sábado, 8 de abril de 2023

No matarás… al vecino (1989)

Como buenamente ha podido, dentro de una industria tan exigente e impersonal como lo es la del cine, Joe Dante ha sido fiel a sí mismo, a sus gustos y a su intención de entretener mezclando comedia, suspense, terror y serie B. En películas suyas como Esas locas del cine (Hollywood Boulevard, 1976), Gremlins (1984), Matinée (1993) o Pequeños guerreros (Small Soldiers, 1998), también en No matarás… al vecino (The ‘Burbs, 1989), toma un escenario en apariencia apacible, familiar, residencial, y lo revoluciona, lo pone patas arriba con una combinación de comedia, fantasía, misterio, suspense y caricatura de la clase media estadounidense. La mezcla funciona, entretiene, y devuelve a la niñez tanto a su público como a sus personajes adultos, al hacerles vivir aventuras tan fantásticas como la que despierta de su letargo al personaje de Martín Short en El chip prodigioso (Innerspace, 1987). Lo cierto es que a lo largo de toda su obra cinematográfica rompe la tranquilidad aparente de sus protagonistas, introduciendo agentes del caos, ya sean pirañas, gremlins, arañas gigantes, soldados de juguete o vecinos que en la mente de los protagonistas masculinos de No matarás… al vecino desatan el misterio y la fantasía que les devuelve a un estado infantil que, en cierto modo, les libera de su prisión adulta.

Mark (Bruce Dern), veterano de Vietnam y “rambo” de vecindario, Art (Rick Ducommun), un rodríguez liberado en ausencia de su mujer, y Ray (Tom Hanks), en apariencia, el más racional de los tres amigos, rompen su rutina cuando deciden investigar a sus vecinos, a quienes consideran sospechosos porque no se dejan ver (el vouyerismo es constante a lo largo de la película); y más sospechosos lo serán cuando Walter (Gale Gordon), otro durmiente del vecindario, desparezca sin dejar más rastro que su peluquín. El trío basa sus sospechas iniciales en que sus nuevos vecinos no se dejan ver, no se han presentado al resto de la comunidad, así como los ruidos molestos que salen de la casa, la más descuidada y espectral del barrio, que el resto del vecindario observa con miradas intrusivas y clandestinas. La presentación del entorno apunta que se trata de un espacio apacible, dormido en su monotonía, el típico barrio residencial de clase media que asoma en las películas hechas en Hollywood, de casas de madera de dos plantas, garaje, jardín y su caja de herramientas. Pero, tras la fachada apacible y armónica del conjunto, se descubre la necesidad de romper con la monotonía; de ahí que tres tipos tan distintos unan sus habilidades y su fantasía para jugar juntos, empujados por su necesidad de misterio o por su deseo de lo misterioso. Ese es su nexo. Los tres precisan romper el orden y el aburrimiento cotidiano que, de forma inconsciente, les desequilibra. Fuera del trabajo, Ray no sabe qué hacer de su tiempo (salvo ver la tele o andar en pijama por la casa, quizá hacer de manitas con su nueva caja de herramientas); el matrimonio seda a Art, que en ausencia de su mujer siente el espejismo de ser libre como un niño; o la realidad diaria de Mark, en la que cada mañana iza las barras y estrellas en su jardín, le distancia de las armas y del héroe patriótico y nacional que fantasea ser cuando se arma hasta los dientes y asume el rol de salvador del barrio.



No hay comentarios:

Publicar un comentario