viernes, 29 de abril de 2022

Pudovkin en la edad dorada del cine soviético

Herido y hecho prisionero mientras combatía en la Primera Guerra Mundial, Vsevolod Iliarionovich Pudovkin regresó a Rusia en 1918, con la revolución triunfante y la guerra civil como parte de la realidad de un país cuyos nuevos amos pretendían transformar (a velocidad imposible) de agrícola a industrial. Pero esa transformación no era la que Pudovkin ayudó a llevar a cabo. La suya se gestaba en las artes, primero en el teatro y, tras ver Intolerancia (Intolerance, David Wark Griffith, 1916), en el cine. Su primer contacto con la dirección de películas se produjo cuando en 1921 dirigió junto a Vladimir Gardin, el cortometraje documental Golod… golod… golod, pero su aprendizaje cinematográfico lo realizaría en el Laboratorio Experimental que Lev Kuleshov creó en 1923, donde colaboró con el cineasta del mitificado “efecto” en Las extraordinarias aventuras del señor West en el país de los soviets (Neobychainye priklyucheniya mistera Vesta v strane bolshevikov, 1924) y Luch smerti (1925). En el taller de Kuleshov empezó a descubrir las posibilidades en el uso del montaje —al tiempo que hacía labores de actor, guionista y decorador—, que posteriormente perfeccionaría en películas como La fiebre del ajedrez (Shakhmatnaya goryachka, 1925) y Mekhanika golovnogo mozga (1926), un cortometraje documental en el que estuvo asesorado por el fisiólogo Ivan Paulov, a quien popularmente se le reconoce por el famoso condicionamiento canino.

El estilo de Pudovkin, el no apartarse de la planificación—su guion de hierro— y su uso del montaje difieren de los de sus ilustres contemporáneos Dziga Vertov, cuyo montaje estaba al servicio del ojo mecánico de la cámara, y Sergei Eisenstein, famoso por la yuxtaposición de imágenes —Podovkin actuará en las dos entregas de Iván el terrible (Ivan Groznyy, 1944/1958)—, también de Aleksandr Dovjenko, el más poético de todos los grandes cineastas del periodo silente soviético. El suyo abogaba por el montaje como el elemento clave para dar vida a las imágenes y fluidez a la acción, a la que impregnaba de un tono “realista” que priorizaba la psicología del individuo en la historia o en el proceso histórico. Este sería el caso de sus tres obras cumbre del periodo silente —La madre (Mat, 1926), El fin de San Petersburgo (Koniets Sandy-Peterburga, 1927) y Tempestad sobre Asia (Potomok Chingis-Khana, 1928)—, que fue el de mayor esplendor para Pudovkin y los arriba nombrados, puesto que a partir de la década siguiente empezarían a ser víctimas de la burocracia que se instaló y dirigió la industria cinematográfica soviética. Durante el intervalo que va desde 1925 hasta la imposición del realismo socialista en los años treinta —en 1934 se celebra el congreso de escritores que impone el realismo socialista como forma de arte única, un año antes Pudovkin había rodado El desertor (Dezertir, 1933), tras la cual sufriría un parón laboral de cinco años sin rodar—, que algunos historiadores llamaron la edad de oro del cine soviético, el medio cinematográfico vivió un caos vital que mezclaba la libre empresa, la ideología revolucionaria, la nueva política económica, el dinero privado y el estatal, así como las ganas y la diversidad experimental que depararon esplendor, modernidad y vanguardia. Aquellos primeros cineastas soviéticos tomaron como punto de partida e influencias el cine estadounidense —Griffith, Ince, Chaplin, Fairbanks, Keaton y tantos otros que influyeron en el cine posrevolucionario— y el europeo —el expresionismo o el cine sueco. A partir de ahí, buscaron un punto revolucionario en el que no se rompía con nada, sino que la revolución consistió en aprovechar el cine espectáculo de Hollywood y la psicología de un cine europeo (danés, francés, sueco, alemán) con aspiraciones artísticas e intelectuales, y evolucionar aunando ambos en películas que al tiempo eran el campo experimental que les permitiría teorizar sobre un medio de expresión visual que en la segunda mitad de la década de 1920 todavía se podía considerar nuevo y, por tanto, abierto a la aventura de recorrer horizontes inexplorados, hasta que fueron transitados por Pudovkin y otros cineastas contemporáneos.

Filmografía como director

Golod… golod… golod (1921) cortometraje documental


La fiebre del ajedrez (Shakhmatnaya goryachka, 1925) cortometraje



Mekhanika golovnogo mozga (1926) cortometraje documental


La madre (Mat, 1926)



El fin de San Petersburgo (Koniets Sankt-Peterburga, 1927)



Tempestad sobre Asia (Potomok Chingis-Khana, 1928)



Prostoy sluchay (1930)


El desertor (Desertir, 1933)


Pobeda (1938)


Minin i Pozharskiy (1939)


Kino xa XX let (1940) documental codirigido por Esfir Shub


Suvorov (1941) documental


Boyevoy Kinosbornik 6 (1941) película de episodios


Ubiytsy vykhodyat na dorogu (1942)


Vo imya Rodiny (1943)


Admiral Nakhimov (1947)


Tri ustrechi (1949)


Zhukovsky (1950)


Vozvrashchenie Vasiliya Bortnikova (1953)

3 comentarios:

  1. Pudovkin es uno de esos poetas visuales revolucionarios que alumbraban el nuevo mundo en el montaje. Tú recorrido es necesario y clarividente, en unos tiempos de sectarismo en los que se pretende borrar la luz del arte ruso

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    1. Es innegable que, al menos, el arte ruso influye al resto del mundo en dos momentos: la literatura del XIX, que a su vez había sido influenciada por la francesa y la alemana, y este periodo de esplendor del cine soviético. Claro está que hubo más, pero me refiero a influencias que se generalizaron en otros lugares, más allá de influir a un autor o a otro. Cualquier intento de tapar a Pushkin, Lérmontov, Gógol, Dostoievski o Tolstoi, o a Pudovkin, Dovjenko o Vertov, o a Maiakovski y tantos más, es intentar oscurecer parte de la memoria del mundo; seria algo que jugaría en contra de todos. Velar o negar cualquier arte nos acerca más al abismo.

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    2. Toño Pardines totalmente de acuerdo, pero dejas la música desde Glinka, Chaikovsky, Rimsky, Musorgsky, Scriabin, Rachmaninov, Prokofiev, Stravinsky, Shostakovich...cuya influencia ha sido enorme en el mundo; la pintura de Chagall, Malevich o Kandinsky, cuya huella es crucial; el ballet; el ajedrez que acaparó la hegemonía mundial en todo el siglo XX; el diseño; la fotografía... Todo ello ha estado omnipresente... Solo Dostoyevsky y Tolstoy pueden compararse a Shakespeare y Homero, escribió en su seminal primer libro el gran George Steiner...

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