sábado, 4 de junio de 2011

La última noche de Boris Grushenko (1975)


Antes de rodar Annie Hall (1977) Woody Allen enfocaba su pensamiento desde la perspectiva de una comedia desenfrenada en la que dejaba que el humor expusiese algunos de los temas que le preocupan: la existencia de Dios, el sexo, el amor y la muerte. Tomando como punto de partida la inminente invasión napoleónica, se nos presenta a Boris Grushenko (Woody Allen), un hombre enamorado de su prima (Diane Keaton), quien bebe los vientos por el hermano del anterior (totalmente opuesto a Boris). Boris no es un hombre de acción, más bien, la rehuye. Él es un individuo diferente a aquellos quienes le rodean, tiene miedo, se plantea cuestiones que los demás semejan obviar, en definitiva, podría considerarse un bicho raro dentro del mundo en el que vive. Cuando llega el momento debe luchar por su patria, sin embargo, él no lo desea, se ve obligado y debe acudir al campo de batalla. El pensamiento de Boris es un pensamiento profundo en que se plantea el por qué y para qué de las guerras. No encuentra sentido a las cosas, busca explicaciones para muchas, pero como suele ser en el cine de Allen, no existen explicaciones racionales para sus dudas. La película es divertida, rápida y, si se quiere, profunda. Uno de los aciertos de Woody Allen reside en realizar un análisis de sí mismo y de aquello que le preocupa, tomando como punto de referencia a los clásicos rusos del siglo XIX, que adapta a su manera, para ofrecernos su peculiar visión de las relaciones que van apareciendo en las existencias de las personas, la importancia que éstas le dan y el trágico fin del que nadie podrá escapar. La irreverencia que muestra para ofrecernos su peculiar visión alcanza momentos realmente geniales, al tiempo que anuncia que su manera de rodar va madurando, algo que se comprobará dos años después con la película anteriormente citada. La última noche de Boris Grushnko (Love and death) no es un film perfecto, tampoco lo pretende, sin embargo, es una buena muestra de un cine inteligente, lleno de frases ingeniosas, y muy divertido (dos características que no tienen porque presentarse por separado).

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