viernes, 6 de noviembre de 2020

Your Face (2018)

 

En Stray Dogs (Jiao you, 2013), la cámara se detiene en el rostro de su protagonista. No tiene prisa por abandonar el primer plano que se prolonga en el tiempo. Permite que el rostro hable, que exprese emociones que intenta contener mientras la lluvia y el viento le golpean sin compasión. Gracias a ese contacto casi físico de la cámara con el hombre, accedemos, o sentimos la sensación de acceso, al estado emocional de quien, frente a nosotros, sufre su humillante, solitaria y dolorosa precariedad laboral. Ese rostro podría formar parte de Your Face (Ni de lian, 2018), en realidad, lo forma, puesto que es el de Lee Kang-sheng, la cara y el cuerpo reconocibles del cine de Tsai Ming Liang. Él cierra la ronda de entrevistas que componen este experimento audiovisual, pieza de museo, en el que el cineasta malayo-taiwanés minimiza el espacio, lo reduce a primeros planos que observan los rostros de trece hombres y mujeres en el tiempo y, de forma individual, los enfrenta, de cara o de perfil, al objetivo de su cámara inmóvil, paciente y al acecho que a nosotros nos posiciona frente a las historias que nos cuenta cada movimiento facial.

¿Es cine, lo que presenciamos? Por supuesto, aunque no es un tipo de cine al uso o aquel que consume la mayoría del público que acude a las salas comerciales. Es probable que ni sepan que existe; puesto que se trata de una obra audiovisual destinada a ser exhibida en museos o en canales temáticos. Despojado de una línea argumental y de cualquier tipo de adorno, salvo los sonidos musicales de Ryuichi Sakamoto, Your Face contempla las expresiones faciales que cuentan historias que no se escuchan, pero que existen en las arrugas, en las risas que estallan, en los tics, en los movimientos de cabezas, bocas y ojos, en párpados que se cierran, para dar paso a respiraciones que se convierten en ronquidos, en lágrimas contenidas y aquellas otras que fluyen para dar salida a un sentimiento de culpa. Estás características interesan a Tsai Ming Liang más que las palabras —que no todos las entrevistadas y entrevistados llegan a pronunciar. Son las historias que viven en ese instante de silencio o de voces frente a la cámara, y aquellas que han quedado atrás en el tiempo, en el pasado que llega hasta el ahora del careo, durante el cual algunas voces hablan de sus experiencias, victorias y derrotas. Los primeros planos —trece en total y el plano medio final del interior de edificio— que componen esta experiencia atrapa en un tiempo que, aunque semeje detenido, avanza sin pausa. La primera mujer que vemos aguarda cinco minutos hasta que le hacen la primera pregunta <<¿De que quiere hablar?>> <<No lo sé>>, responde sin poder contener la risa. Ella es la primera de los trece; algunos hablarán desde el principio, otros no dirán nada, los menos no podrán evitar que sus ojos se cierren y duerman ante la implacable mirada de la lente que los atrapa en la soledad que media entre ellos y la cámara.

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