lunes, 8 de octubre de 2012

El capitán Blood (1935)


Referente básico del subgénero de aventuras dedicadas a la piratería marina, El capitán Blood (Captain Blood, 1935) presenta a un héroe que, en realidad, tiene más de rebelde libertario que del típico aventurero que surca las aguas de ese Caribe cinematográfico plagado de piratas que abordan navíos o se baten en mil y una batallas navales. Pero más allá del mito, Michael Curtiz humanizó a su personaje y a una historia sin apenas fisuras argumentales, que fue adaptada por el guionista Casey Robinson, en ella ninguna escena sobra creando un armonioso conjunto que muestra el periplo vital de un hombre a quien, por ejercer sus profesión médica, es condenado por un tribunal ante el cual se revela como también lo hará contra ese destino cruel que semeja regir su existencia. Curtiz presentó al personaje interpretado por Errol Flynn en una Inglaterra envuelta en una revuelta civil en la que el médico no tarda en caer en desgracia por asumir los valores en los que cree y que le confieren el carácter de héroe que ostentará cuando llegue a las Antillas. Peter Blood (Errol Flynn), injustamente condenado por socorrer a un rebelde herido durante el conflicto que asola al país, es condenado a morir ejecutado, pero en última momento se le conmuta la pena capital por el destierro a Jamaica, donde será vendido como esclavo. Blood vive un periplo extraño, ajeno a sus decisiones, pues harto de una vida de aventuras militares se dedicó a ejercer la medicina, sin tomar partido por ninguno de los bandos que se enfrentaban en la revuelta, sin embargo, su caprichoso destino y la injusta decisión del tribunal le conduce hasta Port Royal, donde es exhibido y comprado por el coronel Bishop (Lionel Atwill) a estancias de su sobrina Arabella (Olivia de Havilland). Arabella puja en la subasta porque siente cierta atracción hacia ese esclavo que parece distinto al resto; sin embargo el amor que surge entre ellos apunta hacia una imposibilidad provocada por la condición del héroe (esclavo y criminal) y la posición aristocrática de la heroína. Después de ser comprado, Blood es conducido a la hacienda del coronel, donde realiza los trabajos más duros en compañía de otros condenados, que al igual que él son sometidos a un trato que denigra su condición humana. Pero gracias a su dominio de la medicina no tarda en atender al gobernador de la isla (George Hassell); de ese modo se produce un nuevo cambio existencial en la vida de un héroe que aprovecha su condición de médico personal de la autoridad isleña para urdir su plan de fuga. El momento idóneo para escapar se presenta cuando los españoles atacan Port Royal, pero la barcaza en la que Blood pretendía huir es alcanzada durante el bombardeo, hecho que obliga al doctor y al resto de evadidos a abordar el navío español, cuyos soldados se encuentran en tierra saqueando y celebrando la victoria. Libres de nuevo, con un barco en su poder y sin patria a la que regresar, sólo les queda la alternativa de surcar los mares convertidos en piratas fuera de la ley (algunos actuaban bajo la protección de los monarcas europeos), pero siempre siguiendo un código de conducta que les diferencia de piratas como el capitán Levasseur (Basil Rathbone), antagonista con quien el héroe se asocia inicialmente en las labores de piratería, pero con quien inevitablemente tendrá que enfrentarse, pues Blood no es un criminal, ni pretende serlo, sólo es un hombre que se revela contra la injusticia que observa y actúa en consecuencia.

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