¿Quién contrató al traductor?
La historia de películas de habla no castellana estrenadas en España está plagada de títulos que poco o nada tienen que ver con los títulos originales. Pero resulta más curioso descubrir que este fenómeno se propaga mejor por el celuloide que en otros ámbitos culturales. Por ejemplo, los títulos de las canciones no sufren variación alguna, ni las óperas u otras composiciones musicales. Lo que me lleva a suponer que la música es mala conductora del ingenio de posibles traductores. Algo similar sucede en la literatura, aunque a veces presente algunos cambios; y lo mismo vale para las obras pictóricas. Sin embargo, los títulos originales de las películas retan a ser alterados y, a menudo, esta alteración supone más que un cambio notorio una aberración, a veces sorprendente, otras irrisoria o hilarante y algunas provocan que desee ser tortuga y esconderme dentro de mi caparazón. Desafortunadamente carezco de caparazón y, aunque lento, corrí cuando me encontré con un título como ¿Qué ocurrió entre tu padre y mi madre? (1972). Creo en la intimidad de los padres, pero hay que ver el impresionante nivel de síntesis del italiano; resumir toda la pregunta en una única palabra. A nadie escapa que Avanti! se tradujo mal, puesto que su traducción literal no es ¡Adelante! ni, si uno ve la película, ¡Vivamos! En realidad, todos sabemos que la traducción que más se ajusta es: <<mi padre le ponía los cuernos a mi madre con la tuya y yo voy a comprobar, con tu permesso, si heredé su gen donjuanesco>>. Por desgracia, tal literalidad era impensable por aquella época de la década de 1970, decenio en el que también encontramos La última noche de Boris Grushenko (1975). Estrenada en Estados Unidos como Love and Death, título que Woody Allen ideó inspirándose en el clásico de Tolstoi Guerra y Paz, La última noche de Boris Grushenko narra, en clave de humor, la vida del personaje al que alude la traducción. Pero, entonces, ¿a santo de qué lo de la última noche? ¿Es así como resumimos toda una existencia? ¿En una noche? Pues, de ser así, la mía que no sea la del solsticio de verano, que es la más corta del año. No voy a excederme con los ejemplos, hay miles, pero pondré uno más. Aunque los hay más descabellados y desternillantes, Hasta que llegó su hora (1968) me planteó varias dudas, pero solo citaré las dos que envié por mensaje de humo a los responsables de la traducción. ¿La hora de qué? ¿De que Bronson deje de tocar la armónica? <<No hombre, no>>, me respondió en la distancia uno de los traductores. <<Ah, vale —respiré tranquilo una vez hube desalojado el humo de los pulmones>>. Y continuó sonando la música de Morricone. Pero dejemos su título original C'era una volta il west para otro momento y el Erase una vez... castellano para la última película de Sergio Leone...
Puede que sea mejor que los profesionales realicen su cometido como lo han hecho hasta ahora, traduciendo Them! (Gordon Douglas, 1954) como La humanidad en peligro o Bringing Up Baby (Howard Hawks, 1938) como La fiera de mi niña, pues, cuando se les da por no traducir el título, a veces incluyen una frasecilla que me lleva a la pregunta de si es esta la película que he venido a ver. Me pasó con Top Gun. Ídolos del aire (Tony Scott, 1986) y con Hossiers, más que ídolos (David Anspaugh, 1986). Aquel año, 1986, pensé que la idolatría se había puesto de moda. En mi ingenuidad de entonces, ignoraba que dicha moda no era pasajera, sino que era común a todas las épocas. En fin, todavía recuerdo aquella frase que escuché en el sala donde proyectaban el film de Scott: <<pues sí que les va a resultar complicado montar a estos un escenario en un lugar tan etéreo, quizá con el tiempo y unos globos...>> Pero nada de esto me preocupa ni me plantea si desde hace tiempo la idiotez también se ha puesto de moda, pues no tengo dudas al respecto. Me tranquiliza saber que habrá o no algún motivo para traducir Murieron con las botas puestas (They Died with Their Boots On, Raoul Walsh, 1941) solo cambiando el posesivo “sus” por el artículo “las”, llamar Centauros del desierto (The Searchers, John Ford, 1956) a los buscadores, que Cluny Brown (Ernst Lubitsch, 1946) pecase durante su viaje a la pantalla española y se le añadiera dicho pecado al título original —¿o se refería al pecado original?—, o confundir las coordenadas North by Northwest (Alfred Hitchcock, 1959) con una muerte que te persigue y te pisa los talones. Pero lo interesante de todo esto sería la posibilidad de matricularse en las escuelas de idiomas donde se prepararon los responsables, y, sobre todo, que acepten a uno como alumno, pues resultaría muy útil a la hora de potenciar la comunicación entre emisor y oyente; imagínense que le digan Some Like it Hot (Billy Wilder, 1959) y uno comprenda ¡Con faldas y a lo loco!, al menos le quedaría el consuelo de que nadie es perfecto, ni siquiera quien contrató al traductor.
Las motivaciones de los distribuidores -para el caso, los españoles- a la hora de cambiar el título original de la película adquirida, son diversas aunque suele primar el sentido de la “comercialidad” que tuvieran ellos en ese momento. En esta operación son raras las ocasiones en que logran elevarse por encima del asignado por los autores: “CENTAUROS DEL DESIERTO” resulta más evocador que “LOS BUSCADORES” e inluso “RAÍCES PROFUNDAS” contiene una significación mayor que el unívoco “SHANE”. Eso sí, lo contrario es mucho más frecuente: “CON FALDAS Y A LO LOCO” resulta zafio comparado con el sugerente “ALGUNOS LO PREFIEREN CALIENTE”. Luego están los cambios que desplazan el protagonismo de un personaje a otro, y ahí van un par de ejemplos: el curioso western de Cukor, en su título original, “HELLER IN PINK TIGHTS”, hace alusión al personaje incorporado por Sophia Loren, mientras que el español, “EL PISTOLERO DE CHEYENNE”, se refiere a un personaje secundario, el incorporado por Steve Forrest, o en el caso de “THE MAN WHO SHOT LIBERTY VALANCE” por “EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE”, el desplazamiento va de Ransom Stoddard (Stewart) a Tom Doniphon (Wayne). Confundieron “disparar” con “matar”.
ResponderEliminarEn torno a este asunto, el anecdotario es interminable.
Un saludo.
¡Genial! Gran aporte, Teo Calderón. Gracias por el cometario. Completa y mejora la entrada del blog. Y además, es un placer enriquecedor leer tus opiniones.
EliminarUn saludo