jueves, 7 de marzo de 2013

Arabesco (1966)


En plena era pop, dominada por los Beattles en la música y por el agente 007 en el cine de espías, Stanley Donen rodó una intriga, similar en algunas de sus propuestas a Charada (Charade, 1963), aunque con resultados más discretos y con menos química entre la pareja protagonista. Aún así, Arabesco (Arabesque, 1966) posee momentos que la convierten en una aceptable combinación de humor e intriga, influenciada por la popular moda del momento y por el éxito de la serie Bond, rasgos que ya se aprecian en los títulos de crédito o en Beshraavi (Alan Badel), un villano que a simple vista podría pasar por un agente de Spectra, aunque en realidad trabaja para sí mismo. Este malvado de turno necesita la ayuda de Pollock (Gregory Peck), quien, a pesar de trabajar en Inglaterra, no lo hace como agente secreto al servicio de su majestad sino como profesor experto en descifrar jeroglíficos egipcios. Quizá por ese motivo al erudito no le interesa la invitación del millonario para que acuda a su casa, aunque cambia de parecer cuando el primer ministro de un país árabe le pide que la acepte porque es el único modo de descubrir las intenciones del excéntrico Beshraavi. Pollock comienza a trabajar en la inscripción después de la cena durante la que conoce a Yasmin (Sophia Loren), quien no tarda en convertirse en su rompecabezas particular, ya que desde el primer instante resulta una fuente inagotable de problemas y de mentiras, lo cual genera cierta desorientación en el licenciado. Víctima de un complot y atraído por la deslumbrante belleza de la mujer, el egiptólogo sortea los constantes peligros que surgen como consecuencia de ser el poseedor de un pictograma que esconde un secreto por el que más de uno mataría. Al igual que sucede en Charada, la trama de Arabesco reúne a una pareja de desconocidos, condenados a enamorarse, en medio de una situación que se escapa a su control, y en la que uno de ellos emplea el engaño como medio que le permite alcanzar sus fines. Pero en esta producción quien miente es el personaje femenino, aunque nunca llega a transmitir la ambigüedad que desprende el personaje interpretado por Cary Grant en aquella. Arabesco funciona por momentos, aunque en su conjunto presenta las irregularidades de un film que no pretendía ir más allá de la moda dominante durante la década de 1960. Como consecuencia, la película se queda en tierra de nadie, entre la demanda comercial y la intención de un cineasta que parecía desear repetir el éxito de su anterior intriga, la interpretada por Cary Grant y Audrey Hepburn, actriz con quien contaría por tercera vez en Dos en la carretera, producción más brillante, personal, reflexiva y madura.

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