. En ese arranque, Richard Lester parece decir (a medida que avanza el metraje, lo confirma) que no busca entretener con acción adrenalítica ni con fantasía, sino con humor y burla. Debido a esa prioridad, resulta una secuela (auto)paródica, gamberra e infantil, aunque también resulta irregular, pero, en todo caso, no deja de tener su lado subversivo: el no tomarse en serio, ni a los personajes ni al cine de superhéroes, cuyo infantilismo remite al que empieza a dominar cuando se confirma el reinado de los ordenadores y del vídeo-juego, de ahí que, partiendo del guion escrito por David y Leslie Newman, Lester se burle concediendo protagonismo a Richard Pryor en un papel de genio informático salido del paro.


El de Pryor no es el único personaje burlesco que asoma en la pantalla; lo son todos, desde Lorelei (Pamela Stephenson), la supuesta rubia tonta que permite hacer un guiño a Nacida Ayer (Born Yesterday, George Cukor, 1940), cuando la descubre leyendo la Crítica de la razón pura —y resulta que entiende a Kant, cuando apenas nadie logra hacerlo—, hasta Vera (Anne Ross), la hermana villana del villano de turno, una mujer con toda la mala leche que no muestra su hermano y que acaba atrapada en la súper máquina inteligente que se desata en su intención de controlar el mundo. Ese instante supone otra burla y otro homenaje —el ser humano devorado por la máquina: Metrópolis (Fritz Lang, 1927) o en Tiempos modernos (Modern Times, Charles Chaplin, 1936)—, como también lo es enfrentar a Superman (Christopher Reeve) a su parte egoísta, corrompida, indiferente, abrumada por tener que ser lo que se espera de él, sin poder ser contradictorio, el medio él que le concedería mayor humanidad y menor heroicidad… Tal reverso oscuro apunta un personaje imperfecto, por tanto, más humano que su imagen luminosa. El héroe se transforma en antihéroe. Sufre un desdoblamiento similar al que marca la tragedia de Balduin en El estudiante de Praga (Der Student von Prag, Stellan Rye y Hanns Heinz Ewers, 1913), y en posteriores versiones, más que al enfrentamiento maquinismo-humanidad en Metrópolis de Lang. En ambos casos, en el de Balduin y Superman, se trata de un desdoblamiento psicológico, más que físico, pero resulta evidente que el de Superman también es parte de la burla con la que Lester pretende caricaturizar el cine de superhéroes, riéndose de los estereotipos de héroes y villanos. Salta a la vista en Superman y en el malvado al que da vida Robert Vaughn, que resalta la caricatura del Lex Luthor de Gene Hackman, que ya era un personaje exagerado y paródico, y le da ese aspecto de niño grande con juguete nuevo que le permite “disfrutar” la realidad como si fuese un videojuego…




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