miércoles, 18 de octubre de 2023

Ha llegado el águila (1976)

Se han rodado tantas misiones imposibles en el cine bélico y en el de aventuras, que no recuerdo cuál es el film cero. Me refiero a qué película fue la primera que mezcló ambos géneros y expuso la pericia de comandos infiltrados tras las líneas enemigas, cuyas órdenes son llevar a cabo acciones improbables, la mayoría mortales de necesidad. El éxito de tales misiones podría cambiar el curso del conflicto bélico en cuestión, dicen los altos mandos, o, incluso, si la orden es de carácter más humanitario, como en Salvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan, Steven Spielberg, 1998), el objetivo podría centrarse en salvar a un solo individuo; también a muchos, finalidad perseguida por los infiltrados de Los cañones de Navarone (Guns of Navarone, Jack Lee Thompson, 1961). Entre otros títulos, Destino Tokio (Destination Tokyo, Delmer Daves, 1943), Amarga victoria (Bitter Victory, Nicholas Ray, 1957), El puente sobre el río Kwai (The Bridge on the River Kwai, David Lean, 1957), Misión de audaces (The Horse Soldiers, John Ford, 1959), Los héroes del Telemark (The Heroes of Telemark, Anthony Mann, 1965), Doce del patíbulo (The Dirty Dozen, Robert Aldrich, 1967), Mercenarios sin gloria (Play Dirty, André de Toth, 1967), son ejemplos de hibridación genérica, bélico y aventura, que expone a un grupo más o menos reducido a situaciones extremas que deben superar para alcanzar el éxito (o vivir el fracaso) del plan que les han ordenado llevar a cabo. Los elegidos son prescindibles que, aun siendo inadaptados, se adaptan al orden que los escoge; pues, aunque los haya rebeldes como los patibularios de Aldrich, todos parecen condenados a ser héroes que se ganan la simpatía del público, salvo, quizá, los espléndidos y marginales personajes de Ray y De Toth. El fracaso también es una probabilidad, como apunta John Sturges en Ha llegado el águila (The Eagle Has Landed, 1976), un film bélico que, ambientado en 1943, especula con la posibilidad de que un comando alemán secuestre a Winston Churchill para dar un golpe de efecto y elevar la moral del dictador nazi, ya de por sí elevada debido a su megalomanía y al exitoso rescate de su colega Mussolini.

En El hombre atrapado (Man Hunt, 1941), Fritz Lang expone a su protagonista a la posibilidad de matar a Hitler, y eso introduce la idea de que la muerte del nazi acabaría con su locura y sus consecuencias. Sin embargo, el secuestro de Churchill que sirve de excusa para poner en marcha esta película basada en la novela homónima de Jack Higgins, pseudonimo de Harry Patterson, un escritor inglés que en los años setenta y ochenta (del XX) asomaba en las estanterías de las grandes superficies y librerías como asiduo súper ventas, se antoja que no cambiaría la Historia (o no sería determinante). Solo sería un golpe de efecto. Preferencias aparte, pues considero mejor el film de Lang que el de Sturges, este filma Ha llegado el águila concediendo relevancia a Liam Devlin (Donald Sutherland), el protagonista literario de Higgins, un rebelde irlandés que quiere poner fin al imperio británico; el coronel (Robert Duvall) del servicio de espionaje alemán, quien apenas tiene presencia en la segunda parte del film, la que se desarrolla en suelo inglés; y el comandante Steiner (Michael Caine), que se distingue no solo en combate, sino en su modo de pensar, ya que lo hace por sí mismo. Aunque luzca uniforme, Steiner no es un uniformado (o eso quiere hacernos creer Sturges), pues no acata la sinrazón establecida, como demuestra durante su presentación en la estación de tren donde intenta ayudar a una mujer judía. Quizá sea ese rechazo a la sinrazón lo que genere la lealtad de sus hombres. Él será el elegido para llevar a cabo la misión que inicialmente empieza como una broma; nadie se la toma en serio, pero el coronel descubre que existe una probabilidad de éxito, y esa es la que determina que la “broma” pase del papel al terreno y se convierta en la realidad que lleva al comando a Inglaterra, a donde poco antes habían enviado a Devlin, quien, junto Steiner, es el otro personaje clave en el desarrollo del plan trazado por el coronel. Mas, como suele suceder, lo imponderable echa por tierra la planificación y apura las opciones de los infiltrados protagonistas del film, que sería el último largometraje dirigido por John Sturges, un cineasta que me ha proporcionado grandes momentos cinematográficos en Fort Bravo (Escape from Fort Bravo, 1953), Conspiración de silencio (Bad Day at Black Rock, 1955), Duelo de titanes (Gunfight at the O. K. Corral, 1956), El último tren de Gun Hill (Last Train from Gun Hill, 1959), La gran evasión (The Great Escape, 1963) y otras: pero Pero sucede que Ha llegado el águila me resulta irregular en exceso y, a medida que avanza la trama, aumenta mi desinterés por lo que Sturges propone e, involuntariamente, me descubro en las Batuecas, camino de Las Hurdes.



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