lunes, 23 de julio de 2012

Un pez llamado Wanda (1988)


Responsable de algunas de las mejores comedias producidas en la Ealing durante la década de 1950, Charles Crichton asumió el rodaje de Un pez llamado Wanda (A Fish Called Wanda) en la parte final de su carrera, esta fue su última película, pero también una de las más exitosas, quizá porque en ella se potencia la vis cómica de un elenco de indudable talento para la comedia formado por John Cleese y Michael Palin, ex-miembros de los inimitables e inolvidables Monty Python, Kevin Kline, brillante y divertido en su papel de matón celoso, y Jamie Lee Curtis, perfecta en su peculiar recreación de la mujer fatal que trae de cabeza a los hombres. Este cuarteto resultó una combinación perfecta para una comedia en la que la trama se encuentra supeditada a sus personajes, ya que ellos son la esencia y el motor que mantiene un ritmo que fluye sin verse forzado por cuestiones ajenas al humor que domina cada fotograma de una película que desde su inicio pretende hacer reír sin caer en falsos dramatismos o en momentos de mal gusto, los cuales no harían más que perjudicar el divertimento escrito por Cleese y que Crichton convirtió en imágenes en las que prevalece su ironía a la hora de burlarse de las rígidas costumbres que dominan la vida de un gentleman como Archie Leach (John Cleese), abogado de profesión, pero también del comportamiento de unos delincuentes que pretenden enriquecerse a costa de libertad de Georges (Tom Georgeson), el cerebro del atraco que sirve de arranque para el enredo, que se inicia cuando, sin avisar a sus compinches, Georges decide cambiar el escondite de los diamantes robados. Pero lo que este ladrón desconoce es, que en ese mismo instante, su amante y su supuesto hermano lo están denunciando a la policía para quedarse con el botín, porque Wanda (Jamie Lee Curtis) sería capaz de ser la amante de cualquiera con tal de alcanzar aquello que desea, en este caso concreto las piedras preciosas. Sin embargo, para materializar sus deseos debe conquistar al estirado abogado defensor de su ex, por si este le confiesa al letrado dónde ha escondido las joyas. A pesar de su traición, Wanda continúa haciéndole creer que le ama, como también engaña a Otto (Kevin Kline), a quien hace pasar por su hermano para no despertar recelos. sobre todo los de Ken (Michael Palin), el cuarto atracador, tartamudo y encargado de matar a una anciana (Patricia Hayes) a quien solo es capaz de dar disgustos. Otto y Ken no se llevan bien, eso salta a la vista, quizá porque el primero le llama tartaja y luego se le declare, alabando su trasero para evitar que sospeche de su lío con Wanda. Pero lo que menos le gusta a Ken de ese matón que parla italiano (en la versión doblada al castellano) para entonar a su amante, es su manía de tragarse sus peces al tiempo le introduce patatas fritas en las fosas nasales, método que, a pesar de lo sorprendente que pueda parecer, emplea para sacar información. Aparte de un poco bestia, Otto se muestra celoso y, aunque grite que no es así, no puede evitar mostrarse inestable cuando observa a su compañera flirteando con el abogado, porque Wanda sabe lo que tiene que hacer porque es consciente de que puede seducir a cualquier hombre, y más a uno como Archie, necesitado de las emociones y de las atenciones que no encuentra en su  vacía relación matrimonial, la misma que se complica con la aparición de la mujer fatal que le ofrece un mundo lleno de emociones, ardor y algo de locura que sí parece llenarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario