Publicada en 1914, Niebla es una narración que rompe con la narrativa de su época, además de ser una invitación a reflexionar sobre algunas de las incógnitas que, aún sabiendo que no hallarán respuesta, puedan plantearse los seres humanos. ¿Existimos? ¿Qué significa existir? ¿Y la muerte? ¿Es real aquello que nos muestra la mente o nos muestra un ideal al que deseamos aferrarnos?...
Unamuno mezcla realidad y ficción, apartándose de los convencionalismos impuestos en la narrativa, crea una narración libre que se desmarca de estilos y patrones existentes en su época. El autor se erige en narrador todopoderoso (además de ser un personaje más dentro de la trama), creador de Augusto (personaje principal). Unamuno se presenta ante él y le confiesa que no existe, que es un personaje suyo, algo que Augusto se niega a creer (su no existencia). Así dicho, asusta (tenía pensado utilizar la palabra acojona que resulta más gráfica, pero he decidio no hacerlo para demostrar que existe libertad de elección) o, al menos, sorprende. No me imagino que un buen día un desconocido se presente ante mí y me asegure que soy un personaje de una de sus novelas. ¿Qué pensaría? ¿Por qué los colgados de turno siempre creen que soy presa fácil? ¿Por qué debo despertar de un sueño que llamo vida? ¿Está loco o lo estoy yo? Mejor que no pida otra y me vaya para casa. ¿Cuál es el significado de la existencia? ¿Existe la existencia? Si existe, ¿es finita o infinita?... Por lo tanto, es comprensible que Augusto tenga dudas existenciales y que su realidad se vea difuminada como consecuencia de esta niebla que se extiende por su mente.
Sin ningún género de dudas, Miguel de Unamuno se adelantó a su época (y a muchas más que aún están por llegar), con una novela en la que expone gran parte de su filosofía y que, además, logra entretener a cualquier mente que exista o no.
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