lunes, 27 de julio de 2020

Una de miedo (1935)

<<Para realizar una película de miedo lo primero que hay que hacer es esperar a que se haga de noche y después ir y coger un campo y echarle encima mucha agua, para fastidiar a los señores que pasen por él. Por ejemplo, vemos este coche...>>, explica el narrador que introduce Una de miedo (1935) al tiempo que desvela los secretos mejor guardados de <<un film bufo de Eduardo G. Maroto>>. En apenas veinte minutos <<y con permiso de ustedes>>, Maroto desarrolla un estudio sobre los films de terror. Lo hace con pocos medios, incluso algún graciosillo robará la cámara para impedir que el rodaje se prolongue, pero el equipo no desespera y aprovecha la desaparición para saborear su bocadillo de chorizo. Con gracia y descaro, este irreverente pionero de la parodia cinematográfica en España desvela las pautas y los trucos que hay detrás de una historia de terror, de esas que hicieron famoso a Boris Karloff, presente en El casero de las sombras (1932) y ausente en El hombre invisible (The Invisible Man, 1933), cuya invisibilidad corrió a cargo del gran Claude Rains. Entre otras, estas películas de James Whale son parodiadas por Maroto en su segunda entrega de la serie Una de..., que se completa con Una de fieras (1934), Y, ahora, una de ladrones (1936) y, ya en forma de largometraje, el episódico Tres eran tres (1954). Su película de miedo y los clásicos del género que asusta, cuando y como puede, todavía perduran en la memoria cinematográfica, sobre todo las segundas, o hacia eso apunta que las llamen clásicos de terror. Esta etiqueta bien vale para Karloff, que pasó a la historia del celuloide como icono del periodo de esplendor de la Universal, pero el Boris Karloff (Erasmo Pascual) que asoma en el cortometraje de García Maroto no ha pasado a ninguna parte, solo a ser parte de una burla que, salvo para unos pocos aficionados al cine, ha caído en el olvido. Este villano <<cien por cien nacional>>, dice el narrador, no hace más daño que liderar <<la secta venenosa titulada los carniceritos de Honolulu>>, nombre terrorífico, casi tan terrorífico como ser víctima del pasodoble con el que el malvado atemoriza a los protagonistas y víctimas de las malas artes musicales de <<los carniceritos>>. El terror exhibido por Maroto no se queda ahí, prefiere partirse de risa, caricaturizar situaciones comunes al terror cinematográfico, y desvelar trucos como los efectos especiales que crean la tormenta que obliga a la pareja protagonista a refugiarse en un caserón, misterioso y aislado, que casualmente se levantó por allí. De tal modo, muestra que estamos en una película, por si a algún despistado no había escuchado la voz del narrador de esta impagable charlotada metacinematográfica, que se desarrolla en la terrorífica nocturnidad y riéndose de sí misma, del misterio, del género terrorífico y del infortunio de Jimmi (Paquito Melgares) y Mary (Elena Weight), la pareja que, como mandan los cánones, se ve obligada a enamorarse y a esperar a que el amanecer les libere del Karloff de turno, y a nosotros de su afición musical.

1 comentario:

  1. Extraño film por su datación y su tema mimético. Qué necesarios los investigadores como Toño que sacan a la luz estos tesoros...

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