—Qué oscuro estás —dije recordando una cesta campestre.
—Es para asustarte mejor —respondió algo o alguien desde el otro lado.
Pero no me atemorizó, o no sentí miedo cuando me adentré y con mis tres hojas tanteé las paredes húmedas, quizá de agua de lluvia, del ron que le invitó la abuelita, del rocío de la aurora o de la nieve pisoteada por los renos salvajes del sexto abeto. Durante dos noches sin día, me serví de una corriente de aire y volé en busca de la salida. Finalmente, la encontré, justo enfrente de un letrero luminoso que brillaba su frase en tonos chillones. No se trataba de “transformamos tréboles corrientes en héroes de cuatro hojas”, aunque sonó a impostura parecida. La breve suma de palabras que tenía delante, lo vendía todo y no aportaba más que algo tan simple como “Nacimos para ser libres”.
—¿Si? —pregunté— Pues que sepas que el asunto me parece algo más complejo. Primero, puedes responderme ¿qué es la libertad? —El letrero se limitó a insistir en su luminoso— Bien, comprendo. Entonces, si no quieres explicarme el qué, me dirás quién la define y, por lo tanto, quién la limita o la amplía, quién la abarca o resta y suma libertad a la propia libertad. Y si no puedes responderme, al menos, podrías decirme si estás dispuesto a sacrificar tu comodidad para vivirla y protegerla.
Suelo ser paciente con letreros que no responden cuando les pregunto, pero este me tocó el haz y el envés con su mezcla hortera de rojos, amarillos y verdes y ese chulesco desdén con el que se mantenía en sus trece, Sus letras no me parecían respuestas satisfactorias y le dije que <<mi propia naturaleza de trébol parece contradecir tu frase, tan afirmativa y positiva, que ya no podré verte más que sacando pecho>>.
Acaso, si nacimos para serlo, ¿por qué se nos condena a una sola verdad inalterable y a los distintos cuentos que, desde el instante de nacer, nos hacen creer por nuestro "bien"? Vivir con el peso de una realidad única e inevitable es en sí la condena que echa por tierra la cantinela “Nacimos para ser libres”. Nacimos, sí, pero... lo hacemos como consecuencia del proceso natural en el que, como explican en la escuela trifolium, una mariposa o una abejita recoge el polen de una flor y lo deja en otra. Como hoja de trébol corriente, este proceso de infidelidad y de fertilidad me trae sin cuidado, pues el mío funciona de otro modo, pero su consecuencia también es el nacimiento de una vida que posteriormente sufrirá o disfrutará la trebolización de doble cara, al tiempo liberadora y represiva. Dicha dualidad sujeta la raíz y corta la posibilidad de ser plenamente libres, puesto que inculca un orden moral y un código de conducta que no siempre apuesta por la libertad de las hojas. La libertad no es un tangible, y como abstracto existe en su propia inexistencia, que le permite la multiplicidad imposible para los cuerpos definidos y limitados por su contorno y su entorno
Dicho esto, esperé respuesta, pero nada sucedió. Continuaba flotando frente al luminoso, pensando en que la posibilidad de ser libres está ahí, pero que muy pocos la habían planteado seriamente. Ignoro el tiempo que pasó, pero ya estaba empezando a pudrirme cuando alguien o algo me aseguró:
—No serás tú quien resuelva el misterio —era la misma voz del otro lado, que hasta entonces había creído del letrero.
—Lo sé —asentí sin saber con quién hablaba— El resto nos limitamos a “Nacimos para ser libres”, pero ¿y si alguna hoja nace en esclavitud?
—Posiblemente sepa que, salvo un cambio radical en el orden de las cosas o un imprevisto de magnitudes colosales, morirá encadenada, bajo el yugo de cualquier bosque qué se le imponga o ella misma decida imponerse —hablaba con contundencia pero sin agresividad—. “Nacimos para ser libres”, buena bienvenida, pero creo que sería más exacto decir que nacimos siendo libres, cuando nacemos sin nada, sin miedo, sin sospechas, ni promesas. Pero es una libertad de mentira, ya que no podemos valernos ni tenemos conciencia de ser. Más ajustado a la realidad sería decir que nacemos despojados o libres de la formación que nos espera y, a veces, nos desespera porque, más adelante, quizá la acusemos de ser la responsable que nos impide una libertad distinta a la que habíamos soñado.
Estaba más confundida que al inicio, así que le pregunté:
—¿Eres el luminoso?
—¡Qué pregunta es esa! Si vuelves a tomarme por idiota, regresaré al silencio.
—¿Nacimos para o nacemos por? —pregunté, sin pretender tomar por idiota a la voz del otro lado, estuviera donde estuviese.
—Algunos solo nacemos porque volábamos por allí y vimos que no éramos ni tan libres ni tan esclavos, quizá porque intuimos ser promesas de pensamientos, influencias, condicionamientos, herencias, mínimas rupturas y quizás. La libertad es un ciclo sin fin en el que, cuando crees haber alcanzado la meta, te descubres intentando saber dónde se encuentra, consciente de que no se trata de un momento regalado, ni de un nacimiento para, ni de una palabra o parte de una frase usada. No conozco la libertad en su concreto, la veo a lo lejos, intuyo su fantasma y su posibilidad. Lo que es real es su búsqueda, su ejercicio diario, en un constante paso más en su conquista, el imposible que te acerca a su esencia. Esa es su sustancia, y la muestra posible en la distancia, ofreciendo su sonrisa abstracta. Justo ahí, cuando parece que la alcanzas, se disipa y no te dice “Nacimos para ser libres”, más bien, parece que te anima con un <<mientras te aproximas y te alejas, quizás descubras que no estás hecho para concretar abstractos, pero sí para soñarlos; y por soñarlos, tú y yo nacimos>>.
Inspector ~. De una hoja de la libreta de Fragmentos
P. D: la libreta todavía permanece en paradero desconocido; y nada parece indicar que podamos recuperarla.
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