viernes, 7 de abril de 2023

Civilización (1915)

Rodada en plena Primera Guerra Mundial (1914-1918), en un periodo previo a la entrada de Estados Unidos en el conflicto europeo, que acabaría siendo mundial, Civilización (Civilization, 1915) es uno de las primeros largometrajes pacifistas y antibelicistas de la historia del cine. Ambas posturas, la no intervencionista se evidencia a lo largo del film, ya se expresan en los rótulos que preceden a las imágenes de este drama ambientado en una guerra sin nombre, aunque reconocible, pues hay evidencias que señalan dicho conflicto como la Gran Guerra. Una de las evidencias es el hundimiento del transatlántico —que vendría a representar el Lusitania, hundido por un submarino alemán en 1915— atacado por el submarino capitaneado por el conde Ferdinand (Howard Hickman), el oficial pacifista que incumple las órdenes y se amotina. Acorralado y contradictoriamente, en ese instante de ataque a un barco civil (sospechoso de transportar armas), el conde emplea la violencia para evitar la violencia. Hasta ese momento había sido leal al rey (Herschel Mayall), pero, su pacifismo y su cristianismo, provocan que se debata entre dos señores. Se encuentra dividido; por un lado, su lealtad y su patriotismo; y por otro, la paz por la que luchan Katheryn (Ehid Markey) y la organización pacifista, una paz de la que él acepta ser una especie de nuevo mesías. Durante su amotinamiento, desobedece las órdenes, reniega de su monarca y escoge otro señor, aquel que, en su agonía entre la vida y la muerte, le salva el alma; al menos, así lo cree el conde cuando se recupera de su herida. Visualmente, el encuentro del aristócrata con Jesucristo (George Fisher) en el pozo de las almas condenadas es de lo mejor de esta superproducción silente dirigida por Thomas H. Ince, Reginald Barker y Raymond B. West.

A lo largo de los minutos de Civilización, se agudiza la insistencia contra las guerras y a favor del cristianismo. Señala la figura de Cristo, que asoma en la ficción de la película en varias ocasiones, e insiste en su mensaje “amar al prójimo como a ti mismo”; una frase pronunciada y escuchada desde que sonó por primera vez, tiempo ha, una oración simple y fácil de expresar pero, como la historia y la humanidad se empeñan en demostrar, de improbable generalización en su puesta en práctica. <<La Civilización ha sido mal llamada en estos tiempos modernos. Hasta que el daño, la codicia y la envidia no sean eliminados de los corazones de los hombres no podremos esperar una paz universal para la civilización. ¿Podemos llamar civilización cuando cerramos los ojos ante las órdenes del “Príncipe de la Paz” ama a tu prójimo como a ti mismo?>> Estas y las líneas que siguen introducen el discurso de la película, que Ince, también productor de la misma, dedica a <<a los nobles trabajadores que luchan por una paz duradera>>. Pero lo que no expresan ni las imágenes ni los rótulos son dudas y quizás del tipo quizá la paz universal no sea posible o quizá los humanos, seres emocional y racionalmente contradictorios, no puedan vivir en ese equilibrio fraternal que ya desde los orígenes de la especie parece ajeno a nosotros. La guerra no es consecuencia de los tiempos modernos, sino de los seres humanos, desde sus orígenes, cuando ya nuestra facilidad y tendencia a golpear al vecino, sea a pequeña escala o a nivel de clanes, sale a relucir…



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