lunes, 26 de septiembre de 2022

Néstor Almendros y el ICAIC


Nacido en Barcelona en 1930, Néstor Almendros fue otro de los afectados de la dictadura franquista, lo que le llevó a abandonar su país e iniciar su recorrido por diversos puntos del globo, entre ellos Cuba, donde fue testigo de los primeros tiempos de la revolución castrista. Tras su paso por la isla caribeña, Almendros viajaría a Francia y allí se convertiría en el operador habitual de Eric Rohmer y de François Truffaut. Y ya a su paso por Estados Unidos, sería reconocido mundialmente por su trabajo en Días de cielo (Days of Heaven, Terrence Malick, 1977). Pero antes de alcanzar dicha fama, inició su carrera profesional en Cuba, en el ICAIC, y de esta experiencia escribe en varias páginas de su libro Días de una cámara:


<<Hice mis primeras películas profesionales en la Cuba castrista. Rodé allí cerca de veinte documentales. El gobierno revolucionario había creado un departamento de producción cinematográfico, el ICAIC. La situación política era en principio confusa. La revolución no se había declarado todavía comunista, aunque de hecho las gentes que dirigían el ICAIC —Espinosa, Alea, Alfredo Guevara— eran casi todos de militancia marxista. No sé muy bien cómo, pero de alguna manera fui contratado como operador y director.


Mi antigua amistad con Gutiérrez Alea debió de pesar en la balanza; por otra parte, yo tenía un buen dossier político de doblemente exiliado, por antifranquista y por antibatistano. También contaba a mí favor el trabajo del viejo cineclub, los estudios de cine en Nueva York y Roma y la cámara Bolex que poseía, pues en aquellos primeros meses el material técnico del ICAIC era escaso, aún no o habían llegado las grandes nacionalizaciones.>>


<<Empezaron a producirse películas de temas políticos y educativos, algo muy normal en un país que acaba de hacer una revolución: películas sobre reforma agraria, sobre realizaciones y proyectos del gobierno, proyectos de higiene, de agricultura, de educación. Filmábamos mucho en el campo, poco en La Habana. Colaboré principalmente como operador con jóvenes directores que después se destacarían: por ejemplo con Fausto Canel en Tomate y Cooperativas Agropecuarias, con Manuel Octavio Gómez (que años más tarde realzaría La primera carga al machete) en El agua).>>


<<Dirigí también algunas películas cortas: Ritmo de Cuba y Escuela rural. Pero el ICAIC comenzaba ya a estar muy burocratizado y compartimentado. En cada película exigía que hubiese un director y un operador. No se tenia en cuenta que había fotografiado yo mismo mis películas de Nueva York, no se me permitía acumular las funciones, ni siquiera en películas documentales. Los operadores que me asignaron contra mi voluntad se pasaban el tiempo diciéndome: “No, esto no se puede hacer”, “Esto es imposible”, “Esto es técnicamente incorrecto”. Como yo sabía que era falso, me desesperaba. Comprendí entonces hasta qué punto los técnicos, los operadores, pueden frustrar las ideas de un realizador.>>


<<Trabajar en el ICAIC me gustaba al principio, porque en líneas generales era entonces partidario de la revolución. Pero, con la repetición obligatoria de los mismos temas triunfalistas, empezaron a sobrarme algunas exigencias y ciertas sumisiones. En 1961, después de la frustrada invasión de Bahía Cochinos, la industria cinematográfica cubana fue al fin totalmente nacionalizada y quedó prácticamente en manos de un solo hombre. Alfredo Guevara Valdés […] controlaba personalmente la producción, la distribución, los cines, la importación de materias primas, los laboratorios e, incluso, la única revista cinematográfica. Al igual que Shumyatsky, el tristemente famoso ministro cinematográfico de Stalin, Guevara Valdés imponía su voluntad absoluta. Terminé por darme cuenta de que estaba trabajando no para el pueblo, como se pretendía, sino para un monopolio estatal, y que la autoridad de turno actúa como cualquier productor capitalista e impone sus caprichos de la misma manera y aún peor, solo que recurriendo a pretextos falsamente sociales.>>


Entrecomillado de Néstor Almendros: Días de una cámara. Seix Barral, Barcelona, 1996.

2 comentarios:

  1. Grande entre los grandes, admiro su trabajo en cintas como "L'enfant sauvage" de Truffaut o "More" de Barbet Schroeder.

    Saludos.

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