sábado, 28 de julio de 2012

El silencio de los corderos (1990)


La novela El dragón rojo (Red Dragon) (publicada en 1981) presentó a un personaje que también aparecería en su primera adaptación cinematográfica a cargo de Michael Mann, sin embargo, el film no obtuvo el éxito esperado; y no fue hasta años después cuando ese mismo personaje se convertiría en un fenómeno cinematográfico, quizá el más importante de la ultima década del siglo XX. En 1990, dos años después de la publicación de El silencio de los corderos (tercera novela de Thomas Harris, segunda en la que aparecía Hannibal Lecter) Jonathan Demme inició el rodaje de su adaptación a la gran pantalla, la cual recibió una excelente acogida por parte de la crítica y del público, siendo uno de los films más aclamados de 1991. El silencio de los corderos (The silence of the lambs), al igual que Hunter (Manhunter) (1986) (la primera versión de El dragón rojo) no presenta a Lecter como el protagonista principal, pero sí como una pieza clave en el avance y en la maduración de su protagonista, en este caso, la aspirante a agente federal Clarice Starling (Jodie Foster). Para sorpresa de ésta, el agente Jack Crawford (Scott Glenn) le encarga la evaluación de un prisionero nada convencional, que resulta ser el doctor Hannibal Lecter (Anthony Hopkins), apodado el caníbal por la extraña terapia que había utilizado en el pasado, que incluía comerse a sus pacientes. Clarice parece preparada para su careo con un prisionero que le provoca el miedo y la inquietud que pretende disimular bajo un rictus de seguridad en sí misma, circunstancia que Hannibal advierte y le abre el apetito por conocer el pasado y la causa de su miedo. Esa curiosidad innata en el doctor le lleva a proponer un trato a la futura agente federal, que consiste en "tú me dices lo que quiero y yo te doy pistas sobre el asesino que buscas". Lecter no sólo utiliza a su antojo a Clarice, sino a cuantos se encuentran en su radio de acción, ya que su amoralidad, su aguda inteligencia y sus métodos le sirven para alcanzar sus fines, como demuestra durante el engaño que deriva en la tensa fuga que le devuelve a la libertad, después de ocho años encerrado. Pero el psicópata a quien Clarice y Crawford persiguen no es Hannibal, sino un tal Buffalo Bill (Ted Levine), a quien nadie ha visto, y de quien se sabe que ya ha matado a cinco chicas antes de la desaparición de Catherine Martin (Brooke Smith), la hija de la senadora Ruth Martin (Diane Baker). La certeza de que Catherine morirá a manos de Bill apura el poco tiempo que les queda, lo que les lleva a aceptar las condiciones de Lecter y seguir las pistas que le ofrece a la agente Starling. Por encima de todos su aciertos, El silencio de los corderos (The silence of the lambs) se recuerda por la soberbia actuación de Anthony Hopkins, actor que, tras más de dos décadas actuando, se había visto relegado al olvido del que salió gracias a su caracterización, vital para comprender el éxito del film, ya que sus apariciones crean una atmósfera sobrecogedora de amenaza e inquietud, desvelándose como un psicópata de gran inteligencia, sin ningún tipo de condicionamiento moral, excepto si él lo impone, como sucede en el caso de Clarice, que le proporciona un juego estimulante.

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