La clave de la existencia, si es que existe algo similar, es existir y esta clave la rige lo absurdo de la realidad, una realidad que cada uno percibe según sus experiencias, sus conocimientos y su ignorancia, pero no siempre ve su falta de lógica, su imposibilidad de planificación y determinación. “No por mucho madrugar, amanece antes”, dijo un grupo de sabios populares a altas horas de la noche. “Gran verdad”, concluyeron, alguno con un bostezo, antes de acordar que ninguno se iría para casa, ni se acostaría en cama conocida o desconocida, hasta el amanecer. Ansiosos por comprobar si la experiencia confirmaba su creencia. Amaneció, pero no sabían si más tarde o más temprano, pues no habían despertado ni madrugado, sino pasado la noche en vela. Al día siguiente, decidieron que alguno durmiese y otros no. Así pretendían corroborar la hipótesis que empezaba a convertirse en una obsesión para todos ellos. Amaneció un nuevo día; pero los dormidos, que no pudieron ser testigos del alba, eran incapaces de determinar si lo había hecho antes o después, incluso les era imposible determinar el cuándo. Tampoco era una posibilidad para los insomnes, pues el no dormir les impedía confirmar una parte de la proposición: les impedía madrugar, por tanto no podían ni afirmar ni negar, solo presumir una u otra posibilidad. Por fin, decidieron dormir todos, y cada cual que fuese despertando anotase lo que viese a través de la ventana. El primero anotó “oscuridad”, y volvió a acostarse; el segundo “oscuridad”, y regresó entre las sábanas; el tercero, lo mismo, aunque se metió en un saco de dormir, puesto que el suelo era frío… y así hasta el último de ellos, que apuntó: “claridad” y se metió en la ducha porque el sol lucía su mediodía. Esto les llevó a la conclusión de que su hipótesis no era del todo errónea, pero tampoco correcta, pues solo para quien menos madrugó había amanecido antes; el resto hubo de aguardar a despertar de nuevo. “Esta lógica es la ilógica”, concluyeron algunos, mientras varios negaban y afirmaban moviendo la cabeza; por lo que todos acordaron llamar a su desacuerdo “la lógica del sí y el no en un mismo suceso y tiempo”. Nadie dijo más, pues algo habían aprendido. ¿Qué? Ni idea. No lo dejaron por escrito. De modo que nunca lo sabré. Pero volviendo al principio, a menudo las decisiones son acertadas o erróneas y los “planes” salen bien o mal por el azar o el imprevisto, y ni siquiera esto, puesto que tampoco podemos saber cómo habría sido lo que no sale o si lo que sale es lo único que podría suceder. Es ahí, en esa imposibilidad, en ese absurdo, donde el resultado escapa a nuestro control y a nuestros absolutos; que obviamente no lo son. Entonces, ante situaciones como el amanecer, uno piensa y concluye: quién me lo iba a decir, parece increíble despertar en el momento justo, pero así es. Claro que muchas veces lo increíble se presenta para darte gusto o por saco...
Foto: Sagres (Portugal), hace décadas, un siglo o un millón de años, pero, en todo caso, fue el momento justo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario