lunes, 9 de noviembre de 2020

Fragmentos de M



Quizá nunca sepamos qué sucedió mañana o si ocurrió algo digno de mención. Pero sí puedo mencionar que dos semanas antes de ayer, M visitó la casa de su madre. Habían transcurrido cinco meses desde el fallecimiento materno y quería deshacerse de lo prescindible y quedarse con aquello que superase su selección. En los cajones de la cómoda y de la mesilla de la habitación de la difunta, y en los de la sala de estar, encontró papeles, también ropa y viejos objetos, la mayoría igual de inútiles: enseres y recibos que una y otra vez le aconsejaba a su madre que tirase a la basura. Sin embargo, la aludida se negaba, y le decía que mejor sería que se tirase ella dentro del contenedor; pues, quizá, con algo fortuna, la reciclasen. No necesité escuchar más para saber que la relación que mantenían era tirante, pero M continuó hablando y me dijo que apenas se veían una vez cada tres meses y, cuando se encontraban frente a frente, discutían por cualquier nimiedad. Para ella, visitarla implicaba un notable esfuerzo, posiblemente proporcional al que su madre sentía al recibirla sin abrir los brazos, consciente de que el choque sería inevitable. M también comentó que siempre lo había sido, y que quizás lo supieran ya durante su infancia, un periodo en el que deseaba hacerse mayor <<para poder abandonar aquel hogar y aquella vida en la que mamá era todo suspiros y frases hechas, herencia de su educación primaria y de correcciones igual de castradoras que las de ahora. Como consecuencia de la primera, nunca puso en duda las segundas y creo que por eso se limitó y puso límites a su alrededor>>.

Su muerte nada tuvo de particular, salvo la propia muerte, pues, aunque nació junto al primer ser vivo, ella no muere y continúa sorprendiendo; deja sin palabras y el vacío imposible de llenar. Simplemente, le falló el corazón y nadie pudo arreglarlo. Como parte de su última voluntad, dejó por escrito el proceder en su funeral. Quiso dejar atado cualquier cabo suelto y obtuvo su ceremonia religiosa, pero ningún llanto filial, aunque M confesó que su despedida, silenciosa e íntima, encerraba dolor. Hace años que M dejó de intentar entenderla y ahora la retiene en su memoria. La evoca ocupada, prestando sus atenciones y cuidados a todo el vecindario, pero recuerda que lo hacía como si formase parte de la obligación que se atribuía como vecina y como madre incapacitaba para entender a su única hija.

El padre de M había muerto muchos años antes, cuando ella apenas empezaba a dar palmas y no recordaba de él más que aquella imagen congelada en el tiempo y atrapada entre los bordes del marco de madera que retenía el momento, uno que ella observaba siempre que entraba en la habitación materna. El protagonista de aquella instantánea murió atropellado por una carreta tirada por una pareja de bueyes, bestias que junto al conductor se dieron a la lenta fuga sin que nadie pudiera darles alcance. Para la madre fue un duro golpe, más lo fue para el padre, e intentó superar la pérdida y el dolor abandonando la ciudad e instalándose en una nueva.


M revisaba las viejas reliquias, pero no encontraba nada que llamase su atención, salvo que todo estaba más revuelto de lo que recordaba, respecto a sus visitas anteriores. Decidió disimular aquel desorden antes de dar portazo y marcharse sin hacer lo pretendido, aunque antes aprovechó para curiosear su antigua habitación. Descubrió su cama cubierta de más objetos, de ropa vieja y de libretas de edad similar. Supuso que su madre había empleado su antiguo cuarto como trastero o que estaba haciendo limpieza cuando la frecuencia cardíaca detuvo su compás y le dio el paseo. Buscó bajo la cama y encontró las cajas que allí había dejado años atrás, con la intención de ir a recogerlas a la semana siguiente, pero esa siguiente nunca llegó. En ellas guardaba bufandas, pañuelos, algún gorro, un paquete con preservativos caducados y apuntes de su vida pasada: recuerdos que al independizarse prefirió olvidar.

Se sentó en el borde de la cama, cogió una de las libretas, concretamente una, que había reconocido después de tanto tiempo y la abrió. Aunque no era más que una libreta de hojas cuadriculadas, sabía que en su primera hoja encontraría escrita con letra de imprenta la palabra <<fragmentos>>. A continuación leyó bajo una serie de tachones que apenas disimulaban las palabras que pretendían ocultar. <<[...] ¿Y por qué sucede así, dime! ¿Porque ha sucedido ayer, sucede hoy y seguirá sucediendo mañana? Escucha, y no te olvides de mis palabras después que yo haya muerto, ya que lo que voy a decirte es la verdad amarga y desnuda, que podrá herir, pero nunca maltratar. Sucede eso y otras cosas peores todavía, porque el egoísmo individual ahoga en germen entre nosotros todo entusiasmo, y seca en flor todos los propósitos; porque la gloria de los demás, nos estorba y nos es agradable nuestra pequeñez, porque queremos ser únicos y nos ofende lo que los demás hacen, y nosotros dejamos de hacer, en fin, porque nos agrada que todo lo que nos rodea, sea cortado por igual, y ¡ay del que sobresale sobre los demás! Pero yo...>> Más allá, no había nada. Siempre supo que era una tontería apuntar sus pensamientos y los de otros en hojas en las que nunca volvería a posar su mirada, pero allí estaba, contemplando lo ilegible de su vida juvenil. Era consciente de la pérdida de tiempo que aquello implicaba, aun así fue pasando las hojas, como si con su transcurso fuera a encontrar alguna señal o algún recuerdo nunca escrito, algo que le hiciese sentir añoranza por su vida pasada y por la mujer que se había ido cinco meses atrás. La sorpresa se produjo cuando descubrió en letras mayúsculas <<ENCUÉNTRALA>>. ¿Encontrar qué? ¿Encontrar a quién? Fue lo único que pudo preguntarse antes de sentir el dolor que la precipitó a la negrura y la inconsciencia...



Inspector ~. De la cuarta declaración de M.


P. D.: Quien la precipitó en la oscuridad aún está por ver. Y el fragmento que recuerda haber leído bajo los tachones pertenece a Rosalía de Castro, de su novela El primer loco. Deduzco que su memoria es tan fotogénica y fotográfica como la mía.

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