sábado, 19 de octubre de 2019

René Clair. La figura del realizador francés


<<Cuando el cine sonoro da sus primeros pasos. Cuando las pantallas de todos los cinemas muestran las siluetas de las bellezas de Florence Ziegfeld y de Earl Carrol. Cuando las mismas pantallas se saturan de teatro fotografiado. Cuando interminables diálogos llenan metros y más metros de film, y cuando los productores vacilan desorientados, ignorantes del rumbo que deben dar a la nueva variedad del cinema, surge, se alza la figura del realizador francés: René Clair...>>1. La mejor presentación que pude escribir sobre René Clair no me pertenece, es de Carlos Serrano de Osma. Y no es de hoy, es de 1933. En aquella época, Clair se encontraba en lo alto del panorama cinematográfico, más adelante llegarían su breve etapa británica, su estancia en Hollywood durante la década de 1940, su regreso a Francia en 1947 y la posterior indiferencia hacia su obra. Por aquellos primeros años treinta, ya había realizado cuatro largometrajes sonoros y ocho films silentes, entre los que destaca la comedia Un sombrero de paja de Italia (1927), punto de inflexión en su filmografía y film que lo alejaba de los movimientos de vanguardia con los que había coqueteado desde sus inicios en Entreacto. La introducción escogida explica el momento que vivía el cine y concede importancia al cineasta parisino en la evolución cinematográfica, en los primeros pasos del sonoro. Ese primer largometraje fue Bajo los techos de París (1930), un título que, junto a otros como Aleluya (King Vidor, 1929), Aplauso (Rouben Mamouliam, 1930) o El ángel azul (Josef von Stenberg, 1930), señalaban el camino a seguir para liberar la cámara de la rigidez e inmovilidad y a las películas de la teatralidad de los primeros compases del nuevo adelanto técnico. Clair concedió importancia a lo importante del invento: el sonido, en este caso concreto, el sonido de la ciudad donde nació en 1898. Aunque fue fundamental en el complejo tránsito del silente al sonoro, el realizador había dado muestras de su capacidad cinematográfica en la ya nombrada Un sombrero de paja de Italia y volvería a evidenciarla en ¡Viva la libertad! (1931) o, ya en su periplo hollywoodiense, en Sucedió mañana (1944). Pero su aportación al cine se amplía y es más amplia, sobre todo en el terreno de la comedia.


El cine cómico realizado por Mack Sennett, primero, y por Charles Chaplin, después, no solo llamó su atención, le fascinaron hasta tal punto que, en buena medida, fueron los responsables de orientarle hacia la comedia y la sátira. <<Los americanos no crearon el cine cómico que existía en tiempos de Max Linder y antes de este, los que llamamos "primitivos franceses". Pero la escuela americana, cuyo fundador fue Mack Sennett y su más ilustre representante Charlie Chaplin, renovó el cine cómico de tal manera que, en ese dominio, no se ha hecho nunca nada mejor>>2. Repasando su filmografía, no me parece exagerado afirmar que la comedia fue su género favorito, aunque en él <<toda debilidad es visible, todo error, estrepitoso. Nos reímos o no nos reímos. Y ninguna sutilidad de la crítica puede engañar a la gente sobre este punto. Por ello, podemos decir seriamente que el género "serio" es menos serio que el cómico>>3. Pero mucho antes de ser un adulto conocido a nivel mundial y uno de los grandes cineastas de la primera mitad de la década de 1930, Clair fue un niño de clase acomodada que miraba desde su ventana los tejados de París, bajo los cuales vivía todo tipo de hombres y mujeres, sueños, amores, ambiciones, decepciones, esperanzas y fracasos. Aquella imagen permanecería en su memoria, e inspiraría parte de su obra, aunque, por aquel entonces, se conformaba e ilusionaba escribiendo poesías y pequeñas obras teatrales, y quizá soñase ser escritor. Llegó a serlo, pero su faceta más reconocida la empezó a desarrollar a inicios de la década de 1920, después de su traumática experiencia en la Primera Guerra Mundial —se había presentado voluntario en el servicio sanitario—. Lo que Clair vio no fue lo que les habían vendido, era la realidad que le impresionó sobremanera, que impresionó a toda una generación, a esos jóvenes que regresaron del frente conscientes del final de una época y del inicio de su ilusión por revolucionar el mundo. <<Durante los años posteriores a 1918 esta idea de revolución se adueño de los espíritus más alertas. Revolucionaria en el arte, revolucionaria en la literatura, nunca una generación saqueó con tan alegre ferocidad la obra de sus predecesores, alejados de ella por cuatro años de una guerra monstruosa, que marcó el final de una era>>4. Dejar atrás el pasado, crear y vivir un nuevo presente y mirar hacia el futuro, mirar el cine. 
Apenas en pañales, el celuloide cobró fuerza <<en un momento en el que la palabra revolución parecía la llave de todos los problemas artísticos, aparecía como el medio de expresión más nuevo, menos comprometido por su pasado, en una palabra, el más revolucionario>>5. Entre otras, llegaron las vanguardias cinematográficas con la intención de romper con el pasado, con lo establecido, con cualquier tipo de orden, o así lo entendían los jóvenes transgresores de la época entre quienes se encuentra el joven Clair.


Encargado del suplemento cinematográfico "Films", el futuro cineasta había escrito algunas canciones para la cantante Damia y esta fue quien lo convenció para que actuase en una película. Así se inició como actor, sin mayores pretensiones, ya que su sueño era ser escritor. Pero algo sucedió: le propusieron filmar una pequeña película que serviría de entreacto para un ballet, y aceptó. No tardó en trabajar como ayudante de dirección para Jacques de Baroncelli, pero quien le influyó en aquel momento fue Louis Fauillade, el responsable de Fantomas, y su protector durante sus primeros pasos profesionales. Estaba claro hacia donde apuntaba; quería dirigir, y pudo hacerlo cuando Henri Diamant le produjo su primer largometraje. Era 1923 y Paris qui dort vio la luz, y el cine fue testigo del nacimiento de un cineasta clave que encontró su madurez creativa en Un sombrero de paja de Italia, prueba de sus habilidades narrativas y cinematográficas. Había alcanzado el grado de maestro del cine mudo, pero ahí estaba el sonoro para imponerse y generar controversia. Algunos lo vieron como una la revolución y una oportunidad, otros como involución, y algunos sospechaban que su mal uso podría acabar con la imparable evolución de un medio de expresión con lenguaje propio. El realizador parisino dudaba del adelanto, no por el sonido en sí mismo, que valoraba como recurso y demostraría su utilidad, sino por los posibles malos usos. No sin razón, temía que el medio que amaba se convirtiese en teatro filmado, pues tenía claro que el abuso de las canciones y de los diálogos, a menudo innecesarios, podrían conducir al cine hacia el teatro filmado, cuando estaba claro, al menos para él y otros como él, que el teatral y el cinematográfico eran dos ámbitos distintos: el primero vive del verbo y el segundo de la imagen en movimiento. En Bajo los techos de París empleó el sonido de manera innovadora, lo empleo como parte de la ciudad que visualiza en la película. Lo mismo puede decirse de ¡Viva la libertad!, magistral sátira en la que el sonido funciona como parte del ambiente, no se fuerza y agudiza las sensaciones que envuelven a los personajes. Había superado con nota su paso al nuevo cine y su éxito era imparable, al menos hasta que surgió el tropiezo que lo convenció para probar fortuna en Reino Unido. Tras la sucesión de éxitos, llegó el rechazo de la crítica y del público en la caótica y divertida El último millonario (1934), de modo que puso tierra y agua de por medio y aceptó la propuesta de Alexander Korda. Para London Films dirigió la comedia fantástico El fantasma va al oeste (1935), su primer film en habla inglesa y el primero de los dos que rodó en suelo británico antes de regresar a Francia para rodar Air pur, aunque no pudo concluirla como consecuencia del inicio de la Segunda Guerra Mundial. De nuevo el exilio, pero esta vez más lejos, y así se aventuró en la industria hollywoodiense, donde el director no dejaba de ser un empleado más dentro de los estudios. En aquella época, Buñuel, también deambulaba por Hollywood, aunque él con menor fortuna que el francés. <<Vuelvo a ver a René Clair, a la sazón uno de los directores más celebres del mundo. Rechazaba todos los proyectos que se le ofrecían. Ninguno de agradaba. Me confió, sin embargo, que debía necesariamente rodar una película en los tres meses siguientes, so pena de ser considerado como un "bluf europeo". La película que eligió fue Me casé con una bruja, que a mí me pareció bastante buena. Trabajaría durante toda la guerra en Hollywood>>6. Para alguien como Clair, que escribía sus guiones y dirigía sus películas consciente de que eran suyas, no resultaría agradable ver limitada su libertad creativa, aún así superó las trabas y, antes de su regreso a Francia, realizó cuatro películas que no desmerecen su talento, entre ellas la comedia fantástica citada por el inimitable aragonés. En 1947 retornaba a su tierra natal, pero los tiempos habían cambiado y el cine francés ansiaba y buscaba renacer de sus cenizas. Era la hora de los Jacques Becker, Robert Bresson, que había sido su ayudante en Air purHenri-Georges Clouzot, René Clement y el resto de cineastas llamados a levantar una cinematográfica que había sufrido las consecuencias de la guerra. En ese terreno cinematográfico en construcción, y desconocido para él, Clair hizo lo que mejor sabía: rodar una comedia, El silencio es oro, en la que la nostalgia y el homenaje a los pioneros brillan tanto como su amor por el cine.


Filmografía

París dormido (Paris qui dort, 1923)

Entr'acte (1924) (cortometraje)

Le fantôme du Moulin Rouge (1924)

Le voyage imaginaire (1925)

La presa del viento (Le proie du vent, 1926)

Un sombrero de paja de Italia (Un chapeau de paille d'Italia, 1927)


Le tour (1928) (cortometraje)

Le deux timidos (1928)

Bajo los techos de París (Sous les toits de Paris, 1930)

El millón (Le million, 1931)

¡Viva la libertad! (A nous la leberte, 1931)


14 de Julio (14 julliet, 1934)

El último millonario (Le dernier milliardaire, 1935)


El fantasma va al oeste (The Ghost Goes West, 1935)

Grandes noticias (Break the news, 1937)

La llama de Nueva Orleans (The Flame of New Orleans, 1941)

Me casé con una bruja (I Married a Witch, 1942)


Sucedió mañana (It Happened Tomorrow, 1944)


Diez negritos (And Then There Were None, 1945)

El silencio es oro (Le silence est d'or, 1947)


La belleza del diablo (La beaute du diable, 1950)

Mujeres soñadas (Belles nuit, 1952)

Las maniobras del amor (Les grandes manoeuvres, 1955)

Puerta de las Lilas (Porte des Lilas, 1957)

La francesa y el amor (La française et l'amour, 1960), episodio El matrimonio (Le mariage)

Todo el oro del mundo (Tout l'or du monde, 1962)

Las cuatro verdades (Les quatre vérités, 1962), episodio 

Los dos palomos (Lex deux pigeons)

Fiestas galantes (Les fêtes galantes, 1965)


1.Del artículo publicado en la revista cinematográfica Popular Films, nº 373, 5 de octubre de 1933. Recogido en Julio Pérez Perucha. El cinema de Carlos Serrano de Osma. 28 Semana Internacional de Cine de Valladolid, 1983
2,3,4,5.René Clair. Cine de ayer, cine de hoy (traducción Antonio Alvárez de la Rosa). Inventarios Provisionales Editores, Las Palmas de Gran Canaria, 1974
6. Luis Buñuel. Mi último suspiro (traducción Ana María de la Fuente). Penguin Random House, 2018

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