sábado, 11 de enero de 2020

Muerde la bala (1975)



Tras su paso por MGM, donde, como la mayoría de los realizadores bajo contrato con la major dirigida por Louis B. Mayer, tuvo que plegarse a las condiciones del estudio, Richard Brooks realizó una serie de películas que se encuentran entre lo mejor de su filmografía, y entre lo más destacado del cine realizado en Hollywood durante aquellos años. Sin embargo, en la década de 1970, el responsable de Lord Jim (1965) solo pudo rodar tres títulos, lo cual apunta que, en el nuevo Hollywood, ya no había lugar para cineastas e intelectuales de su talla. No obstante, una película como Muerde la bala (Bite the Bullet, 1975) reafirma al mejor Brooks, que no olvida sus intereses, ni reniega de su intención analítica, ni deja de hablar por sus personajes, de hecho, cada uno de los protagonistas podrían ser la suma de distintas etapas en su carrera profesional: pasado, presente y futuro, incierto. Brooks desarrolla sus ideas en una historia más compleja de lo que pueda parecer a primera vista, ya que no trata de narrar una carrera de caballos a lo largo de setecientas millas, aunque esta sea la parte visible sobre la cual introduce su reflexión temporal sobre el ayer y el hoy y cuestiona qué significa ser estadounidense. En definitiva, Muerde la bala reúne temas tratados por Brooks con anterioridad, desde la educación-aprendizaje —véase Semilla de maldad (Blackboard Jungle, 1955)— hasta el racismo —la anteriormente citada, o Sangre sobre la tierra (Something of Value; 1957)—, pasando por la búsqueda de segundas oportunidades —la mayoría de sus films, pero pongamos Lord Jim y Con los ojos cerrados (Happy Ending, 1969), mismamente en Los profesionales (The Professionals, 1966)— o la importancia de la prensa en la sociedad estadounidense —El cuarto poder (Deadline-USA, 1952), El fuego y la palabra (Elmer Gantry, 1960) y A sangre fría (In Cold Blood, 1967) son ejemplos obvios—, e incluso el intervencionismo estadounidense fuera de sus fronteras —aquí lo hace por alusión a la guerra hispano-estadounidense en Cuba.


<<Antiamericano>>, escucha el protagonista del film, pero Clay (Gene Hackman) ignora qué significa esa etiqueta. Pero sí sabe que llegar el primero, o ser el mejor, es ser americano, aunque esto solo le lleva al principio, a no saber qué es ser <<antiamericano>>. Clay es experto en caballos, en cuidarlos y en no dañarlos. También conoce las causas perdidas, las abraza, quizá porque él mismo se siente perdedor, por tanto, un <<antiamericano>>. Este personaje es uno de los antihéroes de Muerde la bala, otro destacado western de Brooks, responsable de la espléndida Los profesionales, en la que también repartía el protagonismo entre distintos personajes marginales. Amistad, competición, violencia, sexo, lucha, drogas, racismo, feminismo, en la presencia de la ex-prostituta y amazonas interpretada por Candice Bergen, a quien no le tiembla el dedo en el gatillo cuando se ve apurada a disparar, van asomando durante la primera media hora de Muerde la bala, así como un oeste que, salpicado de vehículos a motor, ya no es aquel que fue, aquel que representa el vaquero veterano y crepuscular a quien da vida Ben Johnson, un hombre que, en el pasado de la Norteamérica ya inexistente, fue de todo y, en el presente de llegar el primero, carece de nombre. Otra de las ideas que Brooks introduce en la aventura es el decadentismo de un capitalismo extremo, pues no se trata de mostrar un espacio y unos personajes crepusculares, la figura crepuscular desaparece mediado el metraje, sino de incidir en la idea de que el dinero y el éxito son los nuevos ídolos de la sociedad estadounidense. Todo se negocia o se juega sobre la mesa. Todos y todas quieren el premio, ganar las apuestas o alcanzar una meta establecida de antemano. Pero, entre todo ese caos y avaricia, Clay se muestra distante y distinto, aunque cercano a Matthews (James Coburn), su viejo amigo de la guerra hispano-estadounidense en Cuba. Clay es al tiempo vaquero y caballero andante, defensor de los animales y generoso con quien necesita ayuda, pero, a lo largo de la carrera, lo acompaña la duda de qué es ser antiamericano. Estados Unidos adora a los ganadores, olvida a los segundos y al resto de perdedores. Esta idea cobra cuerpo en la confesión del anónimo cowboy de Ben Johnson a Clay, cuando, antes de morir, le dice que quiere <<ser un hombre importante. El primero. Un hombre que se recuerde>>. Esta figura crepuscular lo ha sido todo en el viejo oeste, pero ese espacio, más temporal que geográfico, ya no existe en el film de Brooks, dejando su lugar a otro tipo de entorno, donde la violencia y la desorientación se descubren en un primer momento en el más joven (Jan-Michael Vincent) de los competidores. Finalmente, a Brooks, uno de los destacados y, quizá, de los más ninguneados de la conocida como "generación de la violencia", le interesa algo más simple y, a la par, complejo que dar una respuesta a la pregunta que tanto Clay como Matthews podrían hacerse. Le interesa el comportamiento humano, el qué empuja a los competidores a correr por un espacio hostil; le interesa le interesa el cómo muerden la bala para mitigar el dolor, le interesa la amistad, la independencia y la colaboración, y, desde esta, cómo los corredores y la corredora dejan de ser ganadores o perdedores para ser personas sin etiquetas con o sin anti.

2 comentarios:

  1. Recuerdo esta película como un hermoso western, abrupto y desencantado (la acción se desarrolla ya entrado el siglo XX), habitado por personajes cuyas actitudes vitales ya no encuentran acomodo en un mundo que ha dejado de pertenecerles y ellos lo saben.
    El realizador Richard Brooks, ya en la recta final de su carrera, está con ellos, con los bien nacidos, y nos lo vuelve a decir a través de una soberbia puesta en escena como ya hiciera diez años antes, en aquel excelente y análogo western llamado "LOS PROFESIONALES".

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  2. Recuerdo esta película como un hermoso western, abrupto y desencantado (la acción se desarrolla ya entrado el siglo XX), habitado por personajes cuyas actitudes vitales ya no encuentran acomodo en un mundo que ha dejado de pertenecerles y ellos lo saben.
    El realizador Richard Brooks, ya en la recta final de su carrera, está con ellos, con los bien nacidos, y nos lo vuelve a decir a través de una soberbia puesta en escena como ya hiciera diez años antes, en aquel excelente y análogo western llamado "LOS PROFESIONALES".

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