Dirigido con acierto por Gordon Douglas, el film expone, más allá de su advertencia atómica, una intriga que se inicia en el desierto de Nuevo México, donde dos policías se encuentran con una niña de cinco años que deambula por la arena polvorienta en estado de shock. ¿De dónde ha salido? ¿Por qué se encuentra en ese estado? ¿Dónde están sus padres? Las preguntas se amontonan, no así las respuestas, pues solo algunas parecen encontrar explicación en la caravana donde vivía la pequeña. En su interior observan restos de sangre y de violencia, lo mismo sucede cuando acuden a un establecimiento cercano donde se topan con un montón de azúcar esparcido por el suelo y con un cadáver en estado de descomposición. Los policías no tienen nada claro qué ha pasado, aunque sospechan que podría ser obra de un psicópata, ya que no hay indicios de robo y sí evidencias físicas de un cuerpo que ha sido brutalmente atacado, como también lo será poco después uno de los agentes. Tras la muerte de su compañero el sargento Petersen (James Whitmore) regresa a la comisaría donde no tarda en presentarse el agente del FBI Robert Graham (James Arness), con quien formará pareja en una investigación en la que no hay más pistas que esa niña en estado catatónico y una extraña huella que envían a analizar, hecho que provoca la llegada a la zona de dos científicos, padre e hija. El doctor Medford (Edmund Gwenn) y la doctora "Pat" Medford (Joan Weldon) estudian los escenarios de los extraños hechos, descubriendo una realidad aterradora que nada tiene que ver con asesinos humanos, sino con depredadores de otro orden.
Entre otras cuestiones, La humanidad en peligro destaca por su precisa exposición de los hechos, nada de lo que se observa es gratuito, además no abusa de la presencia de las criaturas, lo cual genera mayor tensión en los momentos que se intuyen a los monstruosos depredadores, como se descubre cuando el sargento, Graham y Pat, después de atacar las galerías excavadas por los insectos, descienden para comprobar si han acabado con la amenaza. Allí contemplan los enormes cadáveres de las bestias que han destruido, así como la sala donde reposan las larvas que Peterson incinera con un lanzallamas, acción que la teniente Ripley emuló treinta y dos años después en Aliens, el regreso. En ese espacio oscuro y claustrofóbico descubren que varias hormigas, entre ellas dos reinas, han escapado del nido, hecho que implica que el peligro sea más real, pues como Medford afirma pueden trasladarse a otros lugares y establecer nuevas colonias que amenazarían a la existencia humana. En este punto la película se aproxima durante unos minutos al documental científico, dejando que el doctor explique las características del enemigo a quien se enfrentan, y tras esa reunión donde se expone el alcance del peligro y la naturaleza de las hormigas se da paso a la búsqueda contra el reloj que les conduce hasta el alcantarillado de la ciudad de Los Ángeles, donde concluye este excelente ejercicio de narrativa, intensa y tensa, y sin duda una de las grandes producciones de la ciencia-ficción cinematográfica de serie B.
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