lunes, 9 de julio de 2012

Marty (1954)

Las constantes alusiones al matrimonio que Marty (Ernest Borgnine) escucha en su entorno aumentan su sensación de soledad, provocando en él una frustración que desaparecería si pudiera encontrar una chica que le aceptase a pesar de su físico. Marty, de 34 años, carnicero de profesión, vive con su madre (Esther Minciotti). Sus relaciones personales se reducen a ella y a un pequeño grupo de amigos, entre quienes se encuentra Angie (Joe Mantell), que comparte su mismo sino y esto parece consolarlo. Marty siempre escucha que a su edad un hombre debería estar casado, aunque no fuese por amor, sino por tener una compañera que llenase el supuesto vacío. En Marty dicho vacío sí sería real, porque la idea de la soledad y del paso del tiempo le martirizan, en mayor medida cuando escucha una y otra vez el comentario (reproche) de que debería imitar a sus hermanas y hermanos, todos ellos felizmente casados. Marty culpa a su físico del mal de amores, sin embargo, solo tendría que mirar a su alrededor para comprobar que muchos individuos que no alcanzan el grado de Adonis viven una vida en pareja, aunque él prefiere compadecerse y ahogarse en un mar de lágrimas que lo aleja de la posibilidad de mostrar las cualidades que, en tan solo un par de horas, una desconocida reconoce en él. Quizá esta situación resulta forzada por el guión de Paddy Chayefsky, pero también es cierto que Clara (Betsy Blair) reconoce en el carnicero su misma necesidad, ya que a sus 29 años, se le echan una decena más, todo apunta a que se convertirá en una mujer amargada, aunque no por deseo propio, en ese entorno que no perdona la soltería porque no está bien vista por quienes lo conforman. El encuentro entre ambos solitarios se produce en la sala de baile a donde ninguno deseaba ir, pero allí disfrutan del momento que han estado esperando sin éxito, mientras sus esperanzas se convertían en desilusiones. Pero, ahora, ante ellos, se presenta una última oportunidad que reavive la ilusión difuminada por el paso del tiempo y de las decepciones acumuladas. La relación que Marty y Clara inician les proporciona la felicidad que no habían experimentado hasta entonces, sin embargo, esa misma relación también afecta a Angie y a madre, temerosa de verse desplazada de la vida de su retoño, como sucede con su hermana Catherine (Augusta Ciolli) y su hijo Tommy (Jerry Paris), quien harto de que su madre se entrometa en su matrimonio, pretende deshacerse de ella. Por su parte, Angie se muestra opuesto a que Marty continúe con idilio relación sentimental, porque eso implicaría perder el consuelo que encuentra en ese amigo siempre dispuesto a acudir cuando le precise. El egoísmo, disfrazado de miedo a la soledad, de la madre y de Angie les impulsa a desanimar a Marty en su relación con Clara, objetivo que consiguen y que, en primera instancia, provoca que este rompa con la mujer que podría proporcionarle aquello que tanto ha anhelado y, de ese modo, el protagonista se encuentra en la tesitura de elegir entre su deseo y el de los demás. Con todos sus buenos sentimientos y la bondad de su personaje principal, al visionar Marty décadas después de su rodaje, la idea o el planteamiento que Delbert Mann expuso me resulta forzado, aunque sería más correcto decir desfasado, quizá porque la idea de soledad se simplifica al exponerse exclusivamente como la ausencia de compañía, cuando en realidad se trata de una sensación de mayor complejidad que no siempre afecta a individuos sin pareja, ya que el sentimiento de soledad nace en el pensamiento (condicionado por múltiples variables que afectan de manera individual o colectiva) y puede producirse en cualquiera, esté solo o acompañado por un grupo de amigos, por la pareja o por la familia. Aunque Marty no haya envejecido bien, encierra al menos una pregunta que me resulta interesante: ¿el amor nace y fluye de modo natural o es una necesidad que se busca o fuerza? Las respuestas pueden ser muchas y todas válidas, porque dependen del individuo que responda, de su interpretación existencial, de sus necesidades (las generadas por él mismo o aquellas creadas por agentes externos) y emociones. Así que Marty escoge la suya guiado por el miedo a una vida solitaria sin una compañera con quien envejecer o, dicho de otra forma, lo hace por la ilusión de alejarse del vacío que implica vivir en soledad una existencia que, a su edad, aún podría dar muchas vueltas.

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