miércoles, 29 de julio de 2020

Doña Bárbara (1943)

¿Exagero si digo que hubo una doña y dueña de la pantalla mexicana durante la época dorada? Puede, y quizá me equivoque, pero quien haya visto a María Félix en los melodramas de Emilio "Indio" Fernández o en esta adaptación cinematográfica de la novela de Rómulo Gallegos, posiblemente, coincidirá en que <<María es toda una estampa imposible de olvidar; no importa qué tanta verdad haya en su personaje ni en sus parlamentos, no importa que esté comportándose de acuerdo con un estereotipo; lo que nos impresiona y nos cala es su asombroso porte, su gesto, su presencia constante. Doña Bárbara es tan María que María será para siempre la Doña>>.1 Su imponente y dominante presencia en Doña Bárbara (1943) no solo la encumbró a lo más alto de la pantalla azteca, sino que la mitificó, mitificó esa figura que se impone sobre el resto de los mortales que le salen al paso, y que ella se merienda sin compasión. No puede sentirla, puesto que apenas siente más allá de su odio por los hombres, a quienes destruye o utiliza porque ni puede olvidar ni perdonar. No importa con quien comparta escena, María se impone e impone. La cámara parece amar su cuerpo, su rostro, su voz, su mirada; confunde actriz y personaje, los une, los hace uno: la "Doña", la mujer que se prohíbe sentir cualquier emoción que no sea su misandria. La agresión sufrida en su juventud, el asesinato de su enamorado, la promesa que siguió al dolor, su imparable conquista de un mundo hasta entonces masculino, hicieron de la muchacha inocente la "devoradora de hombres" que ya nunca tuvo tiempo para ser joven, ni ha podido perdonar ni volver amar. No olvida aquel momento de su juventud, el amor perdido y el daño sufrido entonces, cuando fue violada por marinos, más bien piratas, que se jugaron su virginidad a los dados. Ella no olvida el asesinato de su amado, ni la brutalidad de los rufianes que le robaron la inocencia y la ilusión. Así, tras mostrar las imágenes del infortunio de la joven, Fernando de Fuentes introduce a su protagonista años después, cuando ya transita sembrando su odio y riéndose de sus víctimas. Mezcla de melodrama y western, Doña Bárbara enfrenta opuestos, condenados a la atracción y al rechazo en "El llano", el espacio abierto, pero claustrofóbico, a donde accedemos después de los primeros minutos, que muestran y no muestran la juventud violada. De naturaleza primitiva, no puede achacarse al espacio las supersticiones, la corrupción, la violencia y la sangre que dominan los territorios de la Doña y sus límites, adonde llega el doctor Santos Luzardo (Julián Soler), heredero de Altamira y hombre civilizado que pretende transformar sus dominios, quizá modernizarlos y, a su imagen, civilizarlo, de ahí que enseñe a Marisela (María Elena Marqués), hija de la protagonista, a hablar con corrección. <<Ese hombre me pertenece>>, dice el ama a la joven a quien nunca ha querido ni tratado como hija, a quien arrojó al barro y a quien negó el amor materno de una mujer que no puede amar, puesto que ha congelado su corazón para vengarse. Pero ese recién llegado le evoca al único que le importó. Entre ambas figuras masculinas han transcurrido años y más hombres, que solo eran objetos que ella utilizó y tiró según su conveniencia, como fue el caso de Lorenzo Barquero, el padre de Marisela y, en el presente, la imagen ruinosa de quien fue antes de caer en las garras de la "devoradora". Ella logró su propósito, se adueño de las tierras y de los hombres, pero el recién llegado es diferente al resto: habla claro y no cae rendido ante ella. Así que, para dominarlo, Doña Bárbara necesita emplear sus artes ocultas, brujería creen en la zona, pero estas no son efectivas, puesto que no son más que supersticiones que no impiden comprender que la auténtica valía de la dueña de "El llano" reside en su inteligencia y en su osadía, pero también en la ausencia de escrúpulos, en su odio al género masculino, porque abusó de ella y le robó vida, y en su afán de dominio y nunca más ser dominada.

1.Paco Ignacio Taibo I: María Félix. 47 pasos por el cine. Ediciones B, Barcelona, 2008

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