martes, 5 de enero de 2021

Bajo el peso de la ley (1986)



La cámara se mueve de derecha a izquierda por un paisaje urbano y pantanoso. Finalizado el recorrido, Jim Jarmusch presenta a Jack (John Laurie). Pronto lo abandona. Ahora, de izquierda a derecha, el paisaje vuelve a marcar distancias, en este caso las de un recorrido que concluye para darnos a conocer a Zack (Tom Waits). Hay pocos inicios que establezcan tan claramente las distancias entre sus personajes: y este deambular de imágenes, que transitan en sentido opuesto, confirma la separación existente entre ambos y, en medio de ellos, se descubrirá Bob (Roberto Benigni), el italiano que, sin apenas conocer el idioma, se convierte en un puente comunicativo entre ambos. El inicio de Bajo el peso de la ley (Down by the Law, 1986) es una metáfora visual de un espacio en descomposición y de incomunicación donde Jack no escucha las palabras de la prostituta con la que comparte la habitación y Zack apenas se inmuta ante el estallido de furia de su novia (Ellen Barkin), que no tarda en echarlo de casa. Tanto Zack como Jack viven un individualismo extremo que les desconecta del resto, lo cual los convierte en iguales y, por tanto, provoca su mutuo rechazo, el que Bob observa cuando los tres comparten la celda donde les encierran por crímenes que solo el italiano ha cometido. Allí nada sucede, salvo un tiempo de condena que, gracias a la presencia de Benigni, la ensoñación de su personaje, posibilita que por un instante los tres rompan las distancias que les separan.



En sus películas, Jim Jarmusch se rodea de un grupo de amigos o de colaboradores habituales y escoge personajes marginales para ser los no héroes de sus historias. La primera elección desvela un cine de amigos y entre amigos, hecho para divertirse o para hacer lo que gusta sin presiones comerciales, un tipo de cine en intimidad que le acerca a John Cassavetes. La segunda, apunta las simpatías del cineasta, que recaen en individuos más que marginales, inadaptados; lo que acerca su cine al de Nicholas Ray. Sus personajes parecen incapaces de establecerse o conectar como uno más en el medio normalizado, aquel donde duermen los adaptados. En Bajo el peso de la ley, ambas se confirma en la presencia de Tom Waits, John Lurie y Roberto Benigni (amigos del cineasta), y que estos asuman roles al margen de la ley. El acercamiento de los tres personajes se produce a la fuerza, en el correccional donde se desarrolla parte de la película. Entre barrotes, la relación entre Zack y Jack parece distante. Parece como si ninguno de ellos pudiese acercarse al otro. Con la llegada de Roberto la situación cambia, pues su ingenuidad, su ensoñación y su talante optimista lo convierten en mediador entre Zack y Jack. Bob es el puente entre los dos estadounidenses y, a pesar de que no maneje con fluidez el idioma, le gusta hablar, recita versos de Walt Whitman y de Robert Frost y conjuga el verbo "scream" con un ritmo que anima e invita a sus compañeros a que lo imiten y provoquen el jaleo que se propaga por el pasillo del correccional. Además, su imaginación le obliga a dibujar una ventana en la pared, una ventana que le permite fantasear con la existencia de un paisaje al otro lado del cristal inexistente, y también idea el plan de fuga, porque ha visto películas estadounidenses de evasiones. En el pantano es quien caza y quien primero se muestra amistoso, pero de los tres, es el único que ha cometido el delito por los cuales han sido encerrados en la prisión de donde escapan. Quizá por ese talante fantasioso viva una especie de cuento con final feliz, mientras sus compañeros continuarán viviendo su empeño individual por caminos diferentes, sin saber hacia dónde ir o qué es lo que en realidad buscan y esperan encontrar. 


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