martes, 1 de octubre de 2019

Vals con Bashir (2008)



Las historias personales presentan un recorrido que en ocasiones las transforman en memoria histórica y, aunque estamos acostumbrados a recibirla de las palabras de testigos, de las letras o del cine, sobre todo del documental, también la podemos encontrar en las viñetas. Desde que 
Art Spiegelman publicó Maus: Relato de un superviviente se puede hablar de la novela gráfica de memoria histórica. En Maus, Spiegelman recuerda el horror nazi a través de la fabulación de las experiencias de su padre en un campo de concentración durante la guerra. Pero este fue un primer paso, magistral y el más importante, que abría el camino para que otras autoras y autores escogiesen el cómic para hablar de sus experiencias. Persépolis es otro gran ejemplo de viñetas que nos adentran en la Historia a través de los recuerdos de su narradora. En ellas, Marjane Satrapi evoca su infancia y su juventud para mostrarnos Irán; nos da una idea de las causas y las consecuencias de la caída del régimen del Sha y nos hace partícipes de los cambios sociales y políticos sufridos por la sociedad iraní durante las tres últimas décadas del siglo XX. Aunque primero fue película, el álbum Vals con Bashir también transita por un espacio histórico, aquel que Ari Folman y David Polonsky nos muestran mediante el viaje a la mente humana y el tránsito físico que el protagonista emprende para entrevistarse con personajes que permitan rellenar el vacío. Los tres títulos citados son al tiempo un recorrido por la memoria y espléndidas novelas gráficas, pero, a diferencia de Maus, Persépolis y Vals con Bashir tienen su forma cinematográfica, y han servido para evolucionar el cine de animación hacia el documento histórico. El cómic de Folman y Polonsky nació esta coproducción (israelí-franco-germana) escrita y dirigida por el primero, un film que mezcla el documento y la alucinación, la desmemoria y el recuerdo que se niega a salir a la luz.


Permanece oculto y solo asoma un ligero resquicio después de una conversación que devuelve el tiempo enterrado en el olvido inconsciente. 
Vals con Bashir (Waltz with Bashir, 2008) propone desenterrarlo y, para ello, emprende el viaje que reúne fragmentos de información, vacíos, dudas y miedos; un viaje que desde su inicio deambula por sueños, pesadillas, recuerdos y ausencias. Partiendo de su propia experiencia personal, Folman indaga en la memoria de desmemoriados y, finalmente, despierta y nos despierta a la pesadilla real, aquella a la que durante dos décadas no ha podido enfrentarse. Su mente ha borrado su estancia en Líbano en 1982, o la ha relegado al vacío inconsciente. De ahí que el cineasta israelí no se plantee la ausencia de recuerdos hasta que Boaz, un amigo, le cuenta el sueño que abre el film, imágenes que se repite desde hace más de dos años y que guarda relación con la guerra del Líbano. El detonante onírico lleva al realizador a su propia alucinación, a verse a sí mismo en una playa, emergiendo del mar junto a dos compañeros. Está en Beirut, lo sabe; como también sabe que es una noche iluminada por el resplandor amarillo de las bengalas. Los tres avanzan hacia la arena, alcanzan la orilla, se visten,... Es el día de la masacre de Sabra y Chatila. La alucinación, amarilla, nocturna, trae consigo la necesidad de reconstruir los recuerdos ausentes que proporcionen las respuestas que el protagonista necesita encontrar. La culpabilidad asoma en el consciente de Folman al mirar hacia el pasado perdido. Busca ayuda en su amigo Ori, quien le habla de lo fascinante que es la memoria —<<la memoria es dinámica. Está viva. Si te falta algún detalle y hay agujeros negros, la memoria llena los huecos hasta "rememorar" por completo algo que no ha sucedido>>—, entrevista a viejos compañeros, que poco o nada recuerdan de la matanza, y a otros personajes como el periodista Ron Ben-Yishai, testigo de <<una mano pequeña. La mano de un niño o una niña, asomando entre las ruinas. Volví a mirar y vi rizos, una cabeza con rizos, cubierta de polvo. Una mano y una cabeza>>, o la profesora Zahava Solomon, que le habla de <<hecho disociativo>> y de la capacidad defensiva de la mente para crear hechos inexistentes que la protejan de la realidad que se niega a aceptar. De ese modo, a lo largo del camino, las imágenes van regresando hasta rellenar el vacío, en el que solo resta la parte más importante, la respuesta a qué hizo el día de la masacre de refugiados palestinos (hombres, mujeres y niños) llevada a cabo por los falangistas cristianos libaneses como represalia por el asesinato de Bashir Gemayel.

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