lunes, 9 de octubre de 2023

Hair (1979)

De los musicales cinematográficos estadounidenses más famosos de los 70, Grease (Randal Kleiser, 1978) es el más conformista de todos, en lo que dice y cómo lo dice… En el extremo se sitúa All That Jazz (Bob Fosse, 1979) y Hair (Milos Forman, 1979), entremedias El violinista en el tejado (Fiddler on the Roof, Norman Jewison, 1971), Cabaret (Bob Fosse, 1972), Jesucristo Superstar (Jesus Christ Superstar, Norman Jewison, 1973) y Fiebre del sábado noche (Saturday Night Fever, John Badham, 1977), que no es un musical, pero hay quien así lo cataloga y no voy a contradecirlo por unos bailes. Pero lo cierto es que en ninguna queda algo del musical clásico que encuentra en Fred Astaire, Ginger Rogers, Gene Kelly o Cyd Charisse a sus rostros más populares. Salvo excepciones puntuales como Ha nacido una estrella (A Star Is Born, George Cukor, 1957), aquel género musical dominado por Arthur Freed, Stanley Donen, Vincente Minnelli, Judy Garland, Mark Sandrich, los nombrados y tantos otros, solía partir de ideas sencillas, originales, que primaban el glamour, la ensoñación y la alegría. Eran principio y fin del cuento. La intención crítica quedaba desterrada. Eran otros tiempos, otro público, otra juventud. Ya en la década de 1960 y 1970, en plena guerra fría, en pleno reinado de la televisión, del rock y de los ejecutivos de carrera, el cine musical, como el resto del negocio cinematográfico, necesitaba ponerse al día.

De West Side Story (Robert Wise, 1961) en adelante, el musical hollywoodiense buscaba con mayor ahínco sus fuentes en los grandes éxitos de Broadway, ya que los nuevos directivos de los estudios no querían arriesgarse y apostaban su dinero sobre seguro; aunque nadie podría asegurarles que un éxito de Broadway no sería un batacazo en la gran pantalla. Pero, a priori, adaptar una exitosa pieza teatral era una buena apuesta de cara a la taquilla y películas como las arriba nombradas lo confirmaron. De cualquier manera, contentar al público que por entonces acudía a las salas, en su mayoría joven, exigía un nuevo tipo de ritmo y de expresión, por una parte escapista y kitsch como Grease y por otra más creativo y personal como All that Jazz o, en apariencia, más crítico y libertario como pueda serlo Hair. Aparente porque una década antes de rodar Hair, o cuando sus autores idearon la obra teatral con intención de protesta pacifista, llevar el pelo largo todavía significaba más que llevar melena, pero cuando Milos Forman rueda su adaptación del musical de Gerome Ragni, James Rado y Galt MacDermot —los dos primeros, responsables de las letras de las canciones y del libreto; y el tercero, compositor de la música— la melena masculina, que había sido un modo visual de protesta y de expresar libertad, ya era moda. Una vez más, el cine de Hollywood llegaba después, cuando los hechos ya han pasado y estos son historia. Entonces es cuando habla, pero ¿por qué no alza la voz en el momento de los hechos?

En 1979, el sistema ya se había ganado a la juventud, haciendo suyas las señas de identidad de aquella rebeldía juvenil de los años sesenta e inicios de los setenta; y lo contestatario pasó a ser una forma aceptada a las puertas de los ochenta. De cualquier modo, Hair es un musical que encaja a la perfección en el discurso que Forman llevó a cabo desde el inicio hasta el final de su carrera: priorizar al ser humano frente a cualquier sistema (autoritario o democrático) que pretenda restringir la libertad del individuo, domarlo, dominarlo y, finalmente, destruirlo como tal para crear un modelo homogéneo. Quizá sea herencia de Kafka, pues Forman es de los jóvenes que lo redescubren en la Checoslovaquia comunista, cuando en los sesenta se recuperan las obras del escritor praguense gracias a la permisividad del “deshielo” que concluyó hacia finales de la década. Forman se vio obligado a abandonar su país y continuó su carrera en Estados Unidos, que no estaba pasando por su mejor momento debido a la guerra de Vietnam o la crisis del petróleo de los setenta. En ese momento bélico y de desencanto social se ambienta Hair y concede sus protagonismo a varios jóvenes de diferentes procedencias, siendo Claude (John Savage) el primero que asoma en la pantalla, despidiéndose de su padre, pues ha sido llamado a filas y pronto será despojado de su identidad —el rasurado de pelo y el uniforme uniforma a todos los soldados del campamento donde Nicholas Ray, imagen del cineasta rebelde, viste de general— y será enviado a combatir en el país asiático. Pero el destino precipita su encuentro con Berger (Treat Williams) y sus amigos, un grupo de hippies cuyo comportamiento y apariencia señalan su protesta.



No hay comentarios:

Publicar un comentario