sábado, 16 de enero de 2021

Overlord (1975)


Cada película bélica que se toma en serio a sí misma cree que está mostrando una visión diferente o única de la guerra, una que aporta nuevas y viejas verdades a las ya añadidas; sin embargo, la mayoría no deparan novedades ni perspectivas novedosas, ya que son recreaciones que suelen tomar de referencia modelos similares, que van desde la aventura hasta la propaganda, pasando por la mirada intimista, el horror, el antibelicismo o la heroicidad. Esto puede deberse a que la guerra, las impresiones que produce en quienes la viven son fruto de un instante en el que también se desata la lucha entre humanidad e inhumanidad, y, a posteriori, solo queda reconstruir hechos y quizá reflexionarlos, aunque en muchas ocasiones predomine una perspectiva que solo busque entretener. Este no es el caso de Overlord (1975), que no pretende divertir asumiendo rasgos de bélico heroico, ni criticar ni alabar, sino mostrar y documentar; de ahí su mezcla de ficción y documental, de intimismo e historia, de ruptura con la narrativa convencional. Para lograr el equilibrio entre ambas partes, Stuart Cooper se valió de imágenes de archivo (imágenes de barrios destruidos por los bombardeos, incendios o los distintos preparativos del desembarco) y de la ficción que sigue a Tommy (Brian Stirner), un joven recluta a quien conocemos despidiéndose de sus padres. Él será uno de los miles de soldados aliados que formarán parte de la operación Overlord, que tiene como objetivo el desembarco de tropas en la costa francesa, con el fin de liberar Francia de la ocupación alemana y apurar el fin de la Segunda Guerra Mundial. Aunque se individualiza en Tommy, también en él se generaliza, pues todos los soldados son Tommies —como parece apuntar la madre que en el teatro, vacío de público, intenta llamar la atención del protagonista y de Jack (David Harrier)—, muchachos que tienen en común que se despiden de sus hogares sin saber que les deparará la inmediatez que les reclama y les aleja de su naturaleza juvenil, la que les pide descubrir y vivir, la que Tommy siente cuando conoce a la chica (Julie Neesam) en un instante que él sabe fugaz e incluso imposible, pues ya nada depende de él.

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