miércoles, 19 de abril de 2023

Hubiera sido mejor no conocerla

<<En Cannes, al finalizar la proyección, la primera persona que se marchó fue Marguerite Duras. Enseguida rechazó la película. Dijo que ella no hubiera filmado el asesinato, que hubiera hecho una “crónica”. “No ha entendido nada”, pensé yo. Dijo que “esa mujer está loca”, por lo que pienso que relacionaría el personaje con su propio mundo. Yo estaba muy enfadada. Para mí, esa mujer era como todas las mujeres que había conocido de pequeña. ¿Estaban locas, o más bien ser trataba de buscar una forma de luchar contra la locura, contra la ansiedad?

Marguerite construyó algo en torno a sí misma que iba repitiendo y alardeando por ahí sin parar. A veces se crea una competencia con Agnès [Varda], pero Agnès es capaz de ofrecer momentos de gran generosidad hacia las mujeres, mientras que Marguerite solo podría ser generosa con los hombres; los quería con locura. Hubiera sido mejor no conocerla. Pasamos tres meses juntas, porque  Jeanne Dielman e Indian Song se estrenaron al mismo tiempo y se proyectaron juntas en los festivales. Marguerite estaba casi siempre en el lado malo, primero durante la guerra, luego en el Partido Comunista… pero hay destellos en su obra. Fui a ver Eden Cinema (1977) al teatro, y fue maravilloso. En el fondo, sí que me gustaba.

En realidad, siempre es mejor no conocer a “los creadores”. Cuando alguien me dice: “Me gusta su trabajo, me gustaría conocerte”, siempre respondo: “Es mejor que no lo hagas, Voy a decepcionarte”>> 

Chantal Akerman (1)

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Esto último suena a justificación; pero igual a oídos de otros, suena distinto. En realidad, estoy de acuerdo con <<es mejor no conocer a los creadores>>; por la sospecha de que, en la mayoría de los casos, no se podrían conocer sin confundirlos con su obra (y viceversa), o sin exigirles (tal vez de manera inconsciente) ser la imagen construida a partir de su obra. Además, los creadores son una de las múltiples caras de una figura poliédrica (persona en su definición más amplia y compleja), me refiero a que nadie crea a tiempo completo ni es creativo a todas horas, salvo quizá Balzac y algún que otro genio compulsivo, insomne y enajenado cuya vida, obra y afición al café se confunden y se funden para ser una. ¿Mas quién puede mantener ese ritmo frenético? ¿Quién querría mantenerlo? Acaso ¿a todos gusta el café? ¿Nadie prefiere la tila? ¿No basta con conocer la obra, disfrutarla y hacerse una idea propia de la misma: el qué te aporta, si es que te aporta? De cualquier forma, lo expresado por mí y lo expresado en el texto no dejan de ser opiniones; por tanto, nada determinan. Una, solo incumbe a quien la escribe; y la de Akerman, quizá surge condicionada por un “desplante” y por la diferencia de criterios sobre una misma obra: la de quien la valora desde fuera y la autora de la misma. Claro está, que ni una ni otra pueden ser objetivas a la hora de valorar “arte”, porque este tiene un componente emocional e irracional que escapa a la explicación racional de quien crea y de quien capta la creación.

Que alguien estudie arte y se considere un experto en la materia de su estudio, que poco me dice a estas alturas la palabra “experto”, no implica que sea o pueda ser artista, ni que un artista sepa de Arte, aunque cree expresiones artísticas —pienso en “La cueva de los sueños olvidados” y me confirma que existe un componente artístico que viene determinado por los ojos de quien lo descubre, aun pasados miles de años de la muerte de sus creadores—, ni por mucho que el público o la crítica pretendan detallar un estudio objetivo de una creación, incluso conociendo al objeto de su fetichismo o a su sujeto de estudio, conoce el universo interior y cambiante que crea su obra por y para sí; que esta acabe siendo para el resto, y juzgada por el resto, es un paso posterior, la mayoría de las veces fuera de la decisión y del control de la persona que la crea.

Dicen que todos tenemos nuestro “corazoncito”, pues Ricardo lo tenia de león. Lo que me corrobora que no todo lo dicho ha de ser verdad porque haya sido dicho o porque la mayoría así lo diga. Pero eso tampoco importa demasiado. Ser la creadora disminuye de algún modo la capacidad de aceptar críticas negativas, pues la obra toca de lleno su “corazón”, nace dentro y no permite una distancia que posibilite serenidad contemplativa y receptiva, llámese “objetividad” o imparcialidad. Aunque ¿quién es imparcial ya no solo ante el arte sino ante la vida? ¿Un muerto? ¿Un zombie de George Romero? ¿Un nihilista a quien ya no le importe nada de nada, ni siquiera su nihilismo? Por mucha objetividad que pretendamos con lo que hacemos, solo podemos estar seguros de poder tener la sensación de que algo es bueno o está bien hecho, pero no necesariamente tiene que estarlo por sentirlo así. Pero esa es una de las peculiaridades y grandezas del arte, se puede reconocer y sentirse en sus formas, pero también en lo que no se ve: evoca, apunta, encierra y libera. No hablo de “gusto” o “disgusto”. El “gusto” es manipulable y variable, no sabemos hasta qué punto, en mayor parte marcado por las modas que se imponen y por el conformismo asumido. Y el arte no es moda, menos aún conformismo. Más allá de sus formas (musicales, pictóricas, poéticas,…) determinadas en cierta medida por su tiempo histórico, es impresión, sensación y emoción, es al tiempo real e irreal, misterioso: ¿o alguien puede explicar la corriente que recorre el cuerpo cuando estás ante él y en él? En ningún caso es seguridad y objetividad. De serlo, cualquier búnker podría definirse como una “joya arquitectónica, súper segura y de una estética objetiva de la guerra fría”; o el manual de normas de tráfico sería explicado en los museos al uso como “cumbre literaria, de seguridad vial magistral, con formas soberbias para aprobar el examen teórico”. En fin, si bien lo dicho es broma y todo es creación, me refiero a que tiene un origen, no todo es creativo ni es arte, ni por gustar el trabajo de una persona, haya que ir corriendo a perdirle un autógrafo o una cita, pues, quizá, tanto para ella como para ti, “hubiera sido mejor no conocerla”…

(1) Chantal Akerman, a Nicole Brenez: Chantal Akerman. The Pajama Interview (traducción Francisco Algerín Navarro). Ed. Filmmuseum, Viena, 2011.

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