domingo, 23 de octubre de 2022

Mamá, hay un hombre blanco en tu cama (1989)


Ante un título como Mamá, hay un hombre blanco en tu cama (Romuald et Juliette, 1989), ¿qué decir? ¿Preguntar por qué en lugar de traducir el original a la lengua correspondiente, o dejarlo tal cual, escogen uno tan engañoso y ridículo como este? Habrá quien responda que es pedante referirse a las películas por sus títulos originales y no por los “traducidos”, puede, pero si uno se detiene un minuto y sopesa la elección entre en la ridiculez Mamá hay un hombre blanco en tu cama y la pedantería Romuald et Juliette, la opción a elegir no parece muy difícil, aunque suene pedante. En España y Argentina, no así en Colombia, que se estrenó como Romualdo y Julieta, la distribuidora se fijó en el estreno estadounidense (Mama, there’s a man in your bed) y añadió “blanco” para lograr un título que no deja de responder al reclamo comercial que presuponen existe en la idea cómica de una relación sexual interracial. Pero dejando el título aparte, me centro en la película de Coline Serreau y veo que la directora y guionista prosigue con su cine sobre la crisis humana y la mujer en la sociedad contemporánea, apuntando la ceguera y la alienación de la clase media, también el despertar del protagonista masculino gracias a su contacto con su igual femenina. Serreau representa dos espacios, dos personas, dos familias, dos clases, dos sexos en Romuald (Daniel Auteuil) y Juliette (Firmine Richard). El del primero vive en un lujoso y amplio piso en la mejor zona de París, es director general de una importante empresa de yogures, está casado y tiene dos hijos. La segunda es una mujer trabajadora, con cinco hijos que mantener y cuidar, independiente, <<bella, valiente, divertida, llena de bondad […] y tiene muy mala leche>>, como la definirá el personaje de Auteuil una vez enamorado.



Juliette trabaja para Romuald, limpiando en el edificio de la empresa de la que él es director general. Acude cada noche, desde hace diez años, aunque el directivo no lo sepa, como tampoco sabe que Françoise (Catherine Salviat) le engaña con Paulin (Gilles Privat), el empleado que ha nombrado vicepresidente de la compañía, y en quien confía que incremente la producción de yogures de 200.000 a 250.000 por hora. Esto supone prescindir de los controles de calidad, pero el negocio es el negocio y este es la guerra, como demuestran los dos ejecutivos que desean trepar y hacer la cama a Romuald por no haber sido elegidos para el puesto. Blanche (Pierre Vernier) ataca denunciando un manejo de información privilegiada, para ganar en bolsa, que él mismo pone en marcha con la ayuda de la secretaria y amante del jefe; y Cloquet (Maxime Leroux) provoca una intoxicación y saca a la luz la ausencia de controles en la fábrica de yogures para culpar a Paulin y sustituirle. Serreau deja claro en qué manos está la empresa y cuál es el fin que persiguen: beneficios. Lo demás, o no importa o puede esperar. La crisis sanitaria y la acusación de emplear información privilegiada para su propio beneficio precipitan la caída de Romuald y su contacto con Juliette, que se descubre como una persona de recursos, una madre sacrificada y una mujer independiente que no está dispuesta a perder su independencia. La huida de Romuald, que se oculta en el pequeño apartamento de Juliette, le permite conocer de lleno el lugar donde habita su benefactora, un espacio reducido e incómodo, con la grifería de la bañera y la lavadora estropeada o con una cama que comparten varios hijos, pero, en definitiva, suyo, porque es ella quien con su trabajo paga el alquiler. Su independencia, sumado a su personalidad y su trato con los hombres (tiene cinco ex maridos y con todos mantiene buena relación) —<<pero necesita un hombre>>, le dice Romuald. <<No, los hombres me necesitan a mí>>, responde ella sin exageración ni presunción alguna, solo constatando una realidad— expresan su libertad y la intención de mantenerla intacta. Esa personalidad la descubre el fugitivo tras perder su estabilidad laboral y familiar; en realidad, una estabilidad ficticia, estancada en la incomunicación y la apatía generada por tener la sensación de tenerlo todo y realmente tener nada. Pero gracias a Juliette, Romuald vive su despertar y no duda en exclamar que <<La vida es corta, ¡pero hermosa!>>, pues ahora comprende aspectos que había olvidado o pasado por alto.




2 comentarios:

  1. Recuerdo esta peli.😍La vi en su estreno y me pareció más que interesante.No busca virtuosismos técnicos y estéticos, sino pura reflexión sociológica y humanista.Me alegro de que la recuperes con tu habitual sensibilidad y buen hacer (aunque me hubiera gustado hacerlo a mi.😁). Respecto a los títulos, soy convencidamente repelente.Y además en este caso el sensacionalismo insensible y cutre se las trae.

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    1. Coincido, la película me parece más que interesante. En cuanto a los títulos, hay algunos que me sonrojan, otros que me producen risa y otros que evito; por ejemplo, el que pusieron en España a “Avanti!”, con lo bueno que es el original 😉

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