El medio cinematográfico en manos de Terrence Malick no es lugar de encuentro para todos los gustos, pero resulta indiscutible que se trata de un espacio donde busca respuestas al entorno transitado por los personajes y a las cuestiones o preocupaciones existenciales que les generan las dudas e impresiones que afectan sus comportamientos. Madre, padre e hijos son ramas del joven árbol que crecerá y dará su fruto, perpetuando el ciclo de la vida, hasta que llegue su final y otro principio. El árbol de la vida (The Tree of Life, 2011) es un ejemplo de espacio cinematográfico destinado a acumular preguntas y la ausencia de respuestas concretas. Las dudas crecen en sus personajes, son parte vital de emociones e impresiones que surgen de la toma de conciencia de ser. Como a tantos antes y después que él, Jack (Hunter McCracken), el niño, no comprende ni comparte la rigidez y la severidad de su padre (Brad Pitt), quien a su vez intenta enfocar la educación de sus hijos del único modo que sabe, decantándose por emplear la autoridad para guiar un crecimiento que precisa y necesita el cariño de la mitad materna. Jack crece dentro de la incomprensión que le produce cuanto observa, generando preguntas a las que no encuentra respuestas lógicas, al tiempo que descubre aspectos vitales como el amor, el rechazo o la muerte. Tanto el universo visual como el interior de los personajes presenta metáforas que, por momentos, provocan que lo expuesto resulte artificial, afectando a la credibilidad de los planteamientos existenciales, ya que parecen forzados por la necesidad de un guía que, deseando comunicar, olvida que las formas más eficaces de lograrlo son las sencillas y sinceras.
La fidelidad de Malick hacia sí mismo es loable y se observa en cualquiera de sus películas. El árbol de la vida guarda aspectos comunes con La delgada línea roja (The Thin Red Line), sin embargo carece de la agilidad de aquella, pues la continúa necesidad de pretender un significado con cada reflexión o imagen impide equilibrar cine, pensamiento, creencias, emociones y cuestiones filosóficas. No obstante, resulta valiente asumir el riesgo de profundizar en el por qué o el cómo de cuestiones que afectan al individuo como ser pensante lleno de interrogantes. Las dudas del joven Jack se convierten en una tortura para él, mostrando un comportamiento y unos pensamientos que marcan su futuro, cuando un Jack adulto (Sean Penn) no encuentra satisfacción en una vida que le ahoga y desconcierta. Observar la evolución existencial de El árbol de la vida puede resultar un ejercicio denso, no por su planteamiento metafísico, sino por el constante esfuerzo de querer mostrarlo. Es evidente que las dudas existen, y también la falta de respuestas, por lo que hubiera sido más cercano apostar por la naturalidad, que sus personajes no muestran, que ayudase a transmitir la esencia de Jack y familia, y de cuanto les afecta, sin que estuviesen obligados a insistir una y otra vez en algo tan obvio como la realidad de ser seres complejos, con comportamientos complejos. Quizá, sea ahí donde reside el mayor problema de comunicación de la película, que Malick, deseando expresar el amor y otras conexiones existentes entre los individuos y cuanto les rodea (la naturaleza, el hogar, las personas con quienes mantienen relaciones), llega a presentar a individuos que parecen irreales, carentes de los sentimientos y del alma que se intenta mostrar.
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