domingo, 8 de julio de 2012

Toy Story 3 (2010)

Existen excepciones que contradicen aquello de que segundas partes nunca fueron buenas, pero ¿existen excepciones para terceras? Por norma general las secuelas suelen carecer del interés de sus predecesoras, ya que la tendencia sería caer en la repetición de lo expuesto o exprimir al máximo el tirón comercial de películas que, en muchos casos, ni siquiera consiguen convencer con su primera exposición; no obstante, sí existen films que no desmerecen a sus originales, porque los complementan o se reinventan sin caer en la torpeza de repetirse. El padrino parte III, Indiana Jones y la última cruzada, La condición humana III: la plegaria del soldado o El señor de los anillos: el retorno del rey (aunque a éstas dos últimas habría que considerarlas como parte de una única película), son excelentes terceras partes que no avergüenzan a sus anteriores entregas, incluso existe la rareza de que las mejoren, como sería el caso de Toy Story 3, film que, once años después de Toy Stoy 2, retomó a los personajes más importantes de Toy Story para contar una entretenida aventura en la que los juguetes deben superar el mayor reto al que se han enfrentado. El paso del tiempo cambia las necesidades y los gustos; Andy ya no juega con Woody, Buzz Lightyear, el señor Patata, Rex y compañía, atrás quedan los días de juegos y de risas, atrás queda el sentirse valorados, sin embargo, los juguetes son conscientes de que su misión consiste en estar al lado de Andy, por si un día les necesita de nuevo, aunque eso parece improbable para un adolescente de diecisiete años a punto de emprender su periplo universitario. La nostalgia, el miedo y las dudas se apoderan del reducido grupo de juguetes que ha sobrevivido al paso de los años, que temerosos de ser arrojados a la basura, no se dejan convencer por Woody cuando éste intenta imponer la cordura, porque sabe que para su dueño siempre serán importantes. Sus palabras no tranquiliza a los miembros del grupo, que no dejan de preguntarse si irán a parar al trastero o al cubo de la basura, antes de decidirse por emigrar a una guardería de máxima seguridad para juguetes llamada Sunnyside, donde inicialmente todo semeja idílico, hasta que comprueban el trato especial que les dan los pequeños, pero sobretodo el control que ejercen los juguetes de la sala mariposa, liderados por Lotso, un osito de peluche que huele a fresa. Toy Story 3 tomó lo mejor de sus precuelas para ofrecer una nueva y divertida vuelta de tuerca a la amistad de ese entrañable grupo de juguetes, que en esta ocasión se encuentran encerrados en una institución penitenciaria que cuenta con los medios de seguridad más sofisticados: cámaras de vídeo, controladas por un mono que todo lo ve, camiones que patrullan los pasillos y los patios, focos que vigilan el perímetro exterior, rodeado por un grueso muro y un inesperado carcelero espacial que ya no les recuerda, porque el osito de fresa le ha puesto en modo demo. La ausencia de Woody y la falta de memoria de Buzz condena al resto de juguetes al encierro y a una destrucción casi segura a manos de un niños que les golpean, inconscientes del sufrimiento que provocan en unos seres que sienten como los humanos. Woody tiene conocimiento de ese sufrimiento en casa de la pequeña Bonnie, cuando el payaso Risitas, que ha perdido la facultad de sonreír, le narra la historia de Lotso y la pérdida de su esencia de juguete. Ante el peligro que se cierne sobre sus amigos, Woody tiene que elegir entre regresar con Andy (e ir a la universidad) o rescatar a sus seres queridos de una prisión guardería que amenaza su integridad física (y moral). John Lasseter, como máximo responsable de Pixar Animation y coautor del argumento junto a Andrew StantonMichael Arndt y Lee Unkrich, el director del film, acertaron de pleno al crear una aventura épica que se enriquece con la presencia de nuevos juguetes como: Lotso, cuyo pasado le ha convertido en el villano que controla el presidio, el bebé gigante, su terrible guardaespaldas, o Ken, el muñeco perfectamente formado que no tarda en perder la cabeza por una Barbie, inteligente y culta, que tira por tierra el mito de que todas las muñecas rubias son tontas.

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