miércoles, 1 de enero de 2020

Amarga victoria (1957)


Al volver la mirada sobre la filmografía de
Nicholas Ray, los títulos En un lugar solitario (In a Lonely Place, 1950), Hombres errantes (Lusty Men, 1952), Rebelde sin causa (Rebel without Cause, 1955), Bigger than Life (1956) y Amarga victoria (Bitter Victory, 1957) pueden definir su relación con la industria cinematográfica. Definen la intención del creador que desea crear más allá de su época e imposiciones, que se rebela contra lo establecido y vive en soledad la derrota de su intento, pero que alcanza la victoria, no la del hombre errante, sino la de la leyenda del cineasta que sobrevive a su tiempo y al rechazo mutuo que se estableció entre él y el sistema dentro del cual realizó parte de su obra. Pero responder a si Ray fue o no un antisistema o un cineasta más grande que la vida es algo que implicaría adentrarse en el creador de imágenes más allá de su obra, habría que adentrarse en su época, en su pensamiento, en sus contradicciones y en los diferentes imposibles que fueron asomando a medida que trataba de hacer cine, el suyo. Parte del contexto temporal y del conflicto pensamiento individual versus espacio externo se encuentra en sus películas, en los antihéroes que vagan entre el ayer, el hoy y la ausencia del mañana. Seres que viven ajenos al orden establecido en su tiempo real, al menos, aquel que los demás interpretan y asumen real. Su distanciamiento los descubre en la derrota, en la soledad o en el rechazo. Son individuos como el capitán Leith (Richard Burton) que no encuentran ni se encuentran, perdedores, en la mayoría de los casos, y da igual que se muevan por los bajos fondos, por el lejano oeste, por tierras heladas, por la juventud o por las arenas del desierto de Libia. La mayoría reflejan al propio Ray, pues, como él, son existencias contradictorias -<<yo me contradigo a mi mismo. Siempre me contradigo...>>, exclama Leith en Amarga Victoria- condenadas a perecer en pos de algo inexistente, de algo que se les resiste y/o que ya no sueñan alcanzar. Condena, contradicción y ausencia se descubren durante la misión tras las líneas enemigas de Amarga Victoria, una misión que no deja de ser la excusa argumental que el realizador asumió para desarrollar personajes, temas y enfrentamientos que remiten a su universo, a un espacio donde el pasado reaparece en el presente, y este apunta hacia el futuro, incierto e incluso inexistente, si tenemos en cuenta las palabras de Leith cuando se despide de Jane Brand (Ruth Roman) en ese presente que los vuelve a reunir, y donde también coincide el mayor Brand (Curd Jurgens). El capitán y el matrimonio Brand comparten un breve espacio temporal, pero su conexión resulta imposible porque sus miradas difieren -cada uno mira en una dirección existencial que descarta las ajenas- y cada uno vive conflictos diferentes. Viven en la distancia, en el anhelo y en el enfrentamiento que escapa al bélico que existe a su alrededor. Habitan en los celos de Brand, en la nostalgia de Jane por el amor perdido que ansía recuperar en su efímero encuentro con Leith o en el vacío de este último, en su deseo de no existir en un tiempo que no considera el suyo -quizá, por ello, su oficio anterior a presentarse voluntario fuese el de arqueólogo-. La idea de la muerte está presente en este personaje, y por descontado en todo el metraje de Amarga Victoria, no por ubicarse en la Segunda Guerra Mundial. Existe en él, en el espacio visible y en el invisible donde residen autodestrucción, destrucción o miedos como el de Brand, temor a que su subordinado haga pública la cobardía que aquel le señala y le recuerda. Entre los oficiales interpretados por Curd Jurgens y Richard Burton -ambos magníficos en sus papeles- estalla el conflicto -con la guerra desarrollándose en un segundo plano-, el duelo antagónico que adquiere el protagonismo. Más psicológica que física, la lucha entre ambos se deja notar en todo momento, en el abandono de Brand a Leith en el desierto, para que el capitán muera, lo mismo sucederá poco después, cuando, ya reunidos, Brand observe como un escorpión le facilita el trabajo que él no puede asumir con sus propias manos. Pero tanto el uno como el otro no podrán volver a ser quienes habrían sido antes, en el pasado que se apunta y en el presente que se desarrolla previo al inicio de la misión en la que Ray desata la tormenta que anida en el interior de los dos oficiales.

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