Donde se asentó y se desarrolló una comunidad nació su cultura y su arte. A partir de entonces, hubo muchas y en todos los continentes, algunas desaparecieron y otras evolucionaron al entrar en contacto con las ajenas. Es indudable que las culturas se influyen entre sí, aunque ahora ya va siendo una la que se impone a escala mundial. Quizá sea hibrida, pero homogeneiza y va eliminando rasgos de las autóctonas; lo cual empobrece y depara simplismo. Pero si volvemos la vista atrás, no sorprende ver cómo la egipcia influyó en la griega clásica y esta en la macedonia de Alejandro y en la romana, que a su vez se impuso a las de los lugares conquistados por la República y el Imperio, pero conservando parte de los rasgos de aquellas, lo que deparó la primera cultura “globalizada”. Conservando bajo el estrato romano las características de cada provincia, se romanizaba: mismo idioma, mismas formas arquitectónicas, mismo sistema político y social y, ya con la aceptación del cristianismo, misma religión. Pero esa cultura grecorromana y judeocristiana viviría su contacto (en sus primeros momentos, belicoso) con pueblos germánicos y asiáticos que depararían variantes culturales y artísticas como el mozárabe ibérico, el Románico, el de mayor uniformidad geográfica, y el Gótico, primero en Francia y luego en otros puntos de Europa, que ya nos meten de lleno en el Medioevo europeo, del cual se saldría con el auge de la burguesía de las ciudades estado italianas donde se inició el Renacimiento. O ya en periodos más cercanos en el tiempo, en el XVIII, la cultura francesa influyó en la prusiana y ambas influenciaron a la rusa en el XIX y está última influenció a otras después.
Al menos, hay dos momentos clave en los que la cultura rusa influye en el resto. El primero, lo hacen posible los autores del diecinueve; por ejemplo, Dostoievski es quien introduce la metafísica en la novela o la novela alcanza con el autor de “Crimen y castigo” profundidad filosófica, pero es difícil entender la literatura y el pensamiento filosófico del escritor ruso sin la existencia previa de Rousseau, Goethe, Schiller o Byron. El segundo momento se produce en la década de 1920, con los cineastas, que desarrollan teorías y revolucionan el uso del montaje deparando una paso evolutivo; tanto para el cine de ficción, Kuleshov, Eisenstein, Pudovkin, Dovjenko, Kozintsev, Trauberg, como para el documental, Dziga Vertov o Esfir Shub. Los años de imposición del “realismo socialista”, los dejo aparte, solo decir que las imposiciones amenazan la creatividad, la disensión y la libertad. Así que salto al deshielo y apunto que la influencia internacional de la generación de Tarkovski, Shepitko, Konchalovski,… es más intima e individualizada. Con esto quiero decir, que sí influyó, pero lo hizo en individuos y no de modo generalizado como sí sucedió con el cine soviético de los años veinte o con la literatura rusa decimonónica, con los Pushkin —autor en quien suele señalarse el antes y el después de la literatura rusa—, Lérmontov, Dostoievski, Turgenev, Gógol o Tolstoy. Lo dicho no excluye que haya más influencias: Chéjov en el teatro, Tchaikovski, Rachmaninov, o Prokofiev en música, los dispares Stanislavski y Mayerhold en la escena teatral o Maiakovski en poesía, Kandinski en pintura, por citar algunos nombres de artistas rusos que traspasaron fronteras. Pero ahora me resulta difícil distinguir influencias culturales entre diferentes culturas; quizá se deba al acercamiento de las distancias y la imposición de gustos y modas a nivel mundial o a la desaparición de la diversidad cultural y de culturas minoritarias. Pero quizá me equivoque y alguien con la capacidad de juzgar desde la distancia, sí pueda o podrá ver que la diversidad cultural no peligra, que está ahí, funcionando y progresando...
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