La explosión de una bomba, detonada accidentalmente por unos niños, provoca varias reacciones en el barrio londinense donde se desarrolla esta divertida sátira con el inconfundible sello de la Ealing, que se ríe de situaciones y costumbres inglesas, exagerando tanto lo bueno como lo malo, desde la ironía que plantea: la de ser inglés y a la vez borgoñón, lo cual genera situaciones tan disparatadas como las vividas por un grupo de extranjeros en su propia casa, a quienes se observa ingeniándoselas para sobrevivir al boicot de unas autoridades a las que ya no reconocen y que no les reconocen como súbditos británicos. Una de las consecuencias posteriores a la detonación es la inevitable riña de los padres a sus hijos, pero la de mayor importancia es la caída accidental de Arthur Pemberton (Stanley Holloway) por el orificio abierto por la explosión. En el agujero, Pemberton y su hija (Betty Warren), descubren un fabuloso tesoro, hallazgo que acarrea nuevas reacciones en los padres de los culpables, pues ya no riñen a sus hijos, sino que les animan a confesar su responsabilidad en el accidente (por aquello de cobrar una recompensa por ser parte activa en el descubrimiento). Hasta ese instante Pimlico era una zona tranquila que disfrutaba del racionamiento de la posguerra; sus vecinos eran como cualquier otro súbdito británico: el mismo idioma, costumbres comunes y negocios similares; pero sus pacíficas existencias cambian de manera repentina cuando la profesora Hatton-Jones (Margaret Rurherford) descubre en un viejo pergamino que ese territorio y sus habitantes no pertenecen a la soberanía británica, ya que el suelo donde se levanta Pimlico fue entregado por Eduardo IV al duque de Borgoña siglos atrás, lo que implica que todo cuanto se encuentra en el barrio pertenezca a Bogoña. El gobierno británico no sabe qué hacer al respecto, legalmente se encuentra atado de pies y manos, así pues toma la sabía alternativa de escurrir el bulto y dejar que se las arreglen los paisanos del nuevo estado de Borgoña, situado en suelo londinense. Los habitantes de Pimlico no tardan en concienciarse de su nueva identidad nacional, aprueban nuevas leyes y derogan las establecidas por el gobierno anterior, de ese modo nacionalizan la sucursal bancaria que hay en el barrio, liberalizan el horario de la taberna o venden sus productos como artículos de exportación; sin embargo, la noticia del libre mercado provoca que estraperlistas y mercaderes lleven sus negocios a la nueva Borgoña, provocando un caos que convence a los borgoñones para solicitar ayuda al gobierno vecino, que continúa mostrando su cara menos hábil en cuestiones de política internacional. Ante la falta de soluciones del ejecutivo de su majestad, los vecinos, diecinueve familias, forman un consejo donde eligen a Pemberton como primer ministro, así como también escogen al resto de los miembros del gabinete que dirigirán las riendas del estado independiente de Pimlico. Las autoridades británicas continúan un tanto perdidas, conscientes de ser ridiculizados por un puñado de antiguos ingleses que han asumido las riendas de su peculiar estado, así que deciden tomar la iniciativa y cerrar levantar una frontera, que provoca el malestar entre los residentes del barrio. Ante tal afrenta y abuso de autoridad de un país extranjero, el consejo de Pimlico toma fuertes medidas, interviniendo la línea de metro que pasa por su suelo soberano, lo cual provoca un nuevo movimiento del gobierno exterior, que implica cortar el suministro de agua del pequeños país, ya que la llave de paso se encuentra a la vuelta de la esquina, en territorio inglés.
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